Christa Wolf nació en la provincia de Bradenburgo en el año 1929 en el seno de una familia de convicciones nacionalsocialistas. No fue hasta 1938 en la Noche de los cristales rotos cuando la autora empezó a poner en duda esas convicciones acompañado todo ello, según palabras de la propia Christa, “de una gran desazón y un fuerte sentimiento de compasión”. Esa forma de pensar junto con el sentimiento de culpa es lo que la lleva a formar parte del SED (Partido Socialista Unificado de Alemania) en Mecklenburg (RDA). Falleció el pasado jueves 1 de diciembre de 2011 a la edad de 82 años.
El SED significó para Christa la forma más efectiva de enfrentarse al sistema nacionalsocialista al tiempo que reivindicaba la situación de la mujer en la Alemania del Este, aunque esto último le trajo problemas y críticas por parte del gobierno. En la década de los 80 Wolf viajó a Grecia donde pudo profundizar en el estudio de la cultura clásica y construir las bases para componer dos de sus obras posteriores: Medea y Casandra. En este segundo título podemos ver claramente que no es sólo una reescritura o recreación del mito sino que en ellas se construye una analogía entre la guerra troyana y la Guerra Fría.
Casandra es la más bella de las hijas de Príamo y Hécuba, reyes de Troya. Ya de joven recibe el don de profetizar de manos del dios Apolo a cambio de entregarse a éste, pero la joven no cumple su parte del trato y el dios, airado, se venga de ella retirándole la credibilidad. Casandra seguirá profetizando pero nadie la creerá y esa será su mayor desgracia cuando intente evitar la caída de Troya avisando de las consecuencias que traerán las decisiones políticas del Consejo. Perdida la guerra, Casandra es entregada a Agamenón como botín de guerra y es llevada a las puertas del palacio de Micenas donde encontrará la muerte a manos de Clitemnestra.
La figura de Casandra ha aparecido en multitud de obras a lo largo de la historia y, desde su primera aparición en Homero, se aprecia un enriquecimiento del personaje y un cambio significativo en sus atributos. La Casandra de Homero es un personaje que apenas tiene protagonismo, es uno más de los muchos que conforman la historia y en ella, como personaje que acaba de nacer, es una mujer que ni siquiera tiene voz, sabemos de ella por lo que nos cuentan los demás -Agamenón en La Odisea y el propio narrador en La Ilíada-. En esta última se nos da algo más de información, Casandra es la más bella de las hijas de Príamo y es la primera que identifica la figura de su padre cuando se acerca a las murallas de Troya con el cadáver de Héctor. El personaje que crea Wolf tiene estas mismas características y desempeña el mismo rol.
Una obra donde podemos conocer más de este personaje es el Agamenón de Esquilo, donde ya se conforman sus rasgos principales. Es la primera vez que se le atribuye el don de la profecía y la maldición de que nadie la creerá. Aparece ya como una mujer frustrada, sin voz propia porque nadie la escucha. Estos atributos coinciden con los de Casandra de Wolf, pero hay una gran diferencia al final de la obra de Esquilo porque como defensor de los valores tradicionales, el autor hace que Casandra se pliegue al poder de Agamenón y le demuestre fidelidad y respeto como su señor a partir del momento en que este rey la elige como concubina. La Casandra de Christa Wolf se rebelará y demostrará un rechazo palpable ante Agamenón como se puede ver a lo largo de la historia cuando lo define varias veces como “débil, indeciso y repulsivo”.
Después de este repaso rápido sobre algunas de las obras donde podemos conocer a Casandra, podremos apreciar el gran cambio que supone la construcción de este personaje hecha por nuestra autora alemana. Wolf reescribe el mito, reinventa el personaje de esta profetisa y nos cuenta la historia de la Guerra de Troya desde el punto de vista de los perdedores por medio de una primera persona que acerca al lector tanto al relato que todo el monólogo de la protagonista parece contado en la intimidad, a solas con el lector, desapareciendo así ese tono ejemplificador y lejano que tienen en común todos los mitos.
Tan sólo el primer y último párrafo de la novela están narrados en tercera persona. Las primeras líneas sirven para situarnos en el lugar exacto donde empieza, se desarrolla y termina la historia. Ya desde el inicio se nos informa de que la mujer de quien habla va hacia su muerte en soledad. A lo largo de la novela no importará el final (que ya sabemos) sino el proceso, los hechos que conducen a Casandra hacia su fin sin que pueda hacer nada por evitarlo. El primer párrafo está narrado en pasado y el último en presente, ambos muy parecidos, dando sólo leves descripciones de la entrada a la fortaleza de Micenas. El resto de la narración la escuchamos directamente de boca de Casandra, que a través de un largo monólogo interior va recordado y reviviendo los momentos más relevantes de su vida, y gracias a esos recuerdos conocemos la historia de la guerra de Troya, de la forma de vida de sus habitantes y de la propia familia real. Aquí Casandra recupera la voz que nunca tuvo a lo largo de la historia, recupera la identidad recordando su propia vida y aprendiendo de esos recuerdos haciéndose más fuerte, alcanzando la sabiduría antes de morir. Es recurrente en la historia que Casandra refuerce su carácter y se haga más sabia por medio del dolor (rasgo que la diferencia de la Casandra de Esquilo), aprendiendo a través de experiencias traumáticas y dolorosas. Aquí, Christa le otorga todo el protagonismo y la capacidad de hablar al mismo tiempo que critica el silenciamiento sistemático del discurso femenino a lo largo de la historia del mito o, extrapolándolo, a lo largo de la historia en general.
Las características de la Casandra de Wolf, como ya he señalado anteriormente, son diferentes a las que encontramos en otras versiones del mito. Aunque algunos atributos básicos como el de la profecía ya lo encontramos en Esquilo y en Arctino de Mileto, la protagonista de nuestra obra es el centro desde el que irradia toda la historia y es un personaje mucho más complejo y con decenas de matices que la aleja de cualquier otra Casandra anterior. Esto lo logra Wolf ayudándose de varias versiones del mito y fundiéndolas en una sola historia (por ejemplo, el origen del don de la profecía que es atribuido al dios Apolo y a la saliva purificadora de unas serpientes; el rapto de Helena pero su ausencia de Ilión, versión recogida de una tradición menor) y añadiendo variaciones y recreaciones propias (como la historia de amor entre Casandra y Eneas).
Casandra, en nuestra novela, a pesar de haber recibido el don de la profecía no experimenta esa unión mística con el dios Apolo que hace que éste hable a través de ella, ni tampoco examina a las aves o a la naturaleza como hace su hermano Héleno para profetizar, lo hace ella misma con su propia voz a partir de su observación, análisis y deducciones de lo que ha experimentado o vivido. Un ejemplo muy claro de esto es la certeza de que va a morir a manos de Clitemnestra o el hecho de que aceptar el regalo de los griegos traerá la ruina a la ciudad y la pérdida de la guerra. Además, demuestra un descreimiento en los dioses palpable a lo largo de la obra, siendo la primera Casandra del mito a la que se le asocia esta característica. Ya desde las primeras páginas leemos que a lo que más teme Casandra es a ”la indiferencia de los celestiales hacia nosotros los terrenos” de lo que se deriva un resentimiento en la protagonista. Con el tiempo este sentimiento evoluciona al descreimiento más puro cuando la protagonista afirma “A dondequiera que miro o pienso, no hay dios, no hay juicio, sólo yo misma”. Esto provoca que cuando tiene que representar su papel de sacerdotisa, Casandra asuma en su fuero interno que “colaboró en el ritual, como correspondía a su oficio, servicios, gestos, palabras sin sentido”.
Casandra, a la que se deja al margen de cualquier decisión tomada en palacio y a quien no se cree cuando profetiza, pasa a ser el botín de guerra del rey Agamenón y a tener el papel de extranjera en Micenas. Vemos así que esta historia no sólo es el relato desde el punto de vista de los perdedores en la guerra sino de los perdedores en la vida, ya que la que nos cuenta y juzga toda la historia es alguien que ha perdido a su familia, al hombre a quien amaba, el hogar, el poder que ostentaba tiempo atrás y la propia identidad.
La forma de vida de los troyanos durante esos diez años de guerra va endureciéndose paulatinamente hasta que, al acercarse al final, la sociedad se divide por sexos que viven en constante enemistad “grupos de guerreros se acurrucaban por todas partes en torno a hogueras, y de repente no era ya aconsejable que las mujeres anduviéramos solas. Mirándolo bien –aunque nadie se atrevía a mirarlo así–, los hombres de ambos bandos parecían aliados contra nuestras mujeres”, donde la sociedad está completamente militarizada, donde se respira el miedo a la guerra en cada rincón y donde las mujeres, sea cual sea su clase social, no gozan del reconocimiento público. De nuevo se puede ver la crítica de Christa a la situación de la Alemania del Este en su momento, la amenaza de la autodestrucción que tiene todas esas sociedades militarizadas. En relación a esto es significativa la conversación que mantiene Casandra con un auriga “Entonces, si victoria tras victoria significa al final destrucción, la destrucción forma parte de nuestra naturaleza” a lo que Casandra responde ”De forma que puede ser que, en el futuro, haya hombres capaces de transformar su vida en victoria”.
Este es el deseo real de Casandra y a lo que se debe todo su monólogo, la búsqueda de solución, el cambio definitivo en su forma de vida, la evolución que evite futuras guerras; poniéndolo en palabras de otro personaje femenino de la novela, “entre matar y morir hay una tercera opción: vivir”.
Las mujeres de la novela se sienten desplazadas a menudo, pero es cuando lo sufren las cercanas al rey cuando nos parece más injusto, más denunciable. Por ejemplo, cuando se toman decisiones importantes en el Consejo, el rey pide a Casandra que salga con la excusa de que es una niña. Tiempo después, con la guerra avanzada, también se prohíbe –con escasa justificación- participar en las reuniones del consejo a la reina Hécuba “Queremos evitártelo. Lo que hay que discutir ahora, en la guerra, en nuestro consejo, no es ya asunto de mujeres”. Esta situación, esta tensión continua entre mujeres y hombres va aumentando hasta que Príamo decide aislar a su hija Casandra dentro de un gran cesto de mimbre hermético por no someterse a las decisiones del Consejo. Es el ataque más directo a Casandra y el fin de toda una serie de acciones que la marginan, la dan de lado y la hacen sentirse fuera de la familia real.
En varias ocasiones la protagonista se queja de la poca influencia que tiene siendo mujer, a pesar de ser sacerdotisa no consigue que la escuchen (al silenciamiento de la voz femenina por la sociedad se une la maldición de Apolo), incluso se compara con su hermano Héleno también oráculo “Ay, Héleno, de otra especie y apariencia igual. Mi viva imagen... si yo hubiera sido hombre. ¡Si lo fuera! pensé desesperada […] Cómo deseaba estar en su lugar. ¡Qué era una sacerdotisa en comparación con un arúspice!”
La presencia de la mujer es muy importante en este texto, tanto que en él podemos distinguir multitud de modelos como el de mujer-amante (en la relación de Casandra y Eneas), mujer-guerrera (Pentesilea la amazona), mujer-amada (Helena), mujer-esposa y madre (Hécuba), mujer-trágica, vencida y ultrajada (Hécuba, Casandra, Andrómaca), mujer-sabia (Casandra), mujer-traidora y asesina (Clitemnestra) y mujer-amiga (mujeres a la orilla del río Escamandro)
Cuando a Casandra se le hace difícil soportar la situación de extranjera en su propia tierra, se exilia a los poblados a orillas del río Escamandro en las laderas del monte Ida y allí entra en contacto con otro grupo de personas diferente, nuevas tendencias religiosas, vestigios de una sociedad matriarcal, con valores y comportamientos diferentes que le enseñan mucho y que le permiten ser libre fuera del ámbito bélico y machista troyano. “Mi antigua sensibilidad a las ofensas crecía en mi interior, y entonces Arisbe decía que, en lugar de torcer el gesto, debía estar encantada de que hubiera personas que me dijeran sin rodeos lo que pensaban. ¿Qué hija de una familia poderosa tenía esa suerte? […] que nosotras, mucho mejor informadas que cualquier otro grupo de Troya, discutíamos la situación, preparábamos (y ejecutábamos también) medidas, pero asimismo cocinábamos, comíamos, bebíamos, nos reíamos juntas, cantábamos, jugábamos, y aprendíamos. […] Hablábamos sin reservas, amigable y objetivamente.”. Es otra forma de vivir, no es un aislamiento de la realidad sino sólo un alejamiento físico porque siguen preocupándose y buscando soluciones, implicándose en la guerra pero no de manera absorbente y autodestructiva como hacen los de la ciudad.
Casandra es una mujer adelantada a su tiempo, que lucha por su autonomía y su identidad, que traspasa límites impuestos por la sociedad en la que vive y que lucha por la verdad, pagando un precio muy alto por ello: la marginación, la humillación, la soledad y la muerte.
Todos los personajes masculinos son negativos a excepción de Eneas y su padre Anquises, que no creen en la lucha en una guerra que ya sienten perdida y apuestan por la vida al final de la historia yéndose en busca de un sitio para fundar la nueva Troya. Sabemos por su hija que Príamo es débil, es un rey que, en su intención de contentar a todos, olvida lo que realmente es importante y toma decisiones erróneas. A menudo se paraliza autocompadeciéndose y delega todas sus funciones en militares que obviamente sólo viven para la guerra, llevando a la ciudad en la dirección equivocada. Es un rey quebradizo que va desmoronándose poco a poco hasta acabar “desprovisto de toda realeza, un anciano enfermo”. Otros hombres criticados en la historia son la mayoría de los hermanos de Casandra, convertidos en héroes a la fuerza pero sin la misma para oponerse a los deseos de su padre y de miembros del consejo que los fuerzan a cumplir ese papel. Héctor es un buen ejemplo de ello, le obligan a convertirse en león, en héroe pero no es capaz de oponerse y se doblega ante los deseos de los demás acabando muerto en batalla.
En esta historia contada desde el bando perdedor, la visión de la narradora es totalmente parcial, de ahí la imagen distorsionada que nos da de Aquiles “la bestia”, de la frialdad de los griegos y de su sociedad patriarcal y cruel, resultado de la animadversión y la incomprensión de una mujer que lo ve todo desde la subjetividad.
BIBLIOGRAFÍA:
-ESQUILO. Tragedias. Traducción y notas de B. Perea. Madrid: Gredos, 2002.
-HOMERO. La Ilíada. Selección y adaptación, Ramón Conde Obregón. Madrid: Rialp, 2000.
-HOMERO. La Odisea. Versión de J. Alberich. Madrid: Almadraba, 2008
-ROMAN PRIETO, Marcos. Escritoras & Pensadoras Europeas. Christa Wolf (1929- ).[En línea]. [Citado octubre 24, 2011]. Disponible en Internet:http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/262
-WOLF, Christa. Casandra. Traducido por Miguel Sáenz. Madrid: El País, 2005.
Excelente comentario y muy trabajado, Lasinpar. En su momento fue una novela que me gustó mucho. Sin tener 1000 paginas refleja perfectamente el caracter de todos los personajes de la guerra de Troya y en especial el papel de esta mujer tan singular y, como bien dices, un poco secundaria en la trama de la Iliada. Hay muy buenas novelas sobre Troya como pueden ser las de Gisbert Haefs o Colleen McCullough, pero ésta es sin duda una de las mejores.
ResponderEliminarMe has despertado una enorme curiosidad por esta autora, a la que no conocía. ¡Muchas gracias por tan fantástico artículo!
ResponderEliminarGracias por compartir tu opinión Ciro. Y estamos de acuerdo, es todo un placer leer esta novela. Casandra es uno de los personajes que sentí más cercano cuando lo leí por primera vez y cuando hace poco hice la segunda lectura, me convencí de que es todo una figura atemporal que no pierde con el tiempo sino que se enriquece con las sucesivas lecturas.
ResponderEliminarComo me alegra oirte decir eso Sue_Storm. Espero que la disfrutes tanto como yo.
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