Arkadi Babchenko (Moscú, 1977) fue reclutado por el gobierno ruso para la Primera Guerra Chechena y decidió acudir como voluntario a la segunda. Su terapia tras todo el horror que vio y vivió se convirtió en una serie de relatos, aparecidos en varias publicaciones rusas. La guerra más cruel recoge estos trabajos en los que el autor vomita un magnífico y duro testimonio, no solo sobre la guerra, sino sobre la situación del ejército ruso, y, sobre todo, acerca de lo que es el ser humano.
La guerra más cruel no solo es un título, bien sirve como carta de presentación y como resumen, es la esencia de la obra, es lo que nos encontramos en cada una de las páginas, en un libro donde Arkadi Babchenko se burla de aquel dicho de que una imagen vale más que mil palabras. Son éstas las que hacen que, cada situación, cada historia, cada momento que el autor vivió y transmite, sea mucho más poderosa que con cualquier imagen. Estas palabras llevan consigo mucho más que una imagen, están repletas de sensaciones, de olores, de sentimientos, se clavan y se quedan, permanecen mucho más que cualquier vídeo o fotografía, y todo a pesar de la sencillez con la que lo cuenta.
Y es que hay que leer menos de 30 páginas, tan solo el primer capítulo, titulado Diez relatos sobre la guerra, para probar este cruel aperitivo, diez pequeñas y durísimas escenas. El sufrimiento desde el sofá se puede sentir con la pena de unos soldados sin comida a la hora de sacrificar a un animal, el agua con sabor a cadáver, la salvaje manera del enemigo de matar a uno de los tuyos, cuando no es tu propio ejército el que te tirotea y bombardea, o cómo cada soldado tenía su pequeño refugio (el de Babchenko era jugar al juego de la paz en un piso de Grozni, imaginándose una vida normal y corriente), son algunos de los amargos tragos que te reciben en La guerra más cruel.
Solo abrir esa pequeña puerta que son estos diez relatos te deja claro que vas a sufrir, vas a ver cosas que nunca has querido ver, que ni siquiera has pensado que fueran posibles, vas a sentir, pero sobre todo, además de aprender y conocer, tal vez ayude un poco a abrir los ojos, a ver que la guerra no son los veinte segundos que pasan por el telediario, o unos párrafos en el periódico. La guerra es todo el día, la guerra no son héroes, sino la lucha constante por sobrevivir para perder la vida en un momento, a veces incluso en el más tonto, son personas que no vuelven, son relaciones, amistades incluso, a pesar de que la muerte del compañero suponga que uno dure un día más, es todo el sufrimiento.
Arkadi Babchenko solo nos deja relajarnos un poco en la recta final de la lectura, en unos capítulos finales en los que sale del cuerpo del combatiente y se mete en el del periodista, contándonos casos de héroes y villanos que pasaron por Chechenia, donde sigue profundizando en las miserias del ejército ruso a través de testimonios, entrevistas e informes.
Y lo hace para volver a atacar fuerte en un último capítulo magistral, donde cuenta, por si no lo habíamos visto ya, que aunque el cuerpo del soldado regresa a lo que un día fue su casa, lo demás se queda en el campo de batalla, “pertenecen a la guerra, donde quedó atrapada su alma”, y solo “lenta, muy lentamente se van transformando en algo parecido a un ser humano”.
Babchenko ha reconocido en entrevistas cómo se rompió su vínculo con Moscú al volver de la guerra, otro aspecto importante de su obra. Él sintió entonces que su país lo traicionaba: “¿Cómo podían divertirse así a dos horas de la masacre de tantos chicos moscovitas, tantas mujeres y niños? ¡Les daba igual! No pude soportarlo. Moscú dejó de existir. Regresé a Chechenia”, confiesa Arkadi, que se alistó voluntario para la segunda campaña, en una decisión para la que no tenía opción, según cuenta.
Fue precisamente en el año 2000, cuando vio un reportaje sobre la guerra a su regreso de esta segunda campaña bélica, cuando “la rabia” le puso “a escribir sobre la guerra”. “He vomitado la guerra de mi interior”, apunta Babchenko, que define su trabajo como una “autoterapia”, casi una necesidad de “continuar las discusiones inacabadas” con sus compañeros, convertida en un imprescindible testimonio, en toda una denuncia.
Una denuncia no solo de los horrores de una guerra, que puede ser la de Chechenia, o puede ser cualquiera, sino también contra la situación del ejército ruso. Porque adentrarse en la lectura de esta guerra tan cruel es hacerlo en la obsoleta formación militar que recibían los reclutas antes de ser enviados al campo de batalla; es ver de cerca la dedovschina, con toda la violencia que sufrían unos jóvenes, que casi preferían ir a la guerra que estar entre sus compañeros veteranos; es introducirse en un mundo de corrupción con un gran número de mandos inmersos.
Arkadi nos da un escabroso paseo por todo esto, por el modo en que la corrupción podía acabar con la vida de un compañero, los mandos enriqueciéndose mientras vendían material bélico en el mercado negro. Minucias estas situaciones si las comparamos con la dedovschina una práctica que no recibía castigo ya que endurecía a los reclutas, que no podían hacer más que vivir (a veces morir) aterrorizados o desertar.
Peor que el propio campo de batalla, Babchenko, que vio “desangrarse degollado a un amigo”, que entró en aldeas y vio a soldados rusos “crucificados y castrados”, no duda en asegurar en una entrevista que temió más a los suyos “que al enemigo”, algo que no extrañará al que lea La guerra más cruel, en la que la crítica al sistema militar ruso es otro de los grandes temas.
Temas que dan para otro libro, que nos dibujan un ejército repleto de salvajismo, torturas, ineptitud de un sistema que pone en peligro a sus jóvenes reclutas enviándolos al campo de batalla tras una insuficiente formación militar, de la que salían sin saber siquiera disparar. Incomprensibles situaciones que nos abofetean en los textos de Babchenko.
Todo esto, así visto, así dicho, tan crudo y sin adornos, puede parecer morboso o sensacionalista, pero La guerra más cruel es todo lo contrario, pues a través de un relato casi frío, sencillo, que no intenta vender nada ni convencer a nadie, atraviesa hasta el último muro de cualquiera que tenga este libro entre sus manos. Este testimonio es un racional grito contra la irracionalidad de la guerra, contra un ejército corrupto, pero también nos pinta las relaciones de los soldados, o lo que llegan a hacer las madres que se quedan, a través de escenas tan emotivas que casi nos hacen sentir el horror de la guerra.
“Nadie regresa nunca de la guerra. Jamás. Las madres solo reciben un pálido reflejo de lo que fueron sus hijos, convertidos ahora en bestias resentidas y agresivas, enfurecidas con el mundo entero y que solo creen en la muerte”, esto escribe Babchenko, esto confiesa uno de los que no regresaron, a pesar de que no aparece en ninguna lista de bajas. Solo por esto parece conveniente, casi necesario, iniciar la lectura de La guerra más cruel.
Paula, me ha encantado tu artículo, enhorabuena.
ResponderEliminarEs un libro duro, crudo, descarnado... pero también un testimonio necesario.
Un abrazo.
Paula.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo que nos ofreces, porque entiendes perfectamente lo que el autor nos ha querido trasmitir. Es algo más que un libro testimonio de una guerra cruel, ese algo más es que le sirvió como terapia para contarnoslo.
Ahora tu lo nos lo ofreces de forma magistral.
Muchas gracias.
Paula! un artículo que me ha hecho volver a recordar un libro que, aunque duro, cruel, es real, es una historia cercana en el tiempo y que si no es por el autor, pasaría a ser una guerra mas entre las muchas que nos asaltan desde los periódicos o la televisión cada día.
ResponderEliminarGracias a tí lo leí y ahora vuelvo a recordarlo gracias a este magnifico artículo
Un beso!
Chicos, muchísimas gracias por los comentarios, no sé qué decir!! No merezco tanto peloteo!!
ResponderEliminarYo es que sigo sorprendidísima con lo "poco conocido" que es este libro, con los secretos a gritos que cuenta, y que parece que no llegan a nadie.
Y es que disfruté cantidad de un testimonio así, y me impresionó horrores (nunca mejor dicho), así que es como si necesitara gritarlo a los cuatro vientos.
Me alegra que hayáis disfrutado el artículo, muchas gracias :)
Un beso!
Paula.
ResponderEliminarEs que sobre la masacre de Chechenia se ha publicado bien poco, en España, porque sigue sin interesar. ¡Es una lástima!.
Algún libro-testimonio como éste y otros, en editoriales alternativas, pero nada más. Quizás fuera Juan Goytisolo de los primeros en hablar sobre el tema y escribirlo después de su viaje a Chechenia, allá por el 1996.
Muchas gracias por ayudarnos a reflexionar.
Estupendo artículo, Paula, los horrores de la guerra suponen un tema inagotable pero cuando se narran de primera mano la obra se vuelve invaluable.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues muchas gracias Paula por darnos a conocer este libro cuasi-desconocido y retratar tan bien cual es el espíritu del escrito. A ver si concienciamos a la gente de que la guerra, cualquier guerra, es esto. Contradictoriamente, el ser humano es capaz de gran altruismo y grandes bajezas, por desgracia.
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