¿Quién no tiene fantasmas enterrados en su infancia, o cuentas que saldar? Surgen tal vez de una percepción distorsionada por las limitaciones y medias verdades que pretenden mantenernos a salvo, en la ignorancia de situaciones difíciles.
Bastian es un escritor de éxito, que decide someterse a un proceso de desintoxicación para acabar con una sequía creativa. En el proceso decide también enfrentarse con su pasado y con unos recuerdos algo confusos, alentado por el último mensaje de su padre, que se repite así mismo como un mantra.
Bastian es un escritor de éxito, que decide someterse a un proceso de desintoxicación para acabar con una sequía creativa. En el proceso decide también enfrentarse con su pasado y con unos recuerdos algo confusos, alentado por el último mensaje de su padre, que se repite así mismo como un mantra.
El maleficio de la duda comienza con la espiral de alucinaciones, de desesperada soledad. Con monstruos que creemos propiciados por el síndrome de abstinencia y que nos conducen de la mano, entre referentes culturales de iconos familiares, hasta el mundo desconocido de la Laguna y el pasado de su propio padre. Realidad o alucinación de la que el mismo protagonista nunca esta seguro que sea provocada por el mismo proceso al que se esta sometiendo para recuperar su inspiración o por un fantasma que lo persigue sin darle tregua.
El mundo en el que se mueve Bastian oscila entre el esnobismo de los intelectuales de moda, el abuso de las drogas, el mundo descarnado del lumpen de los camellos de barrio y las referencias al un sexo meramente instintivo entremezclado con alusiones escatológicas, en esa vorágine que provoca una percepción enajenada por la falta del polvo blanco, hasta los aires malsanos de una paisaje castellano desolado, que encierra un terrible secreto ligado a la casa familiar y leyendas que se remontan muy atrás.
Los personajes protagonistas nos resultan familiares y son a la vez levemente esquivos. Sus historias podrían constituir por si solos cuentos cerrados, no necesitan un antes, ni un después. Descritas con una prosa de imágenes brillantes entre las que se filtra sin descanso esa realidad sucia o las relaciones cotidianas mas anodinas que de alguna manera todos podríamos hacer nuestras.
Creemos, hasta muy avanzada la historia, que todo lo que domina la trama son las secuelas del proceso de desintoxicación y de repente en un giro de timón, Ariel Capone nos convoca a un horror de referencias clásicas, primigenio y a unos monstruos del pasado que cobran corporeidad al ser convocados por un recuerdo que no le pertenece, pero que su padre le ha dejado en herencia.
Una herencia de la que debe hacerse cargo para reconciliarse con él mismo, con su pasado y para recobrar la imaginación creativa.
Y sin embargo nada es lo que parece, solo el horror se mueve en fino perfil de lo tangible y el fantasma que lo convoca deviene en una realidad impensable.
Tiene la novela un estilo impactante, en continuos guiños al lector. Ha construido su autor una novela diferente a partir de situaciones iniciales ambiguas, para dejarnos al final respirando de ansiedad en un desenlace inesperado. Posee también un sentido del humor que amortigua la tensión. Merece destacarse la relación con su perra Blanche, a la que dota de un personalidad casi humana, obsesiva e histérica, pero también protectora y familiar.
Creo que es una excelente novela de género.
Este libro es impresionante. Te engancha desde la primera página.
ResponderEliminarJulia,
ResponderEliminaruna exposición maravillosa.Gracias por colgarla.
Este tipo es un valor (Ariel Capone) en alza y debemos apoyarle y leerle.
Eki
¡Me encantó la reseña, Julia!!! Tomo nota.
ResponderEliminarDoy fe que Ariel Capone lleva esta reseña dobladita en la cartera y la va enseñando cual padre hace con las fotos-carné de sus nenes...
ResponderEliminarQue exagerado eres
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