Reniego de los servicios hechos al rey de Castilla por mis padres y mis abuelos.
Reniego de los servicios que hice antes de salir de España al infame rey de Castilla.
Reniego por tercera vez contra los servicios que de obra hice en el camino de Indias y en las Indias mismas al rey follón de Castilla don Felipe II.
Reniego con mi fe y mi honra y mi vida y a costa de lo que sea de la servidumbre que a mí y a otros ha impuesto el rey don Felipe II, que no lo es ya mío ni lo será de vuesas mercedes si siguen mi buen consejo.
Reniego del príncipe de Asturias, y de su padre Felipe II, de su esposa la reina y de todos sus hijos e hijas que pudieran haber y llegaran un día a llevar en la cabeza la corona de Castilla.
Reniego de mi naturaleza de súbdito del imperio de Felipe II.
Reniego de mi nombre de español y me halago con llamarme marañón y peruano y todo para mejor descartarme de la servidumbre al rey malsín Felipe II.
Reniego de un rey y de unos ministros que en el nombre de Dios hacen el servicio de Satanás en España y en las Indias.
Reniego de Felipe II por injusto, mal aconsejado, criminal y ladrón.
Reniego de Felipe II por todas las cosas antedichas y otras muchas que cada uno de vuesas mercedes piensa y con las cuales convengo, ya que a todos nos hizo oferta e injusticia en hacienda y en consideración y en retribuirnos mal por bien.
Reniego de la monarquía castellana para hoy y mañana y para siempre y conmigo reniegan los hijos que pueda haber y los que he habido.
Reniego del rey incapaz y cobarde que vive entre engaños mientras nosotros perdemos la vida y el decoro en estas tierras ignoradas por él.
Y así pues digo y os pido a vuestras mercedes que digan conmigo: ¡Muera el rey felón!
Los caprichos del mercado a veces resultan inexplicables. Que una novela como La aventura equinoccial de Lope de Aguirre no sea más leída en España constituye todo un misterio, ya que de entrada tendría todos los puntos para ser una de esas obras destinada long-seller, una novela capaz de vender durante años y años miles de ejemplares. Sin embargo, la realidad es que fue una novela que en determinados momentos estuvo descatalogada y hoy en día resulta realmente complicado encontrarla en librerías, inundadas sin embargo de novela histórica. Buscar explicación a estas cuestiones suele ser trabajo estéril, pero quizás tenga que ver con el paulatino olvido en el que ha ido cayendo su autor, que pasó en pocos años de alcanzar altas cotas de éxito a tener sus libros descatalogados. La tesis de Nancy constituyó en su día todo un éxito de ventas y se alababa su fino sentido del humor basado en el contraste entre dos culturas tan dispares como la norteamericana y la andaluza, y todos los tópicos que rodean a ambas; su Réquiem por un campesino español fue (y todavía es) un magnífico retrato de la tragedia de la Guerra Civil española en la sociedad rural de la época. Un libro imprescindible para alcanzar a entender algo de aquel momento clave de nuestra historia reciente, que va mucho más allá de una mera exposición de horrores y desgracias, profundizando en las extrañas relaciones que a veces se establecen entre las personas y los conflictos internos que las atormentan. Un libro leído y releído durante décadas en los centros de enseñanza de este país. Si a ésto añadimos que en el año 1969 fue galardonado con el Premio Planeta por su obra En la vida de Ignacio Morell, no podemos decir que Ramón J. Sender fuera un autor sin prestigio en este país.
Centrándonos en La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, las razones por las que esta obra ha caído en cierto olvido resultan todavía más complicadas de entender. En primer lugar porque es una excelente novela, llena de ingredientes que hacen de ella una auténtica delicatessen, no sólo para el lector de novela histórica, sino para cualquier lector curioso y amante de la buena literatura. Y en segundo lugar, porque sabiendo del prestigio que goza en este país la novela histórica, resulta incomprensible que sus lectores le hayan dado la espalda. Quizás la prosa de Sender, los hechos que narra, las reflexiones que salpican el libro, su tempo lento en ocasiones, y lo claustrofóbico de las descripciones amazónicas pueden retraer a algunos amantes del género que busquen con gusto las convenciones más habituales, sentirse cómodos en un lugar conocido. Sin embargo, pocas novelas como esta resultan tan "de género" y, al mismo tiempo, tan capaces de trascender cualquier tipo de etiqueta.
La aventura equinoccial de Lope de Aguirre es una historia de auténtica locura, y como tal se nos muestra desde un principio, cuando se nos cuenta la forma en que el capitán Pedro de Ursúa se prepara para la búsqueda de la mítica ciudad de El Dorado. Todo hace presagiar su desgracia, provocada en parte por su soberbia, por su exceso de confianza a la hora de dominar a aquella partida de desalmados de la que se componía su expedición, y por adormecerse en brazos de la mestiza Inés de Atienza, a la que llevaba como amante. Inés de Atienza resulta ser un personaje clave, por lo anacrónico de su carácter: mestiza orgullosa de su condición de manceba, entregándose incondicionalmente a su amor por Ursúa, lo que provocará la desconfianza de los miembros de la expedición marañona, así denominada por iniciarse recorriendo el río Marañón.
Lope de Aguirre es un ser envidioso, falto de escrúpulos, traidor, cojo y de cuerpo pequeño y enjuto, alguien que no pasaría de ser un secundario en esta historia, de no ser por su enorme capacidad de sacrificio y del halo casi místico que le rodea, de una fortaleza de carácter, a la que resultaba difícil sustraerse para todos aquellos que le rodeaban. Algo que apenas se revela hasta el momento en que decide traicionar a Ursúa.
Inés de Atienza fue pronto fuente de conflictos y envidias a pesar de no ser la única mujer de la expedición - el propio Lope se hacía acompañar de su hija Elvira, una mestiza de catorce años y a "una sirvienta llamada Torralba, viuda de vida dudosa, a quien Lope había redimido más o menos" - y dio pie a las primeras críticas de Lope, que prendieron rápido y fueron el germen de la traición de Aguirre, fruto de la envidia, de la dureza de la marcha y del deseo carnal que la mestiza Inés despertaba entre aquellos hombres demasiado baqueteados por la guerra y la vida, auténtica carne de cañón de los años de la conquista. Hombres duros, capaces de asesinar por una hembra, pero incapaces de reconocer a las claras su traición: temerosos del peligro que corre su gaznate buscan justificación a su crimen en el mal gobierno de Ursúa. Salvo Aguirre, que tiene las agallas suficientes para reconocer su condición de traidor, atreviéndose a firmar como "Lope de Aguirre, traidor" en el documento que se firma tras el asesinato de Pedro de Ursúa, para alarma de los demás participantes en la expedición, que elaboran un documento en el que la traición se intenta revestir como una especie de "servicio al rey", por el mal gobierno de Ursúa. Por entonces la situación de Inés de Atienza ya es desesperada: nada queda de su orgullo y su fortaleza, y tan sólo parece aguardar la inminente llegada de su muerte.
A partir de ese momento empieza la locura: Lope inicia una escalada de poder que le llevara a cometer un asesinato tras otro, amparado en su particular guardia de confianza compuesta por los negros que componen la expedición, auténticos verdugos de sus caprichosas ejecuciones. Asesina a sus rivales, aquellos que le cerraban el camino hacia sus ansias reales (nada menos que la conquista del Perú, con la subsiguiente secesión de la corona española), asesina a Inés de Atienza por las disputas que genera entre la expedición, y luego se instala en él la paranoia. Uno a uno va a ejecutando de forma cruel y traidora, a todo aquel que le despierte una sombra de duda: sus lugartenientes, alguien que hace un comentario inadecuado, o que se aleja inoportunamente del campamento... Lope de Aguirre actúa como un Stalin desquiciado, incapaz de fiarse de nadie ni de nada, sospechoso de cualquier gesto o palabra. Porque La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, en el fondo es también una reflexión acerca del poder y la gloria, y de como el afán desmedido por alcanzarlas puede corromper incluso a los más fuertes. Y es que ambas cosas anhela Aguirre, el Loco:
La expedición se convierte en un infierno para los marañones: a los crímenes de Aguirre se suma el calor de la selva amazónica, las picaduras de los insectos, los ataques de los indios, el hambre atroz, la enfermedad, la lluvia constante... Pero Lope resiste. Se muestra constantemente armado, apenas come ni duerme, no se quita su cota ni para descansar, empieza a parecer alguien tocado por una locura divina.
La marcha continúa hasta la Isla Margarita, en donde valiéndose una vez más de la traición, Lope toma la isla, arrasándola, cometiendo todo tipo de crímenes y recreándose en las más sangrientas ejecuciones de todo tipo de personas: gobernador, mujeres, sus propios hombres, civiles... Nada llega para saciar su sed de sangre. Y de nuevo un personaje femenino saca a relucir su carácter indómito. O más concretamente dos, que ponen en parte freno a sus desmanes: la anciana y medio loca gobernadora oficiosa de la isla (también en parte revestida de cierto aura de misticismo), y una mujer, madre de un joven cuya muerte causó el propio Aguirre. Ambas son las únicas personas capaces de proclamar su verdad a el Loco, maldiciéndolo. Por fin Lope da muestras de duda, intimidado por la fuerza de la justicia de dos mujeres sin miedo a nada, capaces plantarle cara, algo que ningún hombre osó. Lope por primera vez muestra temor ante algo que considera sagrado: la maternidad.
En Isla Margarita comienza el final de la cruel y disparatada aventura de Lope: hace coser banderas negras con espadas rojas entrecruzadas que sus hombres, desorientados, asocian con la piratería, contribuyendo a las dudas sobre la empresa de Aguirre. Empiezan las deserciones, la huida de la muerte que acompaña a todo aquel que se muestra próximo a el Loco. Pero Lope continúa tentando la suerte, los elementos, al propio Dios, despreciando su compasión, desafiándolo a que le de muerte. Aguirre se manifiesta como la encarnación del Mal en estado puro, algo que ya se aprecia en la constante justificación que acompaña a sus crímenes: cualquier monarca europeo comete más crímenes de los que él cometerá en su vida, o eludiendo su responsabilidad sobre la muerte de sus rivales:
La aventura de Lope acaba como sólo una historia tan desquiciada puede acabar: siendo traicionado, asesinado por aquellos que lo respaldaron en sus crímenes, pero mantiene el tipo a pesar de todo, alardeando de lo inútil del primer tiro que recibe, y alabando la eficacia del segundo. Sería decapitado, y su cabeza expuesta en Tocuyo hasta convertirse en calavera, y su cuerpo descuartizado y repartido por los caminos. Pero ésto no fue antes de que, sabiéndose perdido, el Loco hiciera honor a su apodo asesinando a puñaladas a su propia hija, el único ser por el que sentía algún afecto en el mundo, ya que "no quería que la conocieran por "la hija del traidor" ni se quedara para colchón de rufianes"; incluso anteriormente a eso, se atreve a escribir una carta a Felipe II, dejando bien claras su particular visión de las cosas, zanjando a su manera las cuentas pendientes que consideraba que tenía con su rey.
Ramón J. Sender construye una crónica ficcionada de la aventura del pirata Lope de Aguirre (así lo considera Gerardo González de Vega en su magnífico ensayo sobre la piratería española, Mar Brava) sobre una sólida base documental, que en absoluto entorpece el desarrollo de la historia, a cuyos datos es el autor absolutamente fiel; sin duda gracias a la abundante bibliografía que se conserva, incluso de alguno de los propios participantes de la expedición que huyó de la quema cuando la aventura de Aguirre se fue evidenciando como imposible. Pero además Sender aprovecha para introducir en su relato constantes datos antropológicos y lingüísticos sobre las poblaciones indígenas con que se encuentra Lope a lo largo del Amazonas, y que contribuyen a enriquecer la narración, haciéndonos entrar de lleno en la disparatada y sangrienta aventura de el Loco Aguirre, estremeciéndonos a cada paso en compañía de un grupo de desesperados, de hombres sin escrúpulos que sólo vivieron para matar y morir en beneficio de un monarca que los ignoraba, sin más pago a sus fatigas que la desdicha, pero que lograron, aún en la locura y la derrota, un pequeño triunfo sobre la muerte, el dolor y el olvido:
Lope de Aguirre es un ser envidioso, falto de escrúpulos, traidor, cojo y de cuerpo pequeño y enjuto, alguien que no pasaría de ser un secundario en esta historia, de no ser por su enorme capacidad de sacrificio y del halo casi místico que le rodea, de una fortaleza de carácter, a la que resultaba difícil sustraerse para todos aquellos que le rodeaban. Algo que apenas se revela hasta el momento en que decide traicionar a Ursúa.
Inés de Atienza fue pronto fuente de conflictos y envidias a pesar de no ser la única mujer de la expedición - el propio Lope se hacía acompañar de su hija Elvira, una mestiza de catorce años y a "una sirvienta llamada Torralba, viuda de vida dudosa, a quien Lope había redimido más o menos" - y dio pie a las primeras críticas de Lope, que prendieron rápido y fueron el germen de la traición de Aguirre, fruto de la envidia, de la dureza de la marcha y del deseo carnal que la mestiza Inés despertaba entre aquellos hombres demasiado baqueteados por la guerra y la vida, auténtica carne de cañón de los años de la conquista. Hombres duros, capaces de asesinar por una hembra, pero incapaces de reconocer a las claras su traición: temerosos del peligro que corre su gaznate buscan justificación a su crimen en el mal gobierno de Ursúa. Salvo Aguirre, que tiene las agallas suficientes para reconocer su condición de traidor, atreviéndose a firmar como "Lope de Aguirre, traidor" en el documento que se firma tras el asesinato de Pedro de Ursúa, para alarma de los demás participantes en la expedición, que elaboran un documento en el que la traición se intenta revestir como una especie de "servicio al rey", por el mal gobierno de Ursúa. Por entonces la situación de Inés de Atienza ya es desesperada: nada queda de su orgullo y su fortaleza, y tan sólo parece aguardar la inminente llegada de su muerte.
A partir de ese momento empieza la locura: Lope inicia una escalada de poder que le llevara a cometer un asesinato tras otro, amparado en su particular guardia de confianza compuesta por los negros que componen la expedición, auténticos verdugos de sus caprichosas ejecuciones. Asesina a sus rivales, aquellos que le cerraban el camino hacia sus ansias reales (nada menos que la conquista del Perú, con la subsiguiente secesión de la corona española), asesina a Inés de Atienza por las disputas que genera entre la expedición, y luego se instala en él la paranoia. Uno a uno va a ejecutando de forma cruel y traidora, a todo aquel que le despierte una sombra de duda: sus lugartenientes, alguien que hace un comentario inadecuado, o que se aleja inoportunamente del campamento... Lope de Aguirre actúa como un Stalin desquiciado, incapaz de fiarse de nadie ni de nada, sospechoso de cualquier gesto o palabra. Porque La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, en el fondo es también una reflexión acerca del poder y la gloria, y de como el afán desmedido por alcanzarlas puede corromper incluso a los más fuertes. Y es que ambas cosas anhela Aguirre, el Loco:
Aquella su fama de loco era una manera de gloria, aunque fuera en el fondo bastante mezquina y vil, y se veía que el no haber conseguido otra lo traía inquieto.
La expedición se convierte en un infierno para los marañones: a los crímenes de Aguirre se suma el calor de la selva amazónica, las picaduras de los insectos, los ataques de los indios, el hambre atroz, la enfermedad, la lluvia constante... Pero Lope resiste. Se muestra constantemente armado, apenas come ni duerme, no se quita su cota ni para descansar, empieza a parecer alguien tocado por una locura divina.
La marcha continúa hasta la Isla Margarita, en donde valiéndose una vez más de la traición, Lope toma la isla, arrasándola, cometiendo todo tipo de crímenes y recreándose en las más sangrientas ejecuciones de todo tipo de personas: gobernador, mujeres, sus propios hombres, civiles... Nada llega para saciar su sed de sangre. Y de nuevo un personaje femenino saca a relucir su carácter indómito. O más concretamente dos, que ponen en parte freno a sus desmanes: la anciana y medio loca gobernadora oficiosa de la isla (también en parte revestida de cierto aura de misticismo), y una mujer, madre de un joven cuya muerte causó el propio Aguirre. Ambas son las únicas personas capaces de proclamar su verdad a el Loco, maldiciéndolo. Por fin Lope da muestras de duda, intimidado por la fuerza de la justicia de dos mujeres sin miedo a nada, capaces plantarle cara, algo que ningún hombre osó. Lope por primera vez muestra temor ante algo que considera sagrado: la maternidad.
En Isla Margarita comienza el final de la cruel y disparatada aventura de Lope: hace coser banderas negras con espadas rojas entrecruzadas que sus hombres, desorientados, asocian con la piratería, contribuyendo a las dudas sobre la empresa de Aguirre. Empiezan las deserciones, la huida de la muerte que acompaña a todo aquel que se muestra próximo a el Loco. Pero Lope continúa tentando la suerte, los elementos, al propio Dios, despreciando su compasión, desafiándolo a que le de muerte. Aguirre se manifiesta como la encarnación del Mal en estado puro, algo que ya se aprecia en la constante justificación que acompaña a sus crímenes: cualquier monarca europeo comete más crímenes de los que él cometerá en su vida, o eludiendo su responsabilidad sobre la muerte de sus rivales:
Yo no doy muerte a nadie; Dios nos la ha dado a todos, y lo único que yo hago con mis enemigos a veces es adelantar un poco el calendario.
Lo mismo que los árboles de la selva, la prosperidad de uno es la muerte de otro. Mata la Iglesia, mata el rey y mata el encomendero. Y a menudo con menos motivos que yo.
Luego desafiaba a Dios a darle enfermedades y decía que habría de matar él más gente con la espada que Dios con la peste.
La aventura de Lope acaba como sólo una historia tan desquiciada puede acabar: siendo traicionado, asesinado por aquellos que lo respaldaron en sus crímenes, pero mantiene el tipo a pesar de todo, alardeando de lo inútil del primer tiro que recibe, y alabando la eficacia del segundo. Sería decapitado, y su cabeza expuesta en Tocuyo hasta convertirse en calavera, y su cuerpo descuartizado y repartido por los caminos. Pero ésto no fue antes de que, sabiéndose perdido, el Loco hiciera honor a su apodo asesinando a puñaladas a su propia hija, el único ser por el que sentía algún afecto en el mundo, ya que "no quería que la conocieran por "la hija del traidor" ni se quedara para colchón de rufianes"; incluso anteriormente a eso, se atreve a escribir una carta a Felipe II, dejando bien claras su particular visión de las cosas, zanjando a su manera las cuentas pendientes que consideraba que tenía con su rey.
Ramón J. Sender construye una crónica ficcionada de la aventura del pirata Lope de Aguirre (así lo considera Gerardo González de Vega en su magnífico ensayo sobre la piratería española, Mar Brava) sobre una sólida base documental, que en absoluto entorpece el desarrollo de la historia, a cuyos datos es el autor absolutamente fiel; sin duda gracias a la abundante bibliografía que se conserva, incluso de alguno de los propios participantes de la expedición que huyó de la quema cuando la aventura de Aguirre se fue evidenciando como imposible. Pero además Sender aprovecha para introducir en su relato constantes datos antropológicos y lingüísticos sobre las poblaciones indígenas con que se encuentra Lope a lo largo del Amazonas, y que contribuyen a enriquecer la narración, haciéndonos entrar de lleno en la disparatada y sangrienta aventura de el Loco Aguirre, estremeciéndonos a cada paso en compañía de un grupo de desesperados, de hombres sin escrúpulos que sólo vivieron para matar y morir en beneficio de un monarca que los ignoraba, sin más pago a sus fatigas que la desdicha, pero que lograron, aún en la locura y la derrota, un pequeño triunfo sobre la muerte, el dolor y el olvido:
Ahora, cuatro siglos después, cuando en las noches oscuras se levantan de las llanuras y pantanos de Barquisimeto, Valencia y lugares de la costa de Burburata, fuegos de luz fosfórica que vagan y se agitan a los caprichos del viento, los campesinos cuentan a sus hijos que allí está el alma errante de Lope de Aguirre "el Peregrino", que no encuentra dicha ni reposo en el mundo.
¡Excelente artículo! Ahora tendré que leer este libro como sea; sólo lo conocía por la adaptación cinematográfica que hizo Carlos Saura, pero estoy segura de que me encantará este personaje rebelde y enloquecido y su disparatada gesta. Buenísima tu aportación, Gabriel.
ResponderEliminarMil gracias, Sue. Vi la película de Saura hace años, y también la de Herzog, pero te aseguro que se quedan cortas plasmando lo que fue la aventura o reflejando el libro.
ResponderEliminarCreo que es una excelente lectura. Te animo a que lo leas. Es breve y lleno de chicha :)
Besos.
PUes no me queda más remedio que subirlo en la pila, que ya hace tiempo que lo tengo pendiente, pero después de este articulazo urge ponerse con él.
ResponderEliminarHaidé
Gracias, Haidé, creo que te gustaría este libro. No lo afirmo tan rotundamente como lo hice con El quinto en discordia, pero me atrevo a arriesgarme. Entre otras cosas porque ya lo tienes en casa :)
ResponderEliminarBesos.
Un artículo muy bueno. Enhorabuena.Para mí Sender es un grandísimo escritor de novela histórica (y no sólo de este género) muy por encima de los autores de best-seller actuales.Por citar otros títulos: Imán (sobre el desastre de Annual), Mr. Witt en el cantón (sobre el levantamiento cantonal de Cartagena y Premio Nacional de literatura en 1935),El bandido adolescente (sobre Billy el niño), Bizancio (sobre la expedición de los Almogávares), Carolux Rex (sobre Carlos II)... La mayoría de ellos puede encontrarse en las librerías(pero hay que buscar mucho), pues aunque, como bien dices, es un autor hoy bastante olvidado, no deja de tener su público fiel. El libro que comentas es uno de mis imprescindibles. Gracias por sacar a la luz una parte de este autor genial. Sólo una cuestión más; es muy común (incluso en Huesca) escribir (y pronunciar) Sénder, sin embargo es aguda: Sender (y por tanto sin tilde). Saludos, Manuel.
ResponderEliminarMil gracias por el comentario, Manuel. Y gracias también por la corrección. Efectivamente, por más que tantas veces pronunciemos Sénder, su apellido de procedencia catalana es Sender. No es la primera vez que me encuentro con esta puntualización y sin embargo me temo que somos animales de costumbres y a mí me ha traicionado el subconsciente. Lo corrijo de inmediato :)
ResponderEliminarUn saludo.
No Conchi, el apellido, según la mayoria de los rastros que hay es de procedencia aragonesa. Todo lo que se encuentra termina por remitir a antecedentes aragones de la provincia de Huesca.
ResponderEliminarMis disculpas, Julia. Lo cierto es que no ando muy al tanto en este tipo de cuestiones. Simplemente di por bueno lo que Carmen Laforet escribió en su día en el prólogo de esta novela: "Raíz catalana en su apellido y hondas raíces aragonesas en su ascendencia y en su contacto primero con la tierra".
ResponderEliminarParece que una tilde mal colocada dio lugar a una sucesión de errores: no me llamo Conchi :)
Saludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarsacais lo peor de mi, XD
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