El paraíso en la otra esquina - Mario Vargas Llosa


Frandel

Aproximación biográfica a la vida de dos personajes que alternan, capitulo a capitulo, sus semejanzas y contrastes en busca de un ideal.



Flora Tristán, activista pionera tanto en la lucha por la emancipación de la mujer como de la clase obrera en la Francia de la primera mitad del siglo XIX, comprometerá primero la pluma al servicio de su causa, llegando a publicar diversos textos: Peregrinaciones de una paria (1837), Méphis (1838) y Promenades dans Londres (1840), este último concebido como fuente de denuncia de la injusticia percibida en las condiciones de vida de la clase trabajadora, y una fuerte diatriba contra el capitalismo como causa de tal estado de cosas. Igualmente publicará diversos artículos periodísticos, (Revue de Paris, L'Artiste y Le Voleur) que adquirieron cierta notoriedad en la sociedad francesa. Concibe seis años antes de la publicación del Manifiesto Comunista la idea de que solo la unión internacional de los obreros sería la fuerza capaz de transformar el modelo político y social imperante, idea que desarrolla en un librito de carácter ideológico que logra publicar ella misma por suscripción popular L'Union Ouvrière (1843).

En los últimos años de su vida se implica en una acción de reforma organizativa e ideológica de propio cuño, en dialogo personal y directo con los que sufren. Ella se significará como la única mujer en su tiempo capaz de abanderar una tarea semejante. Paul Gauguin, precisamente nieto de Flora Tristán (a la que no conoció), a partir de su búsqueda interior dejará abierto un cauce expresivo nuevo en la concepción de la pintura constituyendo un hito universalmente reconocido en su evolución. La narración transcurre paralelamente por los avatares de dos trayectorias bien diferentes en su orientación última, pero bajo el denominador común de una tenacidad a contracorriente producto de una fuerza interior que sostiene a dos espíritus genuinamente rebeldes, y muestra además el universo (para mí fascinante) que les sirve de contexto, a la vez de replica contradictoria y de asentamiento en su acción. En torno a Flora Tristán, que parte de la condición de ser mujer, obrera e hija ilegitima, con las connotaciones de limitación que supone en su momento histórico -en tantos casos bien puede decirse limitación inhumana y alienante-, a las que añadirá ser esposa y madre que decide romper la sordidez de su vida matrimonial abandonando a su marido en un momento en que prohibido el divorcio su acción está fuera de la ley, se va desvelando, en consonancia con las grandes novelas del siglo XIX, un universo que gira imbricando su vida personal con la denuncia de la injusticia y de las relaciones económicas y de poder imperantes, así como va mostrando al paso el desarrollo de los primeros movimientos de reforma que se proponen como solución(posteriormente nominados bajo el epígrafe común de socialismo utópico, representados por Fourier, Saint Simon, Etienne Cabet, Owen) con los que Flora se relaciona, aun cuando disiente en fondo y forma, llegando a proponer, antes de la publicación del Manifiesto comunista, una transformación basada en el protagonismo directo de los trabajadores, mediante la Unión Obrera, en clara ruptura con un reformismo que confía en que la transformación ética de la propia burguesía operaría el cambio. La narración así pues transcurre, por las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera, sus propios recelos respecto a las propuestas de cambio, el miedo y también su naciente impulso transformador, al igual que por la moral y las relaciones entre hombre y mujer de toda condición social y de paso por las relaciones con los movimientos utópicos, sus personajes y sus ideas facilitando al lector las pinceladas de contraste ideológico entre ellos y dibujando el panorama de un momento tan poco conocido para el gran público como de interés actual, siquiera sea para mostrar el germen de evoluciones posteriores. Ahora bien la desazón que impulsa la rebeldía de Paul Gauguin se produce como un verdadero contrapunto a la de Flora Tristán. La alternancia expositiva de las dos historias dan a la novela un cierto aire musical de fuga donde sujeto y contra sujeto se hacen sonar alternativamente por distintas voces como si se tratara de una composición de J.S.Bach. Si Flora siente en carne propia las limitaciones de su condición cultural de mujer, Paul es varón, y si Flora tiene que ganarse la vida ocupándose en un taller de imprenta y percibe desde muy pronto los sinsabores de la carencia material y el sufrimiento de su entorno, Paul al tiempo de su revolución interior es un asentado burgués de reconocido prestigio profesional como agente de bolsa con un excelente nivel de renta. Si Flora accede a un matrimonio presionada por su madre con un personaje alcohólico, insensible y sórdido que pronto se propone a sus ojos como salteador de su propio cuerpo, Paul ha tenido el acierto de venir a seducir a una linda y culta jovencita danesa de buena familia a la que persigue y conquista por amor, y que en el mejor panorama concebible como diseño de una felicidad “normal” le da una familia ordenada y asentada con cinco hijos. Desde esta posición experimenta un sentimiento de insustancialidad vital que le proyecta en el orden personal a la búsqueda interior de un ideal expresivo en el que salvar su vitalidad. En este punto se encuentra con la pintura como una revelación, y a través de Pisarro entra en contacto con el mundo de los impresionistas. Bien podría decirse que avant la lettre emparenta con los postulados del malestar en la cultura, proponiéndose como ideal expresivo devolver a la pintura la intima unión con la totalidad de la vida que tenía antes de ser mediatizada por las formas disociantes y represivas de la cultura occidental. Él quiere ser un primitivo y llegar a pintar como un primitivo, y su empeño le llevará a buscar las raíces expresivas en la cultura maorí en Taití, pero viendo que la colonización ha desdibujado ya el modo de vida originario aún irá en su busca más lejos: a las Islas Marquesas. Un recorrido geográfico trasunto de un recorrido interior. Pero más allá de eso y al hilo de cada salto en la vida de los personajes, de su particular lucha, la novela va impregnando la atmósfera del lector con una pregunta: ¿Dónde está el paraíso? Y acaso: ¿hacía donde dirige su mirada el lector cuando sale en su busca? Una cosa resulta clara, si el paraíso se propone como la mezcla de todos los bienes menos la fruta prohibida, la vida de nuestros personajes se propone como la de todos los sinsabores menos el logro de su objetivo ideal, para ellos más urgente, más necesario que cualquier forma de acomodación, perseguido casi sin transacción alguna con su medio social, con sus relaciones amorosas e incluso con el dolor físico en la enfermedad. Su busca nos llega teñida, valga la expresión, parodiada como una obstinación más allá del principio del placer. En un mundo, el nuestro en el que la publicidad, pincelada a pincelada, aun trazada con desgana cuando ni siquiera nos damos cuenta, va dibujando con trazos firmes un paraíso necesario de confort y de la significación personal que se deriva del estándar de bienestar que nos sirve de identidad social. ¿Quizás nos relegaría desafiar este concepto a la condición de parias como asumió Flora Tristán en el titulo de su primer libro? Ellos, hijos de un tiempo de utopías, ¿Fueron salvados o condenados por su afán? Y nosotros, hijos del siglo XXI, ¿Qué tenemos derecho a soñar?


Bibliografía: El paraíso en la otra esquina, Mario Vargas Llosa. Editorial Alfaguara, Colección Hispánica. 488 páginas.

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