Cees Nooteboom, el viajero de las letras - Luis Ángel Oliva París (Fley)



Hablar de Ceees Nooteboom (La Haya, 1933) es hacerlo de un escritor que ha creado una visión propia, particularmente cosmopolita y globalizada, de las formas de pensamiento literarias como pocos lo habían hecho hasta ahora. Autor de una cincuentena de obras, Nooteboom se ha convertido en el más importante e internacional autor neerlandés de los últimos treinta años. Y si por algo es conocido entre toda su producción guiones, poemas, ensayos y novelas, lo es por la relación que los viajes tienen con sus libros.

Nooteboom es un viajero incansable, que no se cansa de repetir que la receta perfecta para un viaje inolvidable es alejarse del concepto de “turista” y perderse en los lugares visitados. Brasil, Japón, África, Estados Unidos... el grueso de su obra, tal y como él mismo asegura, se ha producido a lo largo de sus viajes. Se crea así un precedente, el del autor que no sólo escribe acerca de sus viajes, si no que escribe mientras viaja y no necesariamente del lugar en el que lo hace. Así pues es bien posible que una de sus últimas obras,En las montañas de Holanda (2009, Siruela) cuya historia se desarrolla en una hipotética Holanda (un país llano exento de cordilleras) se escribiera durante una de sus largas estancias en los conventos benedictinos del norte de España, o que su libro Desvío a Santiago (1992, Siruela) sobre su paso por el camino de Santiago, se escribiese en su segundo lugar de residencia habitual, Menorca. La facilidad con la que escribe parece ser directamente proporcional a su necesidad de mantenerse en movimiento constante, como la necesidad fisiológica de un escualo cuya circulación sanguínea se basa en no dejar de nadar.

No hay en los libros de Noteboom una certeza espacial auténtica, y eso los sitúa en una suerte de limbo nebuloso tan atractivo como ensoñador. Un ejemplo de ello es Rituales (1980, Anagrama). Ambientada en Amsterdam, es la historia de un hombre con una idea de sí mismo distante y desesperanzadora que conoce a varios tratantes de arte, uno de ellos especialmente obsesionado con la huida de la arbitrariedad del destino y a otro con una fijación enfermiza sobre el arte asiático y los rituales milenarios y ordenados que ejemplifica en la compra de un antiguo tazón de té de barro. Éste último nos rememora al autor japonés Tanizaki, y su especial manera de trasmitir el amor de oriente por el recogimiento en El elogio de la sombra y acerca lugares tan aparentemente remotos como lo son Ámsterdam y Tokio, erigiendo entre ambos lugares un puente espiritual en forma de personajes.

Y es que basta leer uno sólo de sus libros para darse cuenta de que Nooteboom vincula a las personas que pueblan sus viajes y les hace a ellos protagonistas. Cede así ante la idea irrefutable de que un círculo invisible se cierra dando por hecho que son esos personajes y los que les precedieron quienes conforman los lugares que visita, siendo a la vez estos lugares los que les conforman a ellos. Para ello Nootebom, como observábamos en Rituales, vincula todos los lugares posibles que el hombre a visitado como parte inalienable de su ser, siendo sólo una la manera por la que se ha contagiado de ellos; la comunicación. Si decíamos que Nootebom hace al autóctono el germen primigenio del lugar, la comunicación con la persona es la unión y por ello el autor neerlandés concede a las palabras el protagonismo que en esta situación merecen. Si se hecha un vistazo a En las montañas de Holanda, se puede constatar la especial relación que tiene el autor con las palabras. Este relato es una suerte de reencuentro con el cuento de Andersen La reina de las nieves, en una ensoñación que discute la realidad constantemente mientras deja que sean las palabras las que recojan y guíen a sus protagonistas a través de una Holanda imaginaria dividida en dos, norte y sur, haciendo un ejercicio profundo sobre el concepto de ficción totalmente sugestivo.

La relación del mítico autor danés con Nooteboom resulta más atractiva si se tiene en cuenta la pasión por España y por los viajes que ambos profesaban. Y es que Nooteboom, que como ya hemos comentado pasa grandes temporadas en Menorca, dedicó a esta isla su libro Lluvia roja ( 2009, Siruela), un compendio de artículos y ensayos sobre su estancia allí, reflexionando sobre todos los temas que inquietan al escritor, el sentido de escribir, la vejez y la cercanía de la muerte, y el por qué los momentos más satisfactorios suelen ser los más humildes. Y en esta línea se podría definir a Nootebom, que no duda en resaltar en cualquier entrevista en castellano que su rimbombante apellido significa “nogal”, como un autor sin pretensiones demasiado alejadas, que casi se ha hecho escritor sin querer y a consecuencia de pretender contar lo que ha visto durante sus viajes en su idioma, y a la vez en todos los idiomas al mismo tiempo, pues como él mismo dice “todo está en relación con todo, y todo evoca recuerdos”.

3 comentarios:

  1. Me han gustado muchas cosas, Fley, sobre todo la cita final y eso de que los lugares que visitamos pasan a forma parte de nosotros. ¡Gracias por descubrirme a este autor! :)

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  2. Seguro que te encantaría, resulta complicado que disguste a quien se acerque a él!

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  3. Madi me dio la pista de este autor, totalmente desconocido para mi. Me fui a la biblio y he terminado con dos y otro que he comprado. Buscando información, vuelvo a casa. Tal vez es lo que el autor dice y otros muchos también, moverse para seguir estando en el mismo sitio.
    Me ha gustado mucho tu comentario. Abrazos

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