Equivocado sobre Japón de Peter Carey. Viaje al corazón del manga - Eduardo M.


Peter Carey viajó a Japón en el año 2002 con el propósito de entrevistar a algunos de los más prestigiosos autores de manga y anime. Además de conocer mejor estas manifestaciones de la cultura popular japonesa, el escritor australiano se proponía afianzar su relación con su hijo de doce años, que lo acompañaría en el viaje. Equivocado sobre Japón, explícitamente subtitulado El viaje de un padre y su hijo, recoge la experiencia.



El escritor Peter Carey confiesa que sus primeras aproximaciones al manga y el anime no tenían otro objetivo que abrir una nueva vía de comunicación con su hijo adolescente, Charley. Sin embargo, sus expectativas se vieron desbordadas por la riqueza y plasticidad de dos medios que sólo conocía superficialmente. El perfil de su público o la percepción social de ambos en su entorno original no coincidían con los de sus teóricos equivalentes en Occidente, el tebeo y la animación, con cuyos respectivos lenguajes encontraba coincidencias pero también divergencias notorias. Al mismo tiempo, no resultaba difícil vincular algunos de los rasgos temáticos y formales de aquellos productos de vocación popular con la cultura japonesa más académica. En definitiva, lo que en principio percibía como un instrumento que le permitiría acercarse a su hijo terminó resultándole interesante en sí mismo.

Cuando el escritor se propone viajar a Japón y conocer personalmente a algunas de las figuras más relevantes del manga y el anime lo hace como un modo de compartir con su hijo una vivencia estimulante, pero también como un medio para satisfacer su propia curiosidad. El viaje se plantea simultáneamente como un puente entre dos culturas y dos generaciones: el manga y el anime serían la “puerta trasera llamativa y luminosa” por la que Carey se propone acceder a “la mansión de la cultura japonesa”, pero también un pretexto para traspasar el caparazón emocional de su hijo adolescente.

Equivocado sobre Japón es, por tanto, la crónica de una relación familiar, pero también de un previsible choque entre culturas que padre e hijo vivirán de manera muy distinta. Carey desmenuza tebeos y películas en busca de una clave interpretativa que le permita encuadrar el manga y el anime en el mosaico de la historia y la cultura japonesas. En sus sucesivas entrevistas con creadores japoneses, el escritor australiano se verá recurrentemente corregido en sus interpretaciones, sin que el profundo respeto que le muestran sus interlocutores deje de traslucir una cierta sorna. Cuando le pregunta a un fabricante de espadas por la faceta espiritual de su oficio éste le responde: “¿Ha estado leyendo libros americanos?”. Su intento de vincular la tradición de los mechas (robots gigantes) con la Segunda Guerra Mundial, la derrota militar de Japón y el miedo a la bomba atómica, despierta las suspicacias de Yoshiyuji Tomino, creador de la serie Mobile Suit Gundam, que le explica que su único propósito era vender robots de juguete. La conclusión de todo ello no es tanto que la cultura japonesa sea inaprensible para un occidental, cuanto que éste debe preguntarse hasta qué punto sus propias ideas están condicionadas culturalmente. Reconociéndose equivocado sobre Japón, Carey acepta que su mirada está dirigida, que encuentra en las ficciones japonesas aquello que busca: una espiritualidad folclórica, la huella imborrable del conflicto armado.

La experiencia de Charley es más directa e intuitiva. La suya es una fascinación que no hace preguntas, sino que acepta la cultura japonesa en su literalidad. Prefiere fotografiarse con los artistas que admira a interrogarlos acerca de su obra. Tiene claro los lugares que quiere visitar y se orienta en un territorio desconocido con sorprendente facilidad. En Tokio, Charley conoce personalmente a Takashi, un joven de su edad con el que había contactado a través de Internet, y la relación entre ambos fluye con naturalidad. Su actitud es la propia de alguien de su edad, probablemente más superficial que la de su padre, pero también más franca y desprejuiciada. Si a lo largo del relato su autoconfianza se ve fortalecida es, en buena medida, al constatar la falibilidad de su padre allí donde él se siente cómodo.

Aunque los errores recurrentes de Carey acerca de la cultura japonesa parecen situarlo en un plano distanciado, su crónica encuentra momentos de una emotividad indiscutible. Uno de ellos es el relato del bombardeo de Tokio en 1945 por parte de un superviviente y su relación con la película La tumba de las luciérnagas. Otro, sin duda, la culminación del viaje de la manera que cualquier aficionado al anime desearía: conociendo personalmente a Hayao Miyazaki, creador de largometrajes de animación tan inolvidables como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro.

Equivocado sobre Japón puede resultar una lectura decepcionante si se aborda como un libro de viajes al uso. Peter Carey renuncia a mostrarse como una autoridad en cualquiera de los aspectos que trata en su libro: no se considera un experto en manga o anime, sino un aficionado, poco más que un neófito; en cuanto a su aproximación a la cultura japonesa, prefiere dejar constancia de sus errores a ofrecer su propia visión sobre aquel país. Es en la búsqueda del otro (otro país, otra cultura, otra generación) en lo que el libro se centra. No exponiendo sus conclusiones, se invita al lector a que extraiga las suyas propias.


Peter Carey (2008): Equivocado sobre Japón. El viaje de un padre y su hijo. Mondadori. Barcelona.

3 comentarios:

  1. Soy un analfabeto en manga donde los haya. Y de Japón sé lo poco que me aportó un cierto acercamiento en mis años mozos. Me temo que podría sentirme fácilmente identificado con Peter Carey.

    Gracias una vez más por acercarnos tu personal visión del cómic, Eduardo.

    Salud ;)

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  2. Uno de los puntos fuertes del libro es que no hace falta estar puesto en manga o anime para disfrutarlo. Carey es neófito en esas disciplinas y, sobre todo, es novelista: sabe construir un relato. De hecho, tengo entendido, aunque no he podido confirmarlo, que Takashi, el amigo japonés de su hijo, es un personaje ficticio, una invención que el escritor se saca de la manga para canalizar mejor la narración.

    Si algún día decides "volver" a Japón quizá este libro te revele algún aspecto interesante.

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  3. Me parece muy interesante el acercamiento del autor a la cultura japonesa, por más que su interpretación no haya sido cabal; sin duda entenderla profundamente supone una tarea muy compleja.
    A veces estas impresiones, cargadas de frescura, son las que resultan inolvidables.
    Envidio ese encuentro con Miyazaki, ohhhh!!
    Tampoco sé mucho de manga, pero he leído algunos que me han prestado (y que me han gustado).

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