El palacio de la memoria de Matteo Ricci. Jonathan D. Spence - MISTRAL




El 14 de enero de este año se inauguraba , por parte de Benedicto XVI , en las salas del Vaticano y con la asistencia de numerosos embajadores , la exposición “En las cumbre de la historia P. Matteo Ricci (1552-1610)”. La noticia me trajo a la memoria el libro del gran sinólogo Jonathan D. Spence y de su libro El Palacio de la Memoria, un título que atrae inmediatamente la mirada. El libro de Spence es mucho más que la vida de Matteo Ricci. Si bien su figura es el hilo narrativo, lo que Spence nos permite es comparar a China y el occidente católico durante el siglo XVI en muchas de sus facetas como el comercio, los viajes navales, el desarrollo científico y las relaciones y rivalidades entre portugueses, españoles, chinos y japoneses. De tal manera que el breve comentario que voy a realizar de la obra es sólo una invitación a su lectura y se centra más en la figura de este singular embajador y su modelo de acercamiento a una civilización milenaria. Matteo Ricci nace en Macerata en 1552 convirtiéndose en novicio de la orden de los jesuítas en 1571. El plan de estudios de la orden, organizado en 1566 era muy estricto, en el nivel inicial de la Facultad de Lenguas, nuestro protagonista tenía 21 años, además de la gramática detallada del latín (se esperaba que los alumnos hablasen entre ellos en esa lengua), tenía iniciación de griego, retórica, poesía e historia. Terminados estos cursos se pasaba a la Facultad de Artes con estudios de lógica , metafísica, filosofía moral y matemáticas. Con su terminación se tenía acceso a Derecho, Medicina, y Teología (la escolástica, histórica, canónica y Sagradas Escrituras). La Regla daba gran importancia a la memoria recomendando que el estudio se vinculara al instinto competitivo que todo joven tiene por naturaleza. Tal vez fuera este instinto el que le llevara a desarrollar su propio sistema personal de “lugares de la memoria”. El sistema no era novedoso ya que numerosos libros hablaban de esta materia: tratados como Ars Memorativa, o autores como Host von Romberch, Guglielmo Grataroli y su sistema tripartito de lugar, objeto y figura. Este sistema que hoy en día parecería inaprensible y abstracto, permitió a Ricci desarrollar una habilidad que le posibilitó el aprendizaje de una lengua por la que lejos de sentirse intimidado, se entusiasmó:


“Últimamente me he dedicado al estudio de la lengua china y le puedo asegurar que es completamente diferente del griego o del alemán. Al hablarla, hay tanta ambigüedad que hay muchas palabras que pueden significar más de mil cosas, y en muchas ocasiones la única diferencia entre una palabra y otra es la forma de pronunciarlas (…)En cuando a estas letras escritas, no podría creerse que existen si no has hubiera visto y utilizado, como yo he hecho.”


Las reglas para crear imágenes mnemotécnicas eran sencillas: 1.Deben de ser imágenes vivas. 2.Suscitar emociones intensas. 3.Su indumentaria debe dar claramente idea de la posición social, oficio, ocupación. 4. Distorsionar los rasgos, lo ridículo, cómico, el júbilo, el dolor. 5. Al ubicar imágenes en el espacio, éste será diáfano. El ojo mental debe recorrer el espacio entre una imagen y la siguiente con una distancia mínima de un metro.

Ricci estudió con cuidado los ideogramas individuales convirtiéndolos (si es preciso subdividiéndolos) en imágenes de la memoria. Tras cinco años en India y Macao, llega a China en 1583 obteniendo permiso para establecerse en Zhaoquing, aquí ya empieza a hablar sin interprete aunque escribe mediocremente. En 1595 habla con soltura y lee casi todo escribiendo un libro de máximas sobre la amistad extraídas de diversos autores clásicos y padres de la Iglesia.

El objetivo de Ricci era introducirse en las élites gobernantes chinas mediante sus construcciones mnemotécnicas , pues sabía lo valioso que era para ellos la capacidad de la memoria. La superación de los exámenes gubernamentales superiores era una durísima prueba , a la que se enfrentaban jóvenes de las mejores familias , pues era un camino seguro a las élites del estado imperial chino. Por tradición ellos utilizaban pautas de repetición y recitación. Impresionando con estas dotes a los chinos esperaba despertar su interés por la cultura de la que era portador y a partir de aquí provocar su interés por Dios. A Matteo Ricci le motivaba un interés misionero pero en este caso dirigido a una clase dirigente que veía a todo extranjero como “huihui”, exótico.

No menos importante en ese puente que Ricci quería establecer eran otro tipo de ciencias como la Matemática y la Geografía. Durante cuatro años tuvo como profesor en el colegio romano a Christophorus Clavius cuyos Elementos de geometría de Euclides se publicaron en 1574. Hombre brillante que creía en el valor del conocimiento científico. Matemático y astrónomo excepcional había llegado a ser amigo de Galileo. Los jesuítas dieron mucha importancia a las ciencias para intentar competir con los colegios protestantes. Ricci resumiría gran parte de lo que Clavius le había enseñado y hubo una notable receptibilidad en las élites chinas hacia las ciencias occidentales (Qu Rukei, Qu Jingchun, Li Zhizao), no porque ellos no tuvieran una larga y compleja historia de investigación, sino porque Ricci ofrecía datos nuevos y perspectivas distintas.

Construyó un mapamundi con topónimos transcritos al chino del que se hicieron muchas ediciones grabadas en madera que obtuvieron gran aceptación. Trabajó posteriormente en su mejora introduciendo los nuevos descubrimientos. Una versión en paneles independientes, ocupaba un lugar en el palacio del emperador Wauli en Pekín.

La técnica de la relojería causó impresión entre los chinos que no habían superado los relojes de la dinastía Song accionados por agua y arena. En cambio en Europa entre 1570 y 1580 con los muelles helicoidales de acero , se progresó rápidamente hacia la miniaturización.

Respecto a sus ideas religiosas, en concreto el confucianismo, Ricci los vio en principio como conversos natos por sus ritos funerarios y ceremonias ancestrales, si bien , tenían una visión panteísta del universo. Sin embargo las aspiraciones de extensión del cristianismo en China se vieron muy recortadas. Tanto confucianismo como budismo estaban muy asentados y la labor didáctica de Ricci era sumamente difícil en la explicación de los dogmas, la muerte y resurrección de Cristo. En este sentido el culto mariano fue mucho más asequible. Frecuentó a algunos de los intelectuales más sugerentes y de mayor talento de la época, en unos despertó admiración y en otros críticas incisivas.

Ricci presentó su interpretación sobre la sustancia del hombre que luego editó en Verdadero significado del Señor del Cielo. En 1608 , publica Diez disertaciones de un hombre paradójico, en donde en forma de diálogo , hace defensa del concepto cristiano de penitencia y toma posición ante las premisas budistas. De hecho debatió con el monje Sanhuai sobre el significado de la creación y la bondad innata de la mente humana. El letrado chino Yu Chunxi respondió a Ricci por carta acusándole de no leer detenidamente las escrituras budistas, y le envió una lista de lecturas fundamentales concluyendo que lo que Ricci únicamente demostraba , es que budismo y cristianismo se solapaban bastante en ámbitos de moralidad.

Matteo Ricci se enfrentó a un país complejo e inmenso en sus dimensiones, muchas veces sus movimientos se entorpecieron por la dificultad en comunicaciones, las relaciones con los portugueses defensores de sus intereses económicos y la propia idiosincrasia del pueblo chino. Sus cartas tardaban hasta dos y tres años en llegar a Europa y la respuesta corría la misma suerte, igualmente hacer llegar cualquier libro u objeto. A esto se añadió en no pocas ocasiones la penuria económica.

Su éxito en la expansión del cristianismo en China a través de sus élites fue tímida; si contemplamos las cifras con la basta población del país, unos 500 convertidos, 400 de ellos sólo en Pekín. Aunque la tarea rebasaba con mucho la vida de una sola persona, lo cierto es que dejó una idea del cristianismo que permitió su crecimiento posterior. En cualquier caso abordó su misión desde el respeto y el entendimiento intelectual. Tras su muerte en 1610 recibió el más alto reconocimiento para un extranjero, una sepultura en la capital concedida por el emperador en las cercanías del Templo de las Cinco Pagodas. Tal como Ricci escribe en su Historia:


“Ocurre a menudo, que quienes viven en una época posterior no pueden captar el momento en el que se originaron las grandes empresas o acciones de este mundo. Yo, que busco sin cesar el motivo de este fenómeno, no he podido hallar más respuesta que ésta, a saber, que todas las cosas (incluidas las que al fin consiguen triunfar poderosamente) son en sus comienzos tan pequeñas y de contornos tan imperceptibles que no es fácil convencerse de que vayan a engendrar asuntos de gran importancia”

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