Hablar de Miguel Delibes es hablar de un buen periodista metido a escritor o de un escritor que se formó a través del periodismo, la realidad es la que es: los libros de este Maestro están escritos como grandes crónicas de un mundo muy pegado a la tierra la cual poco a poco ha ido desapareciendo y que siempre conservaremos gracias a la maravillosa foto que nos deja este Escritor en sus obras.
En “La hoja roja” tenemos un claro ejemplo de todo lo anteriormente citado: a lo largo del libro se pueden apreciar varios registros del castellano del siglo pasado: el de los habitantes de los pueblos, de la ciudad de provincias, de la capital..., ya que el autor escribe situándose en los registros de cada uno de los personajes.
Por otro lado, también describe a la perfección escenas ampliamente conocidas, o incluso vividas, por cualquier lector: narraciones de historias que se repiten una y otra vez, al igual que hacemos en cada reunión familiar o con los amigos (reuniones en las que siempre acabamos contando las mismas anécdotas); blancos paseos de parejas en los cincuenta y sesenta del siglo pasado, sus diversiones que tan sosas nos parecen ahora: comer pipas, ir al baile, hacerse una foto al minuto, ... Es decir, la vida real, sin mas.
La historia se centra en dos personajes: Eloy, funcionario del ayuntamiento recién jubilado, viudo y con su único hijo viviendo en Madrid, y notario a los cuarenta y dos años como le gusta comentar en cada oportunidad que tiene, y la Desi, una chica de pueblo que se marcha a la capital de la provincia para trabajar como sirvienta. Alrededor de ellos va desfilando todo un enjambre de secundarios que vamos conociendo o bien en primera persona o bien por comentarios realizados por los protagonistas.
Cada uno de los actores principales lleva a su espalda un pesado saco: la soledad. Él, después de toda una vida dedicada al trabajo, de un día para otro se encuentra jubilado y sin nada que hacer salvo pasear con el único amigo de la infancia que aún se encuentra con vida, Isaías, con quien recuerda tiempos pasados, y ella que deja su vida marchándose a la ciudad para ponerse a servir. Como no podría ser de otra forma acaban refugiándose el uno en el otro.
El gran problema de esta soledad, tan perfectamente transmitida a lo largo del libro, es la involuntariedad de la misma: ninguno de los dos la busca ni la desea: ella desea un matrimonio con un medio novio que dejó en el pueblo, el Picaza, él volver a sus quehaceres laborales. Pero la vida no es justa y fustiga sus vidas cada vez que parece encarrilarse por los rieles adecuados. Quizás el peor parado sea él que sufre en sus carnes el rechazo de su propia sangre, algo tan habitual en estos tiempos modernos que vivimos, tiempos que nos han traído crueles retrocesos.
Ambos viven atados fuertemente por este sentimiento, mirando cada uno en direcciones opuestas: él mira continuamente hacia atrás y de reojo hacia adelante, sin muchas ganas, puesto que tiene en su mano la hoja roja. Ella, al contrario, mira hacia el frente y de reojo hacia su espalda: cree tener todo un horizonte abierto hacia el cual dirigirse.
Pero el nudo que les ata es marinero y ellos, desgraciadamente, son de meseta adentro.
Cuscurro, es un escrito precioso, se me ha puesto la piel de gallina en los últimos párrafos. Enhorabuena y muchas gracias.
ResponderEliminarHace menos de una hora, terminé mi propia lectúra de esa "hoja roja", lo que me ha tomado al menos 20 horas, visto mis conocimientos del parlar de la gente de por allá alrededor de Valladolid. Aunque, a menudo, hay que ír a tantas a lo que están diciendo los protagonistas, se siente. Al final no hay mucha variación sobre temas como la solitud, la vejez, la pobreza. Pues, es muy claro, esta 1959 un año emblemático, no solemente para España, pero a mí personalmente (yo nacido en el 1949), me parece que empecé en el 1958 el mundo moderno (aunque materialmente mucho menos "pobre"). Se vea muy claramente lo del pueblo y, ¡ya!, cierta decadencia casi como institutionalizada y vinculada con la modernidad, las relaciones familiares. Nos demuestra Miguel Delibes, pienso que, al final, la vida sí, correcto, que tenga relativemente pocas hojas y que más unida son gente de tiempos ...revueltos ya... que los que se han ido con el sputnik, la television y los coches.
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