Ilusiones de papel
Esta novela se basa en la relación epistolar entre dos personas de 65 y 56 años que se conocen a través de un anuncio en el periódico. Aparecen exclusivamente las cartas escritas por él, y resulta interesante ver cómo esta relación comienza y evoluciona a la vez que conocemos a sus protagonistas y su entorno.
“25 de abril de 1979.
Muy señora mía:
Por puro azar tropecé ayer con su mensaje en ´La Correspondencia sentimental´ cuando aguardaba turno en la antesala del doctor.”
Un Delibes ya maduro -cuando escribió este libro en 1983 tenía aproximadamente la edad del protagonista- se pone en la piel de un hombre de 65 años, soltero y recién jubilado, natural de un pueblo castellano denominado Cremanes, que encuentra en la consulta del médico el anuncio de una mujer buscando una relación. Eugenio, que así se llama nuestro sexagenario, no duda en contestar, pues a pesar de la sencillez del reclamo algo en esas palabras le ha llamado poderosamente la atención.
“Señora viuda, de Sevilla, 56 años, aire juvenil, buena salud. 53 kilos de peso y 1 metro 60 de estatura. Aficionada a música y viajes. Discreta cocinera. Con caballeros de hasta 65 años, similares características.”
“25 de abril de 1979.
Muy señora mía:
Por puro azar tropecé ayer con su mensaje en ´La Correspondencia sentimental´ cuando aguardaba turno en la antesala del doctor.”
Un Delibes ya maduro -cuando escribió este libro en 1983 tenía aproximadamente la edad del protagonista- se pone en la piel de un hombre de 65 años, soltero y recién jubilado, natural de un pueblo castellano denominado Cremanes, que encuentra en la consulta del médico el anuncio de una mujer buscando una relación. Eugenio, que así se llama nuestro sexagenario, no duda en contestar, pues a pesar de la sencillez del reclamo algo en esas palabras le ha llamado poderosamente la atención.
“Señora viuda, de Sevilla, 56 años, aire juvenil, buena salud. 53 kilos de peso y 1 metro 60 de estatura. Aficionada a música y viajes. Discreta cocinera. Con caballeros de hasta 65 años, similares características.”
Así se inicia una correspondencia que durará seis meses y acabará convirtiéndose, como el título del libro indica, en cartas de amor. Y es que después de toda una vida de soledad (y celibato) Eugenio parece ver su última oportunidad de amar en la mujer sevillana que, al parecer, colma sus expectativas. Y sin dudarlo abre su corazón, a ella y a nosotros, y relata su vida, sus sueños, sus pequeñas manías y molestias de salud. Sin inventar o mejorar nada, a su manera sencilla y sin pretensiones nos va revelando al hombre que vive en él y que desea tanto esa relación, ese amor que nunca ha tenido ocasión de conocer, como si, ya en la última etapa de su vida, descubriera la intensidad del deseo que nunca colmó anteriormente.
A través de sus cartas, las de él pues las de ella no aparecen, sabemos que quedó huérfano a los tres años, siendo el pequeño de cuatro hermanos, y que su hermana Eloína le cuidó como una madre hasta que murió. Sabemos que tuvo una novia a la que dejó porque su hermana -la misma que tan bien le cuidó- le convenció de lo poco apropiada que era para él. Nos cuenta que entró a trabajar en un periódico y, aun no teniendo preparación, a base de empeño e interés, consiguió ascender y en los años posteriores a la guerra civil sirvió de mediador e hizo una gran labor minimizando las disensiones que surgieron con el Régimen al imponerles un director que controlaba la línea ideológica a seguir, que no era la misma que el periódico había tenido hasta entonces.
Nos habla también de sus amistades: su amigo de la infancia, Ángel Damián, que padece una paraplejia, y Baldomero Cerviño, con quien coincidió cuando trabajaban en el periódico. Se describe físicamente como bajito y con algunos kilos de más y confiesa su gusto por la cocina tradicional y por las cosas sencillas del campo: cuidar el huerto, los paseos... incluso nos da a conocer el centro de su pobre universo erótico, centrado en la visión juvenil de su hermana Rafaela en la terraza, tomando el sol en paños menores.
Hay varios datos que llevan a pensar que la vida de Eugenio tiene cierta similitud con la del autor, incluso su preferencia por lo rural es la misma. Pero el parecido más evidente es el oficio del protagonista, que nos hace recordar los pasos que siguió el propio Delibes. E incluso los nombres de los periódicos en que trabajaron se asemejan: Eugenio en El correo de Castilla, el autor en El norte de Castilla. Si, siguieron pasos similares, no iguales, porque Delibes no fue apolítico como Eugenio y entró en El norte de Castilla no antes de la guerra sino después. Lo que es evidente es que todo lo que se habla de este tema es material que el autor vivió de primera mano, no cabe duda de que recrea el mundo periodístico que fue parte importante de su historia personal.
Es un placer leerle, en este y en otros libros. Esa prosa sencilla y a la vez exclusiva en cuanto a que es un legado de nuestro idioma. Delibes ejerce de custodio de un castellano riquísimo en su variedad, y leer su prosa supone enriquecer el propio vocabulario, repasar sus expresiones y deleitarse con el buen uso que de ellas se hace. Todo amante de nuestra lengua hallará en este autor un valor seguro en cuanto a disfrute formal. Pero no es esta la única habilidad del autor, también sabe despertar y mantener el interés de principio a fin con sus argumentos y en esta obra consigue además hacernos conocer a la mujer protagonista y sus reacciones únicamente a través de las cartas de él, unas veces con referencias claras de lo que ella ha comentado, otras respondiendo a sus preguntas, sus frases sarcásticas o infundadas ofensas.
Es curioso observar la evolución de los personajes, el que habla y el que se entrevé. El que habla, Eugenio, se va apasionando cada vez más, sus expresiones, su manera de dirigirse a Rocío (pues así se llama la sevillana), su impaciencia por conocerla. Paralelamente el personaje de ella, que solo se vislumbra, tiene una evolución distinta pero tan palpable como la de él. Son como dos planos superpuestos y el efecto es la percepción de dos historias paralelas.
Pero al lector lo que le gana es la sinceridad del protagonista que, a pesar de su sexo y edad, recuerda al papel clásico de aquellas doncellas inocentes de la literatura en siglos anteriores que resultaban fácilmente burladas ¿quizá sea esto una ironía hecha a propósito por el autor? Puede ser, porque ironía y notas humorísticas no le faltan a este libro a pesar del dramatismo del argumento. Y es que Eugenio no es perfecto, o es la perfecta imagen del antihéroe: maniático, achacoso, poco atractivo físicamente..., quizá no es el hombre que una mujer desearía para rehacer su vida pero su sinceridad le redime y se gana la simpatía de quien lo lee.
En esta novela Delibes rescata el género epistolar para presentarnos una historia de amor y, de paso, recurre a algunos de sus temas favoritos: la autenticidad del mundo rural frente al urbano y de lo tradicional frente a lo moderno. Con la diferencia de que esta vez nos plantea un tema distinto: la sexualidad en la tercera edad, y lo hace con un matiz cómico, quizá algo irónico (ironía que se percibe ya en el título), pero como una realidad que está ahí, como parte de la propia naturaleza humana, y la naturaleza humana es la que llena páginas y páginas de la mejor literatura.
Resulta difícil comentar este libro tratando de no desvelar parte del argumento que considero importante sea descubierto de la mano de Eugenio y, de este modo, llegar al inesperado desenlace. Propongo la lectura de esta historia tierna y amarga, que no tiene nada que envidiar a otras obras más conocidas del autor. Unas cartas en las que es una delicia curiosear, como si las hubiéramos encontrado en el desván de la vieja casa del pueblo.
“Espero impaciente tus noticias y la nueva fotografía. Tú mandas, tú reinas en este pobre corazón solitario. E.S.”
Bibliografía: Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso, Miguel Delibes. Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín. 183 páginas.
Nos habla también de sus amistades: su amigo de la infancia, Ángel Damián, que padece una paraplejia, y Baldomero Cerviño, con quien coincidió cuando trabajaban en el periódico. Se describe físicamente como bajito y con algunos kilos de más y confiesa su gusto por la cocina tradicional y por las cosas sencillas del campo: cuidar el huerto, los paseos... incluso nos da a conocer el centro de su pobre universo erótico, centrado en la visión juvenil de su hermana Rafaela en la terraza, tomando el sol en paños menores.
Hay varios datos que llevan a pensar que la vida de Eugenio tiene cierta similitud con la del autor, incluso su preferencia por lo rural es la misma. Pero el parecido más evidente es el oficio del protagonista, que nos hace recordar los pasos que siguió el propio Delibes. E incluso los nombres de los periódicos en que trabajaron se asemejan: Eugenio en El correo de Castilla, el autor en El norte de Castilla. Si, siguieron pasos similares, no iguales, porque Delibes no fue apolítico como Eugenio y entró en El norte de Castilla no antes de la guerra sino después. Lo que es evidente es que todo lo que se habla de este tema es material que el autor vivió de primera mano, no cabe duda de que recrea el mundo periodístico que fue parte importante de su historia personal.
Es un placer leerle, en este y en otros libros. Esa prosa sencilla y a la vez exclusiva en cuanto a que es un legado de nuestro idioma. Delibes ejerce de custodio de un castellano riquísimo en su variedad, y leer su prosa supone enriquecer el propio vocabulario, repasar sus expresiones y deleitarse con el buen uso que de ellas se hace. Todo amante de nuestra lengua hallará en este autor un valor seguro en cuanto a disfrute formal. Pero no es esta la única habilidad del autor, también sabe despertar y mantener el interés de principio a fin con sus argumentos y en esta obra consigue además hacernos conocer a la mujer protagonista y sus reacciones únicamente a través de las cartas de él, unas veces con referencias claras de lo que ella ha comentado, otras respondiendo a sus preguntas, sus frases sarcásticas o infundadas ofensas.
Es curioso observar la evolución de los personajes, el que habla y el que se entrevé. El que habla, Eugenio, se va apasionando cada vez más, sus expresiones, su manera de dirigirse a Rocío (pues así se llama la sevillana), su impaciencia por conocerla. Paralelamente el personaje de ella, que solo se vislumbra, tiene una evolución distinta pero tan palpable como la de él. Son como dos planos superpuestos y el efecto es la percepción de dos historias paralelas.
Pero al lector lo que le gana es la sinceridad del protagonista que, a pesar de su sexo y edad, recuerda al papel clásico de aquellas doncellas inocentes de la literatura en siglos anteriores que resultaban fácilmente burladas ¿quizá sea esto una ironía hecha a propósito por el autor? Puede ser, porque ironía y notas humorísticas no le faltan a este libro a pesar del dramatismo del argumento. Y es que Eugenio no es perfecto, o es la perfecta imagen del antihéroe: maniático, achacoso, poco atractivo físicamente..., quizá no es el hombre que una mujer desearía para rehacer su vida pero su sinceridad le redime y se gana la simpatía de quien lo lee.
En esta novela Delibes rescata el género epistolar para presentarnos una historia de amor y, de paso, recurre a algunos de sus temas favoritos: la autenticidad del mundo rural frente al urbano y de lo tradicional frente a lo moderno. Con la diferencia de que esta vez nos plantea un tema distinto: la sexualidad en la tercera edad, y lo hace con un matiz cómico, quizá algo irónico (ironía que se percibe ya en el título), pero como una realidad que está ahí, como parte de la propia naturaleza humana, y la naturaleza humana es la que llena páginas y páginas de la mejor literatura.
Resulta difícil comentar este libro tratando de no desvelar parte del argumento que considero importante sea descubierto de la mano de Eugenio y, de este modo, llegar al inesperado desenlace. Propongo la lectura de esta historia tierna y amarga, que no tiene nada que envidiar a otras obras más conocidas del autor. Unas cartas en las que es una delicia curiosear, como si las hubiéramos encontrado en el desván de la vieja casa del pueblo.
“Espero impaciente tus noticias y la nueva fotografía. Tú mandas, tú reinas en este pobre corazón solitario. E.S.”
Bibliografía: Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso, Miguel Delibes. Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín. 183 páginas.
Una amiga se ha cibercarteado con un escritor andaluz llamado Odiseo (así firma sus correos secretos). Los correos expresan datos biográficos, amorosos y confidencias que harían las delicias de sus lectores. La relación epistolar comenzó con un flirteo inofensivo: “Soy un solitario”, "soy como el caballero del romance del conde Arnaldos"; "hace años me trasplantaron pero hago vida normal". A los pocos emails suplica: "Por favor, envíame fotos"; "olvida mis libros y mi condición de escritor." Y continúa... "no acostumbro a expresar mis sentimientos, pero cuando miro tus fotos y leo tus cartas me siento sumido en un torbellino que acaso podamos llamar amor"; "tienes algo misterioso, algo de diosa", Y utiliza apelativos como " princesa bonita" o “brujita mala”. Así hasta llegar a las cartas encendidas; "Me siento arrebatado", ¿dónde estabas amor? "babeo cuando te veo en las fotos". Al principio en las despedidas le dice; "te vas ensanchando en mi corazón. Hasta acabar en "me gustaría poseerte y explorarte".
ResponderEliminarOdiseo llevado por su natural concupiscente, tenía pensamientos y experiencias más abiertas en temas sexuales que sus admiradoras. Pero internet es un pañuelo, y las damas seducidas acabaron por estar al tanto de su doble juego. Curioseando en la página de sus fans de facebook, averiguan que su enamorado mantiene relaciones epistolares similares con otras princesas.
Me recuerda esta historia a Las alegres comadres de Windsor, de Shakespeare, en la que dos de las protagonistas, Alice Ford y Ana Page, deciden vengarse, cartas en mano, del taimado seductor Falstaff.