No sé en qué momento empezó a definirse una literatura infantil y juvenil como tal separada de la de adultos. Me sobrevuelan en la memoria aquellas novelitas de Celia, de Elena Fortún, de los años 20, o las ediciones de los cuentos de Calleja que aun rodaban por casa de mis abuelos hasta hace pocos años.
Recuerdo de cría, ya ha llovido, aquellas adaptaciones de clásicos de la colección Bruguera, que eran una versión libre simplificada de los clásicos de toda la vida, con páginas de viñetas en las que la historia aún se resumía más. Llegué a tener varias decenas de ellos, porque el amor a la lectura de mi padre le hacía ser generoso con mis aficiones lectoras . Es a través de aquellos libros como conocí a cierto Lázaro de Tormes, a un extraño caballero andante algo loco, al temible Sandokán, al leal Miguel Strogoff, a un obsesionado marinero empeñado en perseguir a una ballena asesina...
Algo después vinieron Guillermo y las pandillas de Enid Blyton: Los cinco: la intrépida Jorge y sus primos Ana, Dick, Julian y su perro Tim y la otra pandilla la formada por Peter, y Janet y sus amigos Jack, Bárbara Jorge, Pamela, Collin y su perro Scamper. Nunca dejaba de sorprendernos la libertad de estos chiquillos, tan diferente al rígido control de los niños de esta España de finales de los años 60, y la terrible curiosidad que sentía por las gaseosas de jengibre, o esos sándwiches de lengua escarlata.
Enid Blyton y sus libros para adolescentes (qué lejos queda de la sensibilidad de estas nuevas generaciones), sus pandillas de preadolescentes, sus series de internados, que personalmente nunca aprecié demasiado, tan llenos de niñas repollos, celos de chicas insulsas y compañerismo empalagoso, cargados de tópicos y con una gran dosis de racismo y de ideas conservadoras y trasnochadas ya entonces, fue el referente de varias generaciones y es, según estudios realizados, uno de los cinco autores más traducidos y conocidos de la historia. Su influencia no deja de ser notable, y aquellos internados siguen vivos en la mismísima serie de Harry Potter y en alguna otra de las destinadas a jóvenes, con los aditamentos pertinentes de elementos sobrenaturales y romanticismo como La Orden de la Academia Spencer.
Poco queda ya formalmente de ese tipo de literatura , con unas encuadernaciones poco atractivas y unos austeros dibujos que los ilustraban. Sí el recuerdo, algo ajado y embellecido por la distancia de los años, y la compañía que nos proporcionó en una época en la que había poco donde elegir. No pude insistir en transmitir a mis hijos esas lecturas que no sólo a ellos les resultaron ajenas; también a mi me sucedió lo mismo cuando osadamente intenté recuperarlas hace años, para poder describirles sus virtudes. Así que desistí.
El tránsito a la madurez lectora está en mi memoria asociado a un nombre, José Luís Martín Vigíl: militar condecorado en la guerra civil, que se ordenó sacerdote a los 34 años y se convirtió en un autor de referencia que, con una visión nada edulcorada, se enfrentaba a los aspectos más duros de la sociedad. Recuerdo que lo leía algo a escondidas de las monjas , que no consideraban esas lecturas apropiadas para la edad en la que a mí me apasionaban por su crudeza. Ellas trataban de mantenernos aisladas de esa parte oscura y sucia de la vida, en un cierto limbo amable de lecturas neutras y mundos poblados por Sisís, Reinas Victorias y rebeldías benévolas y edificantes. Martín Vigil nos abría los ojos a un mundo diferente que intuíamos que existía apenas, en una sociedad que trataba de ocultar sus trapos sucios, y con él fui devorando títulos como Una chabola en Bilbao, La vida sale al encuentro, La muerte está en el camino, Sexta galería, Cierto olor a podrido, Sentencia para un menor, Primer amor primer dolor, No hay lugar para inocentes… Eran novelas que trataban temas comprometidos, y en su momento me resultaron muy avanzadas, sin moralina y con la visión crítica seguramente de una Iglesia comprometida y alejada de las actuales corrientes conservadoras. Apenas queda de ellas un ligero recuerdo en la memoria de quienes en su momento devorábamos sus libros y algún que otro resabio de una juventud comprometida. No he intentado hacer una revisión, no sé si por miedo a que hayan envejecido mal, porque me gusta más el enfoque de los problemas encontrados en otros sitios o porque esa sociedad que describía ha quedado algo obsoleta o superada por lo que ha venido después.
De aquí ya fueron los autores adultos directamente los que a la entrada del instituto fueron a sustituir lo que yo llamaba lecturas para críos, al descubrir y apoderarme de la biblioteca del centro cuando me ofrecí a colaborar para organizarla.
El contraste con lo que hay ahora es abrumador, sobre todo en lo que se refiere a las calidades de edición.
Muchas veces me he descubierto deseando tener algún niño cerca para regalar un libro bonito, porque la literatura infantil no solo entra ya a través de sus historias, son objetos hermosos que atraen antes de entrar en sus historias, con las encuadernaciones y con unos dibujos maravillosos en estilo y en color, con una calidad de papel que nada tiene que ver con aquella ediciones de cuentos ilustrados por María Pascual que intentábamos reproducir en nuestros dibujos escolares. Con frecuencia también he regalado esos libros a adultos como objetos preciosos con los que deleitarse.
Sobre literatura juvenil, tengo la sensación que lo que se ha producido es una reproducción de los esquemas bestselleros de la de adultos en argumentos, personajes y adaptación de tramas; ambientes neblinosos, misterios semiesotéricos, casas misteriosas sobre las que pululan maldiciones, vampiros entremezclados con tramas románticas, … son simplemente un reflejo, a veces algo desvaído, de la de los adultos, pero con frecuencia superan a ésta con amplitud. El porqué lo tengo bastante claro: tal vez funcionen con ciertos tópicos, pero no pretenden disfrazarlos de trascendencia; tampoco incluyen fórmulas previas que parecen imprescindibles en lo que entendemos por literatura adulta, como situaciones truculentas o escenas eróticas metidas con calzador. Son con seguridad estos elementos, que aligeran las tramas al prescindir de ellos y las despojan de alguna de las sumisiones a lo comercial de las novelas para adultos, los que favorecen que estas narraciones sean en su estilizada simplicidad más auténticas, más directas, al no tener distracciones que poco aportan.
No sé en qué momento pasé de rechazar estas literaturas escritas a medida para jóvenes, a aceptarlas y a asimilarlas como un primer paso para crear amor y pasión a la lectura. Lo cierto es que entre esas colecciones de Gran Angular, Barco de Vapor ,… que se convierten en entornos seguros para la elección de padres vacilantes con poco criterio y menos hábito lector, han surgido los lectores de hoy jóvenes y entusiastas. Y también por qué no decirlo, algunos de los autores más importantes de nuestro panorama actual.
Creo en definitiva que es un terreno muy interesante para explorar, para actualizar a clásicos, y estoy completamente segura que nos podría resultar muy gratificante el prestarle atención, si sabemos cómo encauzarlo.
Interesante artículo Julia, un gusto leerte ;-)
ResponderEliminarLa verdad es que sí que es sorprendente la gran variedad de estilos dentro de la lectura juvenil, solo un paseo por las librerías y te das cuenta en seguida. Lo difícil e interesante entre tantos, saber escoger bien...
Un abrazo,
karuna
Muy interesante, Julia :), sobre todo para los que hemos visto esa transformación. Aunque yo no conocía a ese autor que comentas, el militar que se ordenó sacerdote.
ResponderEliminarUna pregunta: me choca que pongas a Enid Blyton en masculino, ¿lo haces para que no choque con los autores en general?
Un abrazo,
Murke
Gracias Karuna,
ResponderEliminarMafalda es que al decir autores lo uso en genérico Es uno de los autores mas traducidos de la historia de la literatura al margen de su género masculino o femenino, esas son las estadísticas que encontré cuando buscaba confirmación de datos para este articulito.
En cuanto a José Luís Martín Vigíl, fue un autor muy popular entre los jóvenes al final de la dictadura y principio de la democracia. Yo deje de leerlo al entrar en el instituto, pero sus libros tenían unas tramas de corte muy social. Hablaban de la drogas, el caballo que era lo que mas daño hacía en ese momento y que era de las que no se podía ocultar, de embarazos de adolescentes cuando eran un autentico drama, de las primera huelgas, de los problemas estudiantiles.
ResponderEliminarSus protagonistas eran jóvenes que se enfrentaban de repente a su transito a la vida de adultos.
Era un autentico fenómeno de masas.
Me ha encantado el artículo y la portada :D
ResponderEliminarFelicity
PD: deseando leer el próximo ;)
Al ser más joven que tú, mis referentes lectores en la infancia son distintos. Sí comparto a Enid Blython y mi curiosidad por saber qué leches era la cervez de jengibre.
ResponderEliminarYo eché mis dientes lectores con toda la serie del Barco de vapor en sus distintos colores (blanco, azul, naranja y rojo) y con los clásicos como Julio Verne o Dumas, tanto padre como hijo.
Creo que el gusto lector se te va aquilatando leyendo. Muchos de los que critican la literatura infantil y juvenil, no son conscientes que son puerta de entrada a la Literatura en mayúsculas. Nadie empezó a leer con el Quijote :P
Murke, entiendo que si Julia dijera que Enid Blyton es "una de las autoras más traducidas", estaría usando una clasificación diferente para autores y otra para autoras. Aunque a mí en un primer vistazo también me chocó inicialmente el masculino, tras una lectura más pausada soy de la opinión que está perfectamente usado en este contexto.
ResponderEliminarHas sabido condensar en un breve espacio la evolución de la literatura juvenil de los últimos 30-40 años, experiencias personales y tendencias de la actualidad, con un punto de vista crítico y atrevido. Felicidades por tu artículo.
ResponderEliminarRecuerdo que en las librerías del colegio, la oferta de lectura era muy reducida por aquella época, nada que ver con la inmensa variedad que podemos disfrutar hoy en día. Aunque de los contenidos podríamos discutir si son los más adecuados, y desde luego hay que hacer más trabajo de selección que en nuestros años de niñez, donde lo tomabas o lo dejabas, pues no había apenas dónde elegir.
Un saludo,
Cape
Cada vez que paso por la sección infantil de una librería me encuentro deseando que mis sobrinos se hagan mayores para poder comprarles.
ResponderEliminarCreo que ahora hay mas variedad, los libros no solo entran por sus historias, son bonitos, tienen unas ilustraciones que son autenticas obras de arte.
Gracias Cape por tu comentario