Jack el Destripador. Del terror a la fascinación
Montse Gallardo
En 1888 se cometieron en Londres cinco asesinatos, que por sus características, sembraron el terror en la sociedad inglesa, pero al mismo tiempo despertaron una fascinación morbosa entre el público, que accedía a la información sobre el caso en unos periódicos que empezaban a conformarse como líderes de opinión.
¿Cómo puede explicarse que hoy en día se siga considerando a Jack el Destripador el mayor asesino de la historia, cuando ni por el número de víctimas, ni por su modus operandi puede ser categorizado así? Sólo la fascinación por un caso que ha convertido a su protagonista en mito y arquetipo puede seguir, hoy en día, suscitando tanto interés.
¿Cómo puede explicarse que hoy en día se siga considerando a Jack el Destripador el mayor asesino de la historia, cuando ni por el número de víctimas, ni por su modus operandi puede ser categorizado así? Sólo la fascinación por un caso que ha convertido a su protagonista en mito y arquetipo puede seguir, hoy en día, suscitando tanto interés.
Londres, septiembre de 1888, East End; sus habitantes transitan con miedo por las calles de Whitechapel, Spitafields y alrededores; en las últimas semanas varias mujeres han aparecido muertas de una forma horrenda, no por las palizas habituales -ya de sus maridos, ya de sus clientes-, no como consecuencia del alcohol, el hambre o las enfermedades venéreas, sino degolladas y, en algunos casos, evisceradas.
Así, se inicia uno de los mitos –muy real para sus víctimas- del terror que más juego ha dado a la literatura y al cine. Jack el Destripador, asesino nunca capturado, nace como mito al tiempo que comete sus crímenes, entrando de lleno en el mundo de la literatura a través de las cartas recibidas tanto por la prensa como por diversos personajes de la época atribuidas al asesino, como por los propios medios de comunicación, que en estado emergente, encontraron en Jack y sus asesinatos un filón para obtener más poder entre la población y vender más periódicos, o los posteriores estudios sobre su figura que hoy en día se siguen publicando.
Jack el Destripador es el primer asesino mediático de la historia, pues la prensa de la época convierte en un espectáculo morboso y asequible sus crímenes que –en otras circunstancias, con otros medios- deberían haber causado más pavor que fascinación. Así, desde que se recibió la primera carta achacada al asesino (dirigida al Comisario de Scotland Yard Charles Warren y fechada el 24 de septiembre de 1888) se inició una espiral de correspondencia dirigida a la prensa, a la policía y a personajes relevantes de la sociedad londinense, que contribuyó a crear un personaje –Jack el Destripador- que sigue siendo un referente en nuestra sociedad actual, no sólo como mito sino como arquetipo del asesino en serie; un asesino más inteligente que la propia policía pues nunca fue capturado, lo que contribuye en gran medida a su mitificación. Un asesino del que no se sabe nada y que se ha ido construyendo a partir de las noticias que se generaron en su momento, cartas supuestamente escritas por el asesino, documentos de dudosa fiabilidad, testimonios más o menos interesados. En definitiva, el personaje ha sido creado como ficción literaria, pues la realidad no aporta información que satisfaga la curiosidad que suscitan los crímenes de Jack.
Así, se inicia uno de los mitos –muy real para sus víctimas- del terror que más juego ha dado a la literatura y al cine. Jack el Destripador, asesino nunca capturado, nace como mito al tiempo que comete sus crímenes, entrando de lleno en el mundo de la literatura a través de las cartas recibidas tanto por la prensa como por diversos personajes de la época atribuidas al asesino, como por los propios medios de comunicación, que en estado emergente, encontraron en Jack y sus asesinatos un filón para obtener más poder entre la población y vender más periódicos, o los posteriores estudios sobre su figura que hoy en día se siguen publicando.
Jack el Destripador es el primer asesino mediático de la historia, pues la prensa de la época convierte en un espectáculo morboso y asequible sus crímenes que –en otras circunstancias, con otros medios- deberían haber causado más pavor que fascinación. Así, desde que se recibió la primera carta achacada al asesino (dirigida al Comisario de Scotland Yard Charles Warren y fechada el 24 de septiembre de 1888) se inició una espiral de correspondencia dirigida a la prensa, a la policía y a personajes relevantes de la sociedad londinense, que contribuyó a crear un personaje –Jack el Destripador- que sigue siendo un referente en nuestra sociedad actual, no sólo como mito sino como arquetipo del asesino en serie; un asesino más inteligente que la propia policía pues nunca fue capturado, lo que contribuye en gran medida a su mitificación. Un asesino del que no se sabe nada y que se ha ido construyendo a partir de las noticias que se generaron en su momento, cartas supuestamente escritas por el asesino, documentos de dudosa fiabilidad, testimonios más o menos interesados. En definitiva, el personaje ha sido creado como ficción literaria, pues la realidad no aporta información que satisfaga la curiosidad que suscitan los crímenes de Jack.
Ya desde el momento en que se cometieron los crímenes, éstos tuvieron un claro impacto en la letra impresa, a través de la prensa –inicialmente la londinense, aunque hay artículos y reportajes en periódicos de múltiples países de la época-. Las cientos de cartas que se recibieron en agencias de prensa, casas particulares, periódicos, etc. son la primigenia obra de Jack el Destripador, si bien los expertos (ripperologos) no se ponen de acuerdo en cuántas realmente pueden asignarse al personaje. Sí parece que hay consenso respecto a dos: la dirigida a Dear boss (querido jefe, primera carta firmada por Jack el Destripador) y la conocida como From hell (desde el infierno, que ha pasado a ser el lema de Jack el destripador), si bien ni la caligrafía ni el estilo de ambas cartas se asemeja.
Carta Dear boss, fechada el 25 de septiembre de 1888. Carta From hell, recibida el 16 de octubre de 1888.
La caligrafía bien cuidada de la carta Querido jefe y su correcto inglés ha llevado a pensar a algunos autores que fue escrita por un periodista para aumentar las ventas de su periódico, como se refleja en la novela gráfica From hell de Alan Moore y Eddie Campbell (publicada en inglés entre 1991 y 1996 y editada en España como un solo volumen en 2001) o como afirman Stewart P. Evans y Keith Skinner en su obra Jack el destripador. Cartas desde el infierno, quienes no sólo afirman que “en el gran montaje de la prensa, el verdadero “Jack el Destripador” se puede ver como un ser fantasmal creado por unos medios sedientos de sensacionalismo”, sino que identifican a Tom Bulling, de la Agencia Central de Noticias como el principal sospechoso de haber escrito, al menos, la misiva Querido jefe, pues así se menciona en una carta descubierta en 1993 y escrita en 1913 por el ex-Inspector Jefe de Detectives John George Littlechild, Jefe de la Brigada Especial desde 1883 hasta 1893, por lo que estuvo al tanto de las investigaciones realizadas por la otra agencia responsable, la Policía Metropolitana.
Independientemente de que Bullyng escribiese esa carta u otras, lo significativo de esta referencia es, por un lado, que de las más de 700 cartas que se llegó a afirmar que se recibieron relacionadas a los crímenes, puede que ninguna la escribiera el verdadero asesino (o asesinos, que tampoco hay acuerdo al respecto); por otra parte, el que hoy en día sigan apareciendo documentos inéditos y significativos sobre Jack el Destripador dejan patente el interés que suscita este caso, que es ya un mito cultural y ha trascendido de lo meramente policial para pasar al inconsciente colectivo.
En la literatura hay múltiples relatos vinculados a Jack, desde cuentos breves, como Suyo afectísimo. Jack el Destripador, de Robert Bloch (Yours truly, Jack the Ripper, 1943), novelas gráficas (la ya mencionada From Hell, de Moore y Campbell) o estudios más o menos fiables sobre la figura de Jack, que es el género más abundante de la literatura sobre los crímenes de Londres, extensísima en inglés, más modesta en español.
Uno de los estudios más recientes, de gran impacto mediático en su momento, pues pretende –como tantos otros- haber dado con la identidad del asesino es Retrato de un asesino. Jack el Destripador, caso cerrado (Portrait of a Killer: Jack the Ripper. Case Closed, 2002), de Patricia Cornwell, en el que la famosa escritora de novela negra relata la investigación llevada a cabo por un equipo forense organizado por ella misma para analizar las –escasas- pruebas disponibles e intentar determinar la personalidad Jack, que considera definitivamente esclarecida.
El candidato por el que apuesta Cornwell es el pintor Walter Sickert (1860 – 1942), amigo del Duque de Clarence y reconocido entusiasta de la figura de Jack el Destripador, llegando incluso a pintar su habitación (al menos, la que la casera afirmaba que había sido ocupada por el asesino durante el periodo en el que cometió los crímenes).
El cuarto de Jack el Destripador, de Walter Sickert
Pero quizá, uno de los libros más sorprendentes sobre la figura de Jack el Destripador sea su Diario (The Diary of Jack the Ripper, 1993), supuestamente escrito por el comerciante de algodón de Liverpool James Maybrick (1838 – 1889). El presunto diario de Jack el Destripador fue encontrado a principio de los años 90 y se publicó con un amplio estudio que avalaba la veracidad del escrito. En el Diario, Maybrick se despide con estas palabras:
“Pronto, confío en que yaceré junto a mis queridos padres. Solicitaré su perdón cuando estemos reunidos. Rezo a Dios que me conceda al menos este privilegio, aunque demasiado sé que no lo merezco. Mis pensamientos permanecerán intactos, para recordar a todos cómo destruye el amor. Deposito esto ahora en un lugar donde será encontrado. Rezo porque quienesquiera lean esto encuentren en su corazón perdón para mí. Recordad todos, quienesquiera seáis, que yo fui otrora un hombre apacible. Que el buen señor se apiade de mi alma, y me perdone por todo lo que he hecho. Doy mi nombre para que todos sepan de mí, así lo diga la historia, lo que el amor puede hacerle a un hombre que nació apacible. Sinceramente suyo. Jack el Destripador”.
Pero la realidad es que, por muchos escritos que haya intentado desentrañar los misterios que rodean los crímenes de Jack el Destripador, ya es irrelevante quien se oculta tras ese nombre, pues cada intento de revelar la verdad no es más que un ejemplo de la fascinación que sigue vigente hoy en día por los asesinatos de Whitechappel, centrados todos en el propio Jack y en sus actos, pero olvidando siempre a sus víctimas, que se vuelven sólo visibles como carne herida pero a la que todos los estudios privan de su esencia humana, siendo sólo nombres y vísceras. ¿Quizá porque si pensamos en las víctimas tenemos que enfrentarnos al horror? ¿invisibilizarlas, cosificarlas, nos ayuda a superar los miedos?
Jack el Destripador ha pasado a formar parte del inconsciente colectivo, a convertirse en un personaje –dado que la persona sigue siendo desconocida- que provoca más fascinación que rechazo, siendo el predecesor de tantos asesinos en serie que hoy en día son una parte más del mundo del espectáculo. ¿Puede el terror ser tan fascinante que, a pesar del miedo, lleve a las personas a querer saber más y más sobre aquello que provoca tal sentimiento? ¿cómo explicar esa disociación entre el terror que debería causar un asesino en serie y la fascinación que genera? ¿estamos anestesiados ante el horror, que deviene cotidiano a través del cine, la televisión y otros medios, llegando a no disociarse lo real de lo fantasioso? ¿pero, cómo podemos considerar cotidiano el asesinato cruel y despiadado de personas inocentes?
Los asesinatos de Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly debieran causar pavor, aversion, rechazo; pero al centrarnos en el asesino –no en sus víctimas, de las que sí sabemos quiénes eran, cómo eran y por tanto, ni nos sorprenden ni nos ofrecen misterios a desentrañar- “… sus carnicerías ya no inspiran miedo, ira ni compasión, y los cadáveres de sus víctimas se pudren en silencio, algunos en tumbas si nombre” (Patricia Cornwell, Retrato de un asesino. Jack el Destripador, caso cerrado).
Siempre había creído que habían sido muchos más asesinatos, no es que me parezcan pocos, pero como su fama ha llegado hasta nuestros días y al no estar informada me había hecho a la idea de que había asesinado a muchas más mujeres.
ResponderEliminarEs un artículo muy interesante, y da que pensar, porqué nos fascinarán temas tan morbosos, deberían repelernos... y es curioso que se trate anónimamente a las víctimas, no había pensado en ello, es cierto que al robarles la identidad también "suaviza" el delito y la imagen del asesino.
Muchas gracias por el artículo
Gracias a ti por tu comentario.
ResponderEliminarEn realidad no se sabe muy bien cuántas víctimas hay de Jack, pero si hay consenso con las cinco que menciono en el artículo, que son admitidas como tales por todos los expertos.
Otros hablan de 9 y algunos suben hasta la veintena (también hay "expertos" que hablan de cientos, pero con muy poco fundamento).
Sean cuantas sean, siempre me ha llamado la atención que sea el asesino el que nos intrigue y del que queramos saber más y a las víctimas no les hacemos ni caso... como mucho, recrearse con las mutilaciones...