El vampiro. La familia del vurdalak, de Alekséi K. Tolstói - Andrómeda

El vampiro. La familia del vurdalak – Alekséi K. Tolstói

Andromeda

Alekséi Konstantínovich Tolstói (1817- 1875), pariente lejano del famoso León Tolstói, incursiona en la figura del vampiro en dos relatos que abordan el tema con importantes variantes. La base del primero está en la tradición del upir, mientras que el segundo habla del vurdalak, un ser que centrará su siniestra atención en los miembros de su familia.


Estos relatos se fundamentan, por consiguiente, en antiguas leyendas eslavas, las cuales otorgan uno de los más sólidos fundamentos a las características primarias del vampiro, las cuales se desarrollarán y adquirirán un sólido perfil a través de la literatura del siglo XIX. El vampiro eslavo es un ser terrible que en vida pudo haber sido un perverso malhechor o víctima de una muerte violenta, lo que le llevaría a revestirse de tan macabras características, como alimentarse de la sangre de sus víctimas. A estos seres se les podía evadir e incluso vencer clavándoles una estaca en el corazón o decapitándolos, como es sabido, entre infinidad de recursos aportados a través del tiempo por la supersticiosa inventiva popular. La riqueza de estas tradiciones supone múltiples variantes que generalmente convergen en la tétrica naturaleza de estos seres necesitados del líquido vital.

El primer cuento (El vampiro) inicia en un baile en donde el protagonista, Runevski, se encuentra con un desconocido que le señala la presencia de upires (vampiros), y le muestra cómo distinguirlos, ya que estos hacen un curioso chasquido con la lengua.
Runevski se muestra un tanto escéptico, pero la suerte lo lleva a relacionarse ahí mismo con la brigadiera Sugrobina (una supuesta upir) y con su nieta Dasha, de quien se enamora inmediatamente.

Más tarde visita la inquietante mansión de Sugrobina, donde diversos presagios y situaciones hacen que medite lo dicho por el hombre del baile, y a pesar de que trata de convencerse de que todo es producto de la casualidad, la incertidumbre se apodera de él, y con razón, ya que su permanencia esa noche en una lúgubre habitación lo lleva a encontrarse con el fantasma de una mujer de la familia, cuya historia se enlaza con otros hechos relevantes.

Esta narración entremezcla, entre situaciones oníricas y alucinantes, sucesos tanto en Rusia como en Italia, así como varias anécdotas dentro de la historia principal, que contribuyen a crear un ambiente complejo y un tanto confuso, cargado de profecías, maldiciones, símbolos y antiguas querellas entre estirpes diversas.
Cabe aclarar que este sobrecargado conjunto se superpone a cualquier intención de infundir miedo que pudiera encontrarse en el relato.


El segundo, La familia del vurdalak, es uno de los mejores cuentos de terror que yo haya leído. Inicia de manera convencional, cuando en una reunión en Viena el marqués D’Urfé propone a sus contertulios contarles un suceso vivido por él mismo, ya que desea narrar una historia verosímil y no conocida a través de terceros.

Este personaje inicia el relato remontándose a la ocasión en que visitó un pueblo serbio en la ruta hacia una misión diplomática (en 1756). Detenido por el hielo del río, se ve obligado a hospedarse en una casa cuyos habitantes se encuentran totalmente abatidos.
Resulta que Gorcha, fundador de la familia, marcha en busca de un bandido turco, no sin antes advertir a su mujer, hijos y nietos que si vuelve en un periodo mayor a diez días no deberán permitirle la entrada al hogar, porque sin duda se habría convertido en un vurdalak “dispuesto a chuparles la sangre”. Les pide también que, en ese caso, le atraviesen la espalda con una estaca. El plazo está por cumplirse ese mismo día.
El marqués procura situar a sus oyentes en el contexto correcto:

Es preciso que les aclare ahora, queridas señoras, que los vurdalaks, término con que se denomina en los pueblos eslavos a los vampiros, no son otra cosa, según la creencia de los habitantes de estas regiones, que muertos que salen de sus tumbas para chupar la sangre de los vivos. A grandes rasgos poseen los mismos hábitos que los demás vampiros, aunque gozan de una particularidad que los hace aún más peligrosos. Los vurdalaks, mi queridas señoras, chupan preferentemente la sangre de sus familiares más próximos y de sus mejores amigos, los cuales una vez muertos se transforman también en vampiros…”

La familia y el señor D’Urfé ven llegar al viejo Gorcha esa noche, dentro de un lapso tan amenazador como impreciso, pero cuya realidad no tarda en hacerse notar, ya que ni su propio perro es capaz de reconocerlo.

El marqués intenta dormir pero la presencia vigilante del vurdalak en la ventana de su habitación hace que se dé cuenta de que éste pretende llevarse a uno de los nietos, por lo que alerta a los durmientes y Gueorgui, padre del chico, sale de inmediato en su búsqueda al no haber podido detenerlo.
En este ambiente tan tenso y escalofriante, D’Urfé se siente inmensamente atraído por Zdenka, hija del vampiro, y este añadido amoroso al relato se integra de forma tan natural (al ser, junto al erotismo, uno de los componentes esenciales del género), que sólo contribuye a redondearlo.
El marqués parte a instancias de Gueorgui en cuanto mejora el clima y seis meses después -una vez que hubo concluido los asuntos que lo condujeron hasta esos lugares- regresa por el mismo camino, encontrándose con un pueblo desolado en el que ningún viajero se atreve a pernoctar, salvo él…

El monje/ermitaño del monasterio le narra la terrible cadena de acontecimientos que transformaron a los miembros de la familia en seres de la oscuridad, y el resto del relato, en el que D´Urfé se encuentra nuevamente con Zdenka y los suyos, se da en forma tan vertiginosa y trepidante que el lector se cuidará de no abandonar el libro hasta el final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No hay comentarios