Una habitación propia. Virginia Woolf - Andromeda



 
Virginia Woolf (escritora inglesa, 1882-1941) nos hace partícipes de sus reflexiones acerca de las dificultades de la mujer a través del tiempo para acercarse a la vedada labor de la escritura. 

La autora aclara desde un principio que le pidieron que escribiese sobre “las mujeres y la novela”, cuestión que la lleva a dedicar a este tema una verdadera profusión de ideas, si bien no inconexas, un tanto repetitivas en su afán por establecer los problemas básicos que afectaron a las mujeres en este sentido por tanto tiempo y que, de acuerdo a su pronóstico, no tendrían un avance decisivo hasta que no hubiesen pasado “otros cien años”

Nombres como Jane Austen, Emily y Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, George Eliot y George Sand, entre otros, inundan la obra ejemplificando diversas situaciones que hubieron de ser enfrentadas para poder realizar la actividad creadora.

Virginia Woolf da unas cuantas vueltas al tema, sin saber muy bien por dónde abordarlo, ya que el título, Mujeres y novela, podría prestarse a diversas interpretaciones, pero al fin se decide a iniciar el ensayo, dividido por capítulos, en algún colegio imaginario de Oxbridge (que de inmediato se reconoce como Oxford), inventando también un nombre para la mujer que paseará por estos lugares ya que, de momento, reniega de usar el suyo para realizar su exposición.  Con otro nombre, pues, narra su intento fallido de visitar una biblioteca en ese lugar, ya que el encargado le advirtió que sólo las mujeres “provistas de una carta de presentación”, o acompañadas por un “fellow”, podían ingresar ahí.

Woolf aprovecha la estancia en Oxbridge para realizar un acercamiento a las donaciones que favorecieron la creación de becas y cátedras, así como la construcción de universidades; ahí mismo nos lleva a ciertas imágenes, muy bellas, en las que hace un paralelismo con el surgimiento de una idea y la paciente pesca, ya que muchas veces tanto el pez como la idea necesitan tiempo para crecer y madurar.

Más adelante habla de la pobreza de las mujeres, cuyos bienes pertenecieron a sus padres o esposos durante siglos, dejándolas imposibilitadas para acceder a cierta independencia y, por ende, a realizar alguna actividad privada que a la vez pudiese ser remunerada. Ellas no tenían dinero para “amenidades”, por lo que los privilegios del sexo masculino saltan a la vista desde el primer momento.

Poco después abandonamos el misterioso Oxbridge para situarnos en Londres, donde se lanza en busca de la verdad en los estantes del British Museum, encontrando que muchos de los libros –escritos por hombres, desde luego- hablan sobre mujeres; incluso “hombres sin más calificación aparente que la de no ser mujeres”, habían ejercitado la pluma en diversos aspectos femeninos.

Woolf habla de la aparente necesidad de una formación universitaria para realizar una investigación ordenada, y condena el hecho de que sólo los hombres hayan podido acceder a ella durante tantos años, además de echar mano de varios personajes –reales y ficticios- para ejemplificar las ideas machistas que contribuyeron a detener el desarrollo de la mujer: el “profesor von X” y su obra, La inferioridad mental, moral y física del sexo femenino -cuyo título lo dice todo-, es uno de ellos.

Todo esto supone una ácida crítica al machismo por parte de la autora, quien aclara que “a una no le gusta que le digan que es inferior por naturaleza a un hombrecito”, y que los hombres, careciendo de confianza en sí mismos, buscan reafirmar su superioridad minimizando a la mujer.

Durante todos estos siglos, las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural.”

El tema de la habitación propia con un cerrojo para poder escribir con tranquilidad se une a la autosuficiencia que proporciona el dinero: quinientas libras al año bastarían para que una mujer pudiera ser libre para dedicarse a ejercitar sus aptitudes expresivas, y con esto no se refiere sólo a la creación de novelas, sino a la amplia gama de textos con los cuales las humanidades, la ciencia y otras disciplinas podrían verse enriquecidas por el sexo femenino.

Virginia Woolf se remonta al siglo XVI, en tiempos de Isabel I, para hablar de las condiciones de la vida de las mujeres en esa época: los matrimonios eran acordados a temprana edad, no tenían derecho alguno y el futuro que les esperaba no es difícil de adivinar. También incursiona en esta época para dirigir su mirada a la obra de Shakespeare, cuyos personajes femeninos “no parecen carecer de personalidad ni de carácter”. Es un hecho que muchas heroínas han destacado en innumerables novelas a través del tiempo, aunque la realidad haya sido tan distinta.

Para profundizar aún más en estos hechos, Woolf nos lleva a suponer la existencia de una hermana de Shakespeare, tan inteligente y provista de talento como él, no obstante sentenciada, como el resto, a una existencia anodina, sin estudios y sin conocimiento del mundo. Con esto podemos penetrar en la idea de que seguramente muchas mujeres se hubieran desarrollado de la misma manera que los hombres en diversas disciplinas, de no haber sido por la terrible represión a la que estaban sometidas.

En esta misma senda narrativa, la autora continúa elaborando sus razonamientos a través del conocimiento de varias mujeres que intentaron escribir, aunque sólo algunas lo lograron, haciéndolo en espacios familiares (jamás individuales), imaginando muchas de las ciudades y ambientes descritos en sus obras -que nunca pudieron observar in situ-, y ocultándose incluso de los sirvientes para evitar la censura.

El principio creador que Virginia Woolf observa en las cartas –e incluso obras- de varias de ellas, no terminó de evolucionar debido a ideas preconcebidas, y por tratar de emular estilos masculinos “en deferencia a la opinión ajena”. Afortunadamente, otras irrumpieron con verdadera fuerza y disgusto ante la injusticia, con algunas exclamaciones como ésta:

Las mujeres viven como murciélagos o búhos, trabajan como bestias, y mueren como gusanos.”

Las hermanas Brontë, por ejemplo, no poseyeron los medios para escribir con independencia, y además lo hicieron “sin más experiencia de la vida de la que podría entrar en la casa de un respetable sacerdote”, pero siguieron sus propios instintos, y esto las llevó al éxito.

Woolf habla también de la necesidad de mentes andróginas para no crear un sexismo literario: “Cuando se efectúa esta fusión es cuando la mente queda fertilizada por completo y utiliza todas sus facultades.” Nos dice que Shakespeare o Proust serían buenos ejemplos de este tipo de intelecto, y menciona que la primera frase que escribirá en el ensayo que nos ocupa -aunque no haya sido así- es “que es funesto para todo aquel que escribe pensar en su sexo”.

La literatura femenina inicia en el siglo XIX, con el acceso paulatino a la libertad. La escritora nos aclara que en 1886 surgen dos colegios universitarios femeninos; que a partir de 1880 las mujeres casadas tienen derecho a la posesión de sus bienes y, desde 1919, al voto. Habla también de la gran variedad de profesiones que les han abierto sus puertas y de la consecuente capacidad de producir sus propios ingresos, que probablemente trascenderán, por mucho, las ansiadas y emancipadoras quinientas libras anuales.

El ensayo culmina con algunos consejos, como la importancia de no tener tantos hijos para poder gozar de tiempo para ellas mismas, y con la esperanzadora convicción de que un siglo más será definitivo para que todos los esfuerzos realizados se concreten: “¿qué más os puedo decir que os incite a entregaros a la labor de vivir?”

Me parece que el valor de esta obra radica en la emoción impresa en sus páginas, en el grito de libertad que sintetiza los anhelos de tantas mujeres, y en el intento por hacerse entender de mil maneras, en una exhortación hacia la autodeterminación.

* Woolf, Virginia, Una habitación propia. Barcelona: Seix-Barral, 2008.

6 comentarios:

  1. Sabia que habia habido mujeres las cuales por muchos ostaculos y tambien dependiendo de la epoca en la que se encontraban habian llegado a superar todos y otros muchos, para asi poder expresar a aquellos sentimientos y pensamientos, gracias a vosotros me he dado cuenta de que Woolf a sido una de esas.

    Gracias de nuevo por ayudarme a saber y conocer mas cosas relacionadas con lo que tanto me gustan, los libros.

    Seguir asi

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  2. Gracias a ti por visitarnos, Sonia. :)

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  3. Me gustó muchísimo este libro, de lo más interesante e ilustrador. Me llamó la atención cuando menciona a escritoras que utilizan la pluma para arremeter contra el sexo contrario; (o plasmaban su rabia de esa manera). ¿De ahí viene lo de "la necesidad de mentes andróginas para no crear un sexismo literario" ?

    Y me ha gustado tu aportación, Andrómeda.

    Oria.

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  4. Algunas escritoras eran valientes y escribían siguiendo sus propios instintos; me parece que lo de las mentes andróginas aplica a lo que dices, así como a la gran necesidad de librarse de la idea de que sólo escribiendo "como hombres" triunfarían.

    Gracias por comentar, Oria, un saludo. :)

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  5. Recuerdo un libro cuyo personaje era femenino: soez, tosca, ruda… sin embargo, el tiempo que duró la lectura vi siempre al escritor (hombre). Curioso.
    ¿Cabría aquí la reflexión de Woolf de “como hombres”?

    Esto no tiene sentido; soy incapaz de expresarme con claridad, qué horror.

    Oria

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  6. Yo entiendo que la pretensión de escribir "como hombres" se refiere al estilo, la forma, y a los temas a abordar. Ese personaje femenino que mencionas, Oria, igual tiene explicación (dependiento del autor, en el artículo de este mismo número "La voz de la mujer en la literatura de hombres, o cómo los autores escriben sobre mujeres sin conocerlas."
    Luis Ángel Oliva París / Fley, que expone cuestiones muy interesantes al respecto.

    Un saludo. nosin

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