Ritos de Pasaje, de Sergio Wolf - Andromeda

En Cine/Literatura, Sergio Wolf desmitifica la idea de que la obra literaria deba trasladarse íntegramente a su versión cinematográfica, destacando las dificultades y matices a los que se enfrenta esta última en sus intentos por ser fiel al texto, dentro de lo que le permite su propia autonomía.
En esta obra se analizan algunos aspectos relacionados con la literatura y su interpretación cinematográfica. El autor advierte desde el prólogo que el tema central radica en “el proceso de transportar un texto a un filme”, y que se trabajará con obras literarias consideradas como buena literatura para analizar los principales aspectos de su traslación al cine. Asimismo, advierte que prefiere el término “transposición” a adaptación, ya que este último supone, desde su punto de vista, un significado negativo que, a grandes rasgos, se englobaría en la “inadaptación” y en el hecho de que un formato (literario), tendría que caber en otro (cinematográfico). En cambio, “transposición” implicaría la idea de “traslado”, que en este sentido sería mucho más apta para definir la labor que nos ocupa al incursionar en el texto de Wolf.
La literatura tiene un invaluable valor como fuente argumental y el cine se encargaría de “popularizar, divulgar o simplemente alterar la historia o el mundo creado por el escritor”.
El autor analiza paso a paso los diversos factores que tienen que ver con este hecho, ejemplificando con distintos textos llevados a la pantalla y demostrando que es la creatividad y la inventiva del cineasta (y del guionista) lo que hace la diferencia real entre las distintas versiones cinematográficas de un mismo texto.
Se aborda principalmente el asunto que procede a equiparar el resultado fílmico con el de la obra literaria, que por lo general otorga un mayor valor a esta última al momento de evaluar. Los cambios hechos al texto en su preparación para vincularlo a la pantalla suelen criticarse despiadadamente; no se perdona la grave falta que supone hacer transformaciones sustanciales en el relato aunque, por otra parte, no es tan común que el espectador se detenga a pensar en que la alteración de diversos aspectos es esencial a una forma artística diferente que contiene otras reglas en base a su propia naturaleza. Dicho de otra manera, tal parece que en el cine los resultados se observan y examinan en mayor medida que el complejo proceso creador. Al tratarse de medios diversos, literatura y cine deberían tomar esa distancia que los distingue ante los ojos de quienes pretenden ver sus elementos cohesionados.
El principal problema radica en que se piensa que al llevar una obra a la pantalla se está “traduciendo” al cine, por lo que la idea de “traición” se hace presente:
“La idea de la transposición como traición recorre la historia de la literatura y sus conexiones con el mercado, pero también las relaciones de la literatura y el cine en tanto soportes específicos y diferentes”.
Al hablar de traducción, el autor indica que esto supone conservar al máximo la fidelidad al texto, aclarando que la transposición no deja de requerir un espacio de acción propio.
Se habla también de la sustitución como un remedio a la traición, a esa cuenta pendiente que adquiere el cine al cometer la falta de modificar la obra para poder trasladarla al cine. Los mismos autores se quejan frecuentemente al no ver en la pantalla sus novelas como las habían imaginado.
Pero el cine y la literatura son disciplinas que tienen sólo algunas coincidencias; su lenguaje expresivo difiere ante la realidad de las palabras empleadas en el texto y las imágenes y sonidos predominantes en el cine.
Cada transposición (no olvidemos que el autor prefiere no usar el término adaptación) presenta sus propias dificultades; hay aspectos que no se pueden transferir al cine, por lo que la búsqueda de elementos compensatorios es interminable.
El autor declara que existen “zonas compartidas” entre ambos formatos artísticos, como “el contenido de la historia”, sin dejar de reiterar que cine y literatura son productos autónomos.
El guionista se enfrenta al texto desde la subjetividad que supone su individualidad y sus capacidades, por lo que a menudo el guión tiene que ver más con su concepción o punto de vista que con la propia obra literaria.
Por otra parte, destaca el aspecto concerniente a la voz off, que se utiliza en el cine independientemente de su presencia en el texto para suplir algunas situaciones imposibles de contar de otra manera (como el monólogo interior en algunos casos). El autor insiste en que este recurso no es una manera de simplificar el hecho de transponer la obra al cine, ya que su manejo no es tan sencillo. El mencionado monólogo interior, empleado en literatura, constituye uno de los aspectos más complejos que se presentan al cineasta, siendo la voz off uno de sus remedios, aunque sus efectos difieren considerablemente de los de la obra literaria, sobre todo por considerarse como más impersonal.
Los problemas a los que se enfrenta el guionista son proporcionales a la diversidad de estilos literarios. Si en una obra destaca la función poética del lenguaje, por ejemplo, el encargado de transponerlo al formato cinematográfico se verá forzado a tomar decisiones que ya no pueden resolverse mediante el recurso de la voz off. De cualquier manera, el cineasta buscará que su película “recupere, reproduzca o prolongue el ‘efecto’ que produjo en él el texto”.
Sin embargo, cuando se trata de recuerdos o de penetrar en el mundo onírico, el cine logra su transmisión con mayor facilidad, siendo el flashback un recurso propicio para trabajar, de distintos modos, las variantes que implican estos elementos.
La obra literaria es, pues, alterada en el curso de su transposición al cine. Coincido plenamente con la idea del autor de que “lo que quedó no es la obra literaria sino el modo en que el director, los guionistas y los actores leyeron o interpretaron ese material para construir a partir de él una película”.
Indudablemente tendemos a buscar similitudes entre una película y el texto en que se apoya, a verla con la esperanza y la predisposición de encontrar las palabras del autor fielmente reflejadas en la composición cinematográfica, sin detenernos a pensar en que nos enfrentamos a un producto independiente que se rige por sus propias leyes, que debe condensar obras extensas y complementar relatos con la precisión que le exigen los minutos que el espectador está dispuesto a permanecer en una sala de cine.
El texto es transpuesto en base a la interpretación y al trabajo realizado por director y el guionista, y el resultado siempre deberá contemplarse a partir de este tamiz. Es de especial interés la cuestión que aborda el punto de vista del director, quien percibe el potencial cinematográfico de una obra de acuerdo a su propia lectura, aficiones y afinidades.
Se habla también de la fidelidad al texto considerando diversos aspectos –como las distintas lecturas- y estableciendo algunos patrones de acuerdo a varias adaptaciones cinematográficas.
Esta obra se abre a infinitas posibilidades de transposición gracias al número considerable de textos mencionados y a la prolija información sobre la labor de los cineastas para trasladarlos a otro formato, de acuerdo a sus aptitudes y percepciones, dando lugar a un producto enteramente nuevo que trasciende al texto, no en superioridad, sino en la novedad que caracteriza ahora a la historia y a la manera de contarla; en la disolución de sus componentes para recrearlos en otra disposición, tan compleja y elaborada, que merece que los observadores otorguen la atención adecuada a sus procesos antes de emitir una crítica despiadada.
De acuerdo al autor, el texto se reinventa tras su apropiación, diferenciándose sustancialmente de su fuente original, al trazarse a través de otro lenguaje y elementos.
Para terminar, me gustaría citar el epílogo, que de alguna manera concreta lo que el autor quiso transmitir a lo largo de esta obra:
«Este texto intentó aproximarse a ciertos temas y problemáticas, plantear algunas hipótesis y conjeturas, discutir algunos juicios tan frecuentes como nunca revisados. Pero de las seguramente rudimentarias –y quizá equívocas- convicciones, siempre hubo una que hizo de faro y jamás fue puesta en duda, y que es de André Bazin: “Constatar que el cine ha aparecido ‘después’ que la novela o el teatro no significa que vaya tras sus huellas y en su mismo plano. El fenómeno cinematográfico no se ha desarrollado en absoluto en las condiciones sociales en las que subsisten las artes tradicionales. Sería tanto como pretender que la java o el fox-trot son herederos de la coreografía clásica."»

(*) Editorial Paidós. Estudios de Comunicación.176 páginas.

4 comentarios:

  1. Este artículo me ha encantado!
    Me gustaría mucho leerme el libro. porque explica muy bien los "problemas" que se encuentran: Directores, Guionistas y demás personas artífices de una película, para transportar el mensaje del libro a la pantalla.

    Sobretodo, es cierto que siempre se dice que la película debe ser lo más fiel al libro que se pueda. Pero, como ya he dicho. no se puede hacer una película de un libro de 400 páginas siendo fiel, sino acabaría en 5 horas de película y aburrimiento por parte de los espectadores.

    Además el lenguaje no es el mismo. ya que en un libro se valora la descripción de la escena más que a lo mejor los propios diálogos. En el cine eso se da por hecho al ser visual. por lo que hay que explotar los diálogos y los efectos ópticos.

    Hay pocas películas que han superado al libro " Vease Stardust" en mi opinión.

    Muchas han estado "aceptables"

    Y la mayoría. acabamos diciendo: es mucho mejor el libro...

    Andromeda me gusta mucho el artículo. y el libro
    espero poder leerlo algún día
    Saludos
    Feli :)

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  2. Creo que es inevitable ver una transposición sin caer en el juicio y la comparación, pero está claro que hay que tener muy en cuenta los elementos propios de cada lenguaje, y considerar las técnicas cinematográficas que hilvanan la narración, incapaces, a veces, de ser fieles a la estructura literaria. También pienso que la fidelidad a la obra literaria no se traduce necesariamente en una mejor transposición. Creo que lo central es la historia que se cuenta aunque los lectores, y en especial el autor, por la parte que le toca, queden siempre decepcionados a la hora de medir ambas expresiones por el mismo rasero.

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  3. Por lo visto el libro defiende con encomio la independencia del cine con respecto a la literatura. Imagino que por más empeño que el autor le ponga, las comparaciones seguirá siendo inevitables, ya que cine y literatura comparten muchas cosas relativas a la construcción de una historia. En mi opinión el problema estriba en que las adaptaciones literarias (que me disculpe el señor Wolf por mi obstinación en el uso del término) pueden constituir para el gran público la traslación a algo "tangible" las historias leídas.

    Con todo el libro parece sumamente interesante.

    Excelente artículo, Andromeda :)

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  4. Gabo, Nosin, Felicity, gracias por vuestros comentarios. :)
    Indudablemente el resultado cinematográfico siempre será distinto, en mayor o menor medida, a la obra literaria. Incluso hay quienes sólo la toman como punto de referencia, transformando el texto casi por completo al elaborar un guión. El asunto radica en la complejidad que supone lograr hacer a un lado nuestra propia interpretación del texto y disponernos a ver, en la sala de cine, un producto distinto y regido por sus propias leyes. La dificultad que esto supone se me antoja casi irremediable: seguramente nos parecerá mejor la traslación al cine en cuanto más se asemeje al objeto inspirador.

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