La muñeca, de Algernon Blackwood - Conchi Sarmiento



La muñeca
es uno de los relatos más conocidos de
Algernon Blackwood. Fue publicado, junto con otros, bajo el título The Doll and one other en 1946.

El tema de esta historia, al parecer, era bastante común en la literatura inglesa: en un rígido sistema de clases, los ricos encumbrados -incluso los no tan ricos pero sí honorables ciudadanos que se habían labrado un puesto de honor en la sociedad- eran los ciudadanos de importancia, los de la clase alta, y el resto tenía que rendirles poco menos que pleitesía. Es bastante evidente en la figura del coronel Hymber Masters, oficial de la India, retirado ya del ejército durante la narración, y y con “muchas iniciales de distinción acompañando a su nombre”. Evidente, digo, en el trato que le guarda el resto de personajes: la cocinera le teme ("solo le atribuía un poco de humanidad a la vista del amor que manifestaba por Monica", la hija, , e incluso considera que su dueño es "demasiado moreno" para su buen gusto, pues todo lo moreno tiende a ser "misterioso"); la institutriz, Mrs. Jodzka, le ve como un deseado y respetable soltero de oscuro pasado -del cual se arrepiente, pero que no le exime de atractivo, por muy oscuro que se pinte ese pasado-, la doncella... En fin, la doncella es la doncella, poco menos que nadie en el trato de esta sociedad.

El desprecio hacia las clases bajas es tangible en el personaje de la cocinera, Mrs. O´Reilly. Cuando una tenebrosa noche de noviembre recoge un misterioso paquete de manos de un individuo de “de piel oscura”, que era “negro, indio o árabe”, no tarda el narrador en advertirnos de que para la Sra. O´Reilly "el término negro describía a cualquier individuo que no fuese blanco". Es más, piensa que "un hombre como ese solo puede traer desgracias". El racismo de la cocinera es más que palpable... Pero no extraña en una mujer del carácter y moralidad de la Sra. O´Reilly, el lector pronto lo comprueba.

El sujeto que lleva el paquete a "Laurels", la residencia del coronel Masters, pide que sea entregado en mano al coronel. La cocinera lo coge y lo deja en el despacho del coronel, que no está en casa, y que no lo descubrirá hasta una semana después. Sin abrirlo, alarmado al ver que proviene de la India, le pide a la cocinera que lo queme, y la buena mujer, que de curiosidad no anda escasa, lo abre y ve que el paquete misterioso contiene, como ya habréis adivinado, una muñeca. Una simple muñeca del montón, fea, común. Decide no quemarla y regalársela a la única hija del coronel, Monica, fruto de una relación fuera del matrimonio. La niña se entusiasma con el regalo -tiene pocos juguetes, esta es su primera muñeca. No por falta de solvencia paterna, sino por descuido- y enseguida la muñeca y ella se hacen inseparables..., pero lo cierto es que cuando la pequeña vio por primera vez a la muñeca "había soltado un grito de placer que bien podría haber sido un chillido de dolor. La delirante alegría fue expresada en un tono demasiado alto, como si intentase ahogar un sentimiento instintivo de repulsión (…)”.

Poco tiempo después, Monica comienza a decir que habla con su muñeca y que la muñeca no solo le responde, sino que hasta le cuenta cuentos por las noches. La institutriz y la cocinera en un principio no se sienten alarmadas, pero cuando empiezan a aparecer manchas de sangre en las sábanas de Monica, la cosa cambia. Espían a la niña, y pronto descubren que efectivamente la muñeca puede hablar y hasta moverse por sí sola...

El final es soberbio. La imagen de un coronel retirado del ejército por oscuros motivos siendo atacado por un objeto tan simbólicamente infantil al grito de buth laga ("venganza" en indostánico) es por sí solo aterrador, incluso si se piensa en su absurdo. Blackwood resuelve la situación de forma magistral, es rápido y efectivo.

Por otra parte, la estructura del relato es redonda, brillante. Incluso hay explicaciones a detalles aterradores que no se explican de forma convincente porque su solución podría ser tan terrible que es mejor no saber, no descubrir nada. Quizás lo que más me gustó fue el principio y el final, la forma de redondear una idea completando la frase final del relato:

En el inicio:
"(...) en ciertos barrios remotos de las afueras, donde grandes espacios parecen morir entre las farolas, donde apenas pasa nada (...)."
Al final:
"Así, en ciertos barrios de las afueras, donde grandes espacios parecen morir entre las farolas, donde el viento húmedo susurra a través de las lúgubres ramas de los pinos plateados, donde nunca pasa nada y la gente suplica: «¡Vayamos a la ciudad!», algo se agita a veces entre los huesos muertos que se esconden tras las paredes de las respetables residencias..."

Y es, justo en esa última frase, donde se halla la clave del por qué de esta historia...

1 comentario:

  1. De Blackwood sólo he leído algunos cuentos protagonizados por el detective parapsicólogo John Silence. En ellos también se apreciaba esa manera tan cuidada de mantener la estructura del relato.
    Sora.

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