La gallina ciega. Diario español, de Max Aub - Chubbchubb




Max Aub
escribió este “diario español” cuando, en 1969, regresó a España tras treinta años de exilio en México (ese México que es ya incapaz de escribir con j), con el pretexto de recoger información para un libro que estaba preparando sobre Buñuel, y así entrevistarse con los amigos del cineasta. Pero eso, seguramente, no era más que la excusa formal para volver a esa tierra que sentía tan suya, y poder ver, tras tantos años, a los amigos que había dejado aquí, a los familiares, incluso los libros de su biblioteca, conservados en la Universidad de Valencia y que ya había reclamado alguna vez.

Pero lo que Aub se encontró no fue la España que él había soñado en su juventud, sino una España víctima de una dictadura que a todo el mundo parecía resultar indiferente. Una España triste, sin espíritu, donde aquella ilusión que albergaba fue quebrándose a lo largo de los meses que estuvo aquí. Como él mismo decía, “he venido, pero no he vuelto”.

Adquieren mucho valor todos los elementos contextuales que Aub nos va mostrando a través de sus palabras, toda la información política, social y cultural de ese año ’69 y de esa España que se encuentra al llegar: los grandes diálogos sobre los escritores y artistas de la generación de Aub, los escritores del momento, el influjo de los primeros en los últimos, la política del régimen… No es sólo la visión de Aub la que queda reflejada en este diario, sino todas las demás visiones que nos ofrece, ricas y valiosas en muchos aspectos, sobre todo cuando puede percibirse el contraste de ideas. El diario comienza ya con su llegada a España, aterrizando en el aeropuerto, donde espera, junto a Peua, su mujer, que vayan a recogerlos para pasar unos días en la Costa Brava, donde se encuentra con personajes tan interesante de conocer en la intimidad como Gabriel García Márquez, o Gabo, como le nombran durante esa cena que Aub recrea en los primeros días del diario. Conversaciones que van desde los comentarios sobre Dalí y Gala, hasta las primeras impresiones que están teniendo del país, indican ya que el libro que tienes entre manos quizás no es algo que estés habituado a leer, o, si más no, te adelanta que será una lectura de lo más curiosa y productiva.

Después de esos días, su viaje continúa en Barcelona, donde se encuentra con varios amigos y conocidos, que le permiten plasmar en el diario conversaciones de lo más ricas y variadas en temas políticos y socioculturales de la capital catalana, y, claro está, sus propias impresiones, lo diferente que es esa Barcelona de la que tenía en sus recuerdos de los años veinte. Bordea la costa mediterránea, y llega a Valencia, a su tierra, allí donde hizo el bachillerato. Visita la casa donde vivió con sus padres, la segunda residencia, la casa que compartió con Peua, las librerías a las que él solía ir y en donde, cuando pregunta por algún libro de un tal Max Aub, nadie reconoce ni al autor ni a la persona que pregunta por él,… Se reencuentra también con sus familiares que siguen allí, dejando constancia en el diario de las interesantes charlas mantenidas con su sobrino, por ejemplo, donde constata que la juventud no siente ningún tipo de interés por la política ni el estado del país, ni comparte esos valores que sentían él y los de su generación durante su juventud, y en donde el sobrino en cuestión se medio burla del pobre tío que se empeña en preferir la España de sus recuerdos, y no quiere ver lo bien que se vive, lo bien que se come, lo mucho que ha progresado la España de finales de los sesenta.

Pasa luego unas semanas en Madrid, desde donde se desplaza hasta Zaragoza para poder llevar a cabo esa recuperación de información sobre Buñuel, el aparente motivo de su visita a España, y en donde ejecuta varias de las entrevistas que se recogen en Conversaciones con Buñuel, puesto que finalmente no logró acabar el libro que preparaba por culpa de su temprana muerte. Es curioso, por ejemplo, cómo entremezcla con sus recuerdos los recuerdos literarios de los paisajes que va viendo, desde el Campo del moro, hasta la calle de Valverde.

Tras Madrid regresa a Barcelona, donde un enjambre de medios le cae encima para entrevistarle, puesto que la primera visita pasa más inadvertida que esta segunda. Durante las semanas narradas, a parte de las grandes conversaciones y reflexiones que llenan el diario, me pareció especialmente conmovedor el caso de su lectura teatral, que él, original e ingeniosamente, como siempre, con una fina ironía en el recurso, nos cuenta a través de la técnica dramática, como si lo sucedido fuera una pieza teatral, algo que a pesar de estar presentado en un estilo asociado a la ficción, la realidad la supera.

Antes de volverse a México viaja de nuevo a Valencia para despedirse de los suyos, y para recuperar finalmente parte de sus libros. A lo largo de las más de quinientas páginas que configuran este diario, Aub plasma, de forma crítica, contundente, con ese estilo tan suyo que se percibe incluso en sus obras de no ficción, esas sensaciones que le causó su visita, los cambios que percibió, las diversas conversaciones, como he dicho ya, con los que se quedaron o los que volvieron. Cada idea es clara, precisa, de una nitidez y de una razón estremecedoras. En más de una ocasión nos encontramos escenas agridulces, en donde, a través de los ojos de Aub, contemplamos la situación medio impotentes, medio apesadumbrados. Y en otras ocasiones logra transmitirnos incluso su angustia, sobre todo cuando no dejan de preguntarle aquello de “¿qué te ha parecido España?”, con una gran sonrisa en los labios, y él se traga hasta explotar las verdaderas palabras que se esconden tras el educado “bien”.

Realmente es un lujo poder leer hoy algo que, aunque sientas que por no haberlo vivido no podrás nunca llegar a comprenderlo en su totalidad, a través de una mirada sin tapujos puedes llegar a hacértelo un poco más tuyo, y observar todos esos pequeños detalles que forman parte también de la historia. Es una lectura con la que disfrutas muchísimo de cada palabra, de cada frase, de cada día narrado,… Y en la que puedes ver al Max Aub persona, y no sólo al escritor que nos encontramos en el resto de sus obras. Una verdadera delicia, vaya. Y tampoco tiene desperdicio alguno el estudio introductorio de Manuel Aznar, ni las notas que acompañan al texto, que hacen la lectura mucho más fácil.

Yo, personalmente, como ya se ha podido intuir a lo largo de la lectura de esta reseña, he disfrutado muchísimo del tiempo que he dedicado a leerla, un tiempo que me he obligado a dosificar puesto que lo bueno, si breve, dos veces bueno, como dice el dicho, y porque, a pesar de las ganas que tenía de llegar al final de ese viaje con Aub, a la vez me entraba una gran pena al pensar que al terminarlo se me habría acabado el placer de esta fantástica lectura. Y al acabarla, no pude menos que entristecerme, ya no sólo por la idea general del texto, por esa desilusión amarga, aunque en el fondo esperada, que se lleva Max de vuelta hacia México, sino también por pensar que murió sin poder ser testigo, ni que fuera un poco y de lejos, de los cambios que acontecerían en España en el camino hacia la democracia, porque este libro no es otra cosa que un canto a la libertad, al poder decir, escribir, publicar y montar, -en cuanto a obras teatrales se refiere-, lo que uno quiera.

Como anécdota, y para que no se diga que mi juicio no es objetivo porque no hago más que elogiar a este gran escritor, un detalle que no conocía de él y que no me gustó en absoluto: ¡era aficionado a los toros! Y ya no sólo eso, sino que incluso dice, entre otras muchas cosas acerca de la gente que quiere prohibirlos (parece mentira lo actual que puede llegar a ser un texto de 1969), ¡que son personas con un error en el cerebro! Sin quererlo me sentí extrañamente aludida, puesto que a mí no me gustan nada los toros como espectáculo…. Pero vaya, es sólo una anécdota, y no por eso dejaré de admirar profundamente a este gran y magnífico autor.


Es, sin lugar a dudas, un libro totalmente recomendable.

1 comentario:

  1. ¡Qué interesante!! Y pensar que no he leído a este autor...
    Por cierto que me gustó mucho eso de "ese México que es ya incapaz de escribir con j". =]

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