Las cosas como son... o no. Raymond Chandler. - Bohemio





"- No es fácil hacerme gracia -dijo.

- Como a la reina Victoria -repliqué.
-No lo he cogido.
- No esperaba un milagro." (La ventana alta)


“Soy tan duro que una vez partí un bollo de pan con las manos desnudas…” (
Raymond Chandler)



Una de las figuras retóricas más difíciles de utilizar es la ironía. En su origen etimológico, ironía significa “simulación” pero ésta se realiza no con el fin de engañar sino de comunicar de un modo especial, elevado, aquello que el autor desea estableciendo una particular relación con el lector, quien debe poseer los códigos culturales e intelectuales adecuados para comprender no sólo el contenido sino también la finalidad y conveniencia de esta construcción.
El desafío en el uso de la ironía es doble: por un lado, el escritor se encuentra ante la arriesgada tarea de poner en juego su ingenio y calidad literaria. Por otra parte, el lector debe estar a la altura descodificando el mensaje y entendiendo toda su carga de intención y significado.

¿Tiene lugar una figura tan exigente y cercana al humor en el género negro? Si hacemos arqueología del género, encontramos un punto de inflexión para su formación y razón de ser en la iluminación eléctrica de las ciudades que otorgaba una nueva dimensión a la noche hasta entonces impensable. Este hecho supuso para los autores acometer la exploración y conquista de una doble frontera: por un lado, la noche, territorio casi virgen por haber resultado intransitable debido a la impunidad con que actuaban los más variados maleantes amparados por la total oscuridad. Por otro lado, una segunda frontera es la personal en tanto que explora las luces y sombras del individuo que habita este mundo sórdido y ve el reflejo de la dimensión interna del hombre surgido con los nuevos tiempos.

En este contexto cabría preguntarse si tiene cabida el humor en algún grado. Decía Jacinto Benavente que la ironía es la tristeza que al no poder llorar, ríe. Siendo así, qué mejor lugar puede encontrar que el género negro que retrata el mundo complejo y subterráneo de toda comunidad e individuo como parte de su lenguaje que libera y complementa haciendo llegar al lector un contenido, calando hondo sin que se dé cuenta e incluso siendo utilizada como vehículo de contraste, relajando en parte la tensión conservando toda su carga y afinando el lenguaje.

La ironía es un firme exponente del humor inteligente, es por ello que necesita la participación del lector para comprenderla en toda su dimensión (con qué motivo la ha incluido, qué quiere decir, a qué alude, etc.). Evidencia que el humor es compatible y aliado natural de un género que está al cabo de la calle y que muestra las pulsiones y pasiones humanas de todo tipo. En el instinto humano está el crimen, la violencia, el odio, la envidia, etc. pero también, entre otras cosas, se encuentra el humor como condición humana innata en mayor o menor medida.

Raymond Chandler (1888-1959) era un hombre inteligente y cultivado, exigente con los demás y consigo mismo, duro y a la vez sensible, conoció el amor profundo, la desesperación y el agotamiento físico y mental y aún así supo disfrutar de la vida. Es considerado, junto a Dashiell Hammet, el verdadero creador del género negro como tal. Si bien en su modestia afirmaba que “Hammet merece casi todo el crédito, sino todo” de la invención del relato policiaco duro, es indudable que ambos hicieron grande algo hasta entonces aún en ciernes y vilipendiado por la crítica, consiguiendo elevarlo a la categoría de género en mayúsculas por derecho propio.

Dignificó un género que defendía por su trascendencia al presentar “el patrón más sencillo pero más completo de las tensiones con que vivimos en esta generación”. Lo renovó de tal manera que asentó las bases sobre las que ha seguido desarrollándose hasta nuestros días con exponentes que introducen nuevos formatos que lo actualizan, como John Connolly o Philip Kerr, ya que sus preocupaciones formales, estilísticas y literarias fueron siempre mucho más allá de una trama que no dejaba de ser el punto de partida utilizado para llegar a su verdadero interés como escritor. Por ello, no le importaba que “el misterio resultase bastante obvio” ya que “me importaba la gente, ese mundo extraño y corrompido en el que vivimos, y cómo al final, cualquiera que intente ser honrado queda como un sentimental o como un vulgar idiota”.

Sería un error para quien se acerca por primera vez a Chandler, buscar la sorpresa o el resultado final como elemento principal de la novela. Muy pronto, el lector se dará cuenta del placer que supone sumergirse en las magistrales descripciones, memorables diálogos y sutil ironía que constituyen el alma de su obra. Su dedicación a la creación literaria de altura responde a unas firmes convicciones que él mismo confesó al afirmar: “no escribo por dinero ni por prestigio sino por amor, un extraño y persistente amor a un mundo en el que las personas puedan pensar en sutilezas y hablar en el idioma de culturas casi olvidadas”. Si existe un instrumento a la medida de tal empeño, es la ironía.

Como se puede apreciar en sus múltiples comentarios y correspondencia, Chandler era un hombre profundamente irónico, condición indispensable para poder plasmar dicho elemento en el papel pues no se puede fingir cuando no se posee. Sabía reírse de si mismo. ¿Un refugio? Tal vez.

Con un estilo minucioso y que destila sensibilidad, combina lo cáustico y lo sentimental refutando a quienes le tildan de escritor duro por el marco en que se desarrollan sus novelas y una mala apreciación respecto a la forma de expresión. Su intención con el uso de la ironía nunca es la de hacer daño. Esto es fundamental a la hora de distinguirla del sarcasmo, cuya razón de ser es la ofensa. La cuestión de la intención en la ironía es capital ya que el desconocimiento hace que cuando ésta no es comprendida se perciba como sarcasmo, señalando en apariencia negativamente al emisor cuando se trata en realidad de un problema de comprensión o entendimiento por parte del lector. Si se me permite la ironía: como en los regalos, la intención es lo que cuenta.

Tímido y con gran sentido del humor, seguramente se divertiría con las distintas teorías que a lo largo del tiempo se han dado sobre si Marlowe es un trasunto de su autor como tantas veces se ha especulado en la historia de la literatura entre personajes y sus creadores. Aunque él lo negó en cierta medida, es evidente que comparte algunos rasgos, gustos y aficiones y se aprecia, en mi opinión, que creó al personaje como alguien en quien proyectarse pero ¿hasta qué punto? A ambos, duros en apariencia y maestros en el uso de la ironía, se les puede aplicar aquello de que “nosotros los tipos duros somos todos en el fondo unos sentimentales sin remedio”.

Chandler glorificó la ironía dándole además múltiples usos: desde explotar su faceta crítica a mantener las distancias con quienes detesta pero aún más con aquellos a quienes aprecia. Realizar descripciones físicas, esquivar una respuesta obvia, apostillar como narrador una situación, ponerla en boca de otros personajes, etc. También la utiliza para reírse de si mismo, algo básico para alguien que usa la ironía.

El humor está presente en toda su obra de forma consciente y natural, enriqueciéndola poderosamente. Chandler lo consideraba fundamental y tan evidente que no se explicaba la poca comprensión que en ese sentido encontró ocasionalmente entre el público, especialmente norteamericano, y que le llevó a preguntarse “¿cómo es posible que no son capaces de ver el abundante elemento burlesco en mi modo de escribir?

Le otorgaba tal importancia que aunque es sabido que en un primer momento pensó en Cary Grant para encarnar a Marlowe, elogió a Humphrey Bogart, quien hizo suyo al personaje y lo elevó para siempre a la categoría de mito del cine, llegando a decir de él como elemento definitivo a su favor: “tiene un sentido del humor que encierra un áspero matiz sarcástico”

Siempre fue honesto con los lectores y con su creación. Fiel a un estilo, un compromiso y una forma de entender el género que abanderó, en su presentación hizo toda una declaración de intenciones ya en el primer párrafo del primer capítulo de su primera novela (El sueño eterno, 1939) presentándose ante el público como si dijera “este soy yo, así escribo, esto es lo que van a encontrar”

“Iba bien arreglado, limpio, afeitado y sobrio y no me importaba nada que lo notase todo el mundo. Era sin duda lo que debe ser un detective privado bien vestido. Me disponía a visitar a cuatro millones de dólares”.


Chandler utiliza la ironía en sus novelas de forma constante como vehículo de transmisión de su lenguaje y sostén de toda su estructura. Esa presencia permanente es parte de lo que le ha granjeado una legión de seguidores fieles y entregados. Marlowe no puede hablar, describir, contestar, sin ella y es muy difícil como escritor hacerlo una y otra vez manteniendo el tono en todas las situaciones, variando la forma y sin perder calidad con un alto nivel constante en la creación de imágenes mientras el personaje continúa siendo un tipo fiel a su código, íntegro y muy legal.

Y qué mejor ejemplo de ironía que el mayor exponente del género llegase a olvidarse de solventar la muerte de un personaje dejando su explicación en el aire y trayendo de cabeza a generaciones de lectores y más aún. Sucedió que cuando se estaba realizando la adaptación al cine de El sueño eterno, Chandler recibió un telegrama de parte de Howard Hawks y Humphrey Bogart en el que, después de discutir si un personaje había muerto asesinado o por un suicidio, pedían al autor que les aclarase la cuestión, a lo que éste tras pensarlo un rato y consultar su propia obra no supo qué contestar: “que me condenen si lo sabía…”

Así pues, explora el alma y su mundo apoyado en una ironía que le permite, con audacia, ahondar, interactuar y meterse a fondo en ese laberinto de pasiones que es la condición humana. Reírse de sí mismo para ver la vida de otra manera con una aproximación certera y a través de un lenguaje rico en imagen, forma y contenido, nos lleva lo más cerca posible del alma humana, sin llegar a tomar posesión de ella. Porque la última frontera siempre quedará por conquistar.

“La audacia es todo, es lo único indispensable; pero una audacia serena, decorosa, correcta, como envuelta en el suave terciopelo de la ironía. ¡He ahí lo que yo soy y lo que quiero ser!” (Raymond Chandler)





BIBLIOGRAFÍA:

- Chandler por sí mismo. Raymond Chandler; edición a cargo de Dorothy Gardiner y Katherine Sorley Walker. Ed. Debate. Madrid, 1990. ISBN: 84-7444-388-1

- Todo Marlowe. Raymond Chandler. Ed. RBA. Barcelona, 2009. ISBN: 978-84-9867-658-7

3 comentarios:

  1. Enhorabuena Bohemio.

    Un artículo muy bueno, que disecciona con gran acierto la esencia de la novela negra: la ironía descarnada de sus protagonistas. Chandler y Hammett fueron los maestros, Ross MacDonald el alumno que los superó, Margaret Millar una buena acólita....etc.

    Bicos

    Aliesa de Ponthieu

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  2. Muchas gracias, Aliesa.

    Creo que a veces no se le da la debida importancia al que es uno de los pilares del género, por eso era de justicia al menos mencionarlo.
    Ross Macdonald lo tengo pendiente por tus comentarios sobre haber superado a sus maestros, desde luego eso siempre me ha intrigado (nunca mejor dicho).

    Bohemio

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  3. Buen trabajo Bohemio, me ha encantado esa aproximación a Raymond Chandler de la mano de la ironía, qué mejor guía que ella para introducirse en el género!

    Un abrazo

    Mario

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