Álvaro Cunqueiro, incierto señor - Eduardo M.



Poeta, prosista, dramaturgo, ensayista, articulista en prensa, cronista de viajes, gastrónomo, pocas fueron las facetas literarias que no cultivó Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911-Vigo, 1981) en su prolífica trayectoria. La singularidad de su figura y la riqueza de su obra lo convierten en una personalidad fundamental de las literaturas gallega y española del siglo pasado.



El paso de los años no ha hecho sino poner de relieve la complejidad, profundidad e influencia del legado literario de Álvaro Cunqueiro. Su poesía establece puentes entre el trovadorismo medieval y las vanguardias europeas de la primera mitad del siglo XX; su obra en prosa cuestiona las dinámicas literarias de su tiempo, prefigura el realismo mágico y combina elementos de la tradición oral con la reescritura de temas y personajes clásicos; su teatro conjuga motivos medievales o renacentistas con formas de vanguardia; sus artículos de prensa recogen una peculiar mirada sobre la realidad y revelan su personalísimo uso de la palabra. Cunqueiro escribió tanto en gallego como en castellano y en ambas lenguas brilló por igual. Quizá sea una exageración decir que su figura ha caído en el olvido, pero tampoco parece que su obra ocupe en la actualidad el lugar que merece. Determinar con exactitud cuáles son las causas de esta postergación excede con mucho el propósito de este texto, en el que nos limitaremos a apuntar algunos factores a tener en cuenta.

El primero y el más obvio es la adscripción del escritor mindoniense al aparato ideológico del franquismo. Efectivamente, el estallido de la Guerra Civil introdujo un brusco cambio en su trayectoria personal y literaria. Hasta ese momento, Cunqueiro se había relacionado con el galeguismo cultural y político. Aunque más interesado por la faceta literaria que por la estrictamente política, le unió una fuerte amistad con otros intelectuales galeguistas, militó en el Partido Galeguista y participó en la campaña a favor del Estatuto de Autonomía de Galicia de 1936. En esta primera etapa, Cunqueiro colabora con revistas de la órbita galeguista y publica sus primeros poemarios, Mar ao Norde (1932), Poemas do si e non (1933) y Cantiga nova que se chama riveira (1933), escritos en gallego y, este último, imbricado en la tradición de la lírica gallego-portuguesa.

Con la llegada de la Guerra Civil y ante el cruel asesinato de algunos de sus compañeros, Cunqueiro abraza con furia las consignas del bando sublevado. Abandona la lengua gallega, colabora activamente en publicaciones falangistas y escribe poemas a mayor gloria de Primo de Rivera y Franco. Son los años en que publicaría sus primeras obras en castellano, la novela Historia del caballero Rafael (1939) o el poemario Elegías y canciones (1940), y en que desarrollaría una carrera como periodista en Madrid que le llevaría a dirigir durante un breve período el diario ABC. Contribuye, de este modo, a la creación de un discurso legitimador del franquismo, junto a los Laín, Ridruejo, Pemán, Torrente, Eugenio D’Ors o Martín de Riquer.

No nos interesa esclarecer el grado de identificación real de Cunqueiro con los principios del nuevo régimen, sino poner de manifiesto cómo esta adscripción ideológica lo convierte en una figura incómoda, especialmente desde la revisión del legado cultural del franquismo tras la restauración democrática. Cualquier juicio acerca de su obra literaria se verá condicionado, a partir de entonces, por la censura que merece su pasado franquista.

Todo ello a pesar de que su idilio con Falange duró bien poco. En 1943, como consecuencia de un conflicto que terminó en protesta formal de la embajada francesa, a Cunqueiro se le retira el carné de periodista. De la noche a la mañana, pierde su puesto en ABC y cualquier posibilidad de hacer carrera en Madrid. En 1947 Cunqueiro regresa a Mondoñedo y retoma la escritura en lengua gallega, expresando un desengaño personal que desembocaría en uno de sus períodos de mayor fertilidad literaria. No obstante, este regreso a la tierra natal y a la lengua materna afecta también a su consideración, que pasa a ser la de un escritor “de provincias”, autoexiliado, alejado de los circuitos culturales y, lo que probablemente sea más significativo, de las corrientes literarias predominantes en su tiempo.

Así, mientras en la narrativa española se impone el realismo social, Cunqueiro alumbra Merlín e familia (1955), As crónicas do Sochantre (1956) y Se o vello Sinbad volvese ás illas (1961), novelas de corte fantástico que, si bien con características propias, se aproximan a los parámetros del realismo mágico que el boom latinoamericano popularizaría años más tarde. En ellas, el mindoniense comienza a desarrollar las claves que caracterizarían a toda su producción posterior en prosa: su gusto por la fabulación, la combinación de contextos realistas con eventos mágicos, el recurso a personajes propios del mito o de la literatura, la convivencia de lo real con lo sobrenatural o la reivindicación de la imaginación como potencia transformadora de la realidad. También pertenece a este período la que probablemente sea la pieza esencial de su producción dramática, O incerto señor Don Hamlet (1958), una reelaboración en clave edípica de la tragedia de Shakespeare a la que incorpora un motivo propio de las sagas nórdicas, el incesto.

En los años 60 Cunqueiro rompe el círculo de Mondoñedo y vuelve a ejercer el periodismo, primero con colaboraciones en los principales diarios de Galicia (La Noche, La Voz de Galicia, El Progreso…) y posteriormente incorporándose a la redacción del diario Faro de Vigo, que llegaría a dirigir. En él escribe su célebre columna El envés, así como múltiples colaboraciones para su suplemento cultural. Su ingente producción en este campo, recopilada en diversos volúmenes, muestra la traslación al ámbito periodístico del imaginario de Cunqueiro, su profunda erudición, su aliento fabulador, su equilibrada combinación de géneros, su personal uso de la palabra…

La vuelta de Cunqueiro al periodismo escenifica su reentrada en el ámbito literario español. Podemos decir que el escritor había, a estas alturas, superado su desengaño personal, pero no es menos cierto que el paso de los años había contribuido a redimensionar su figura y revalorizar su obra. En 1959, se le concede el Premio de la Crítica por la traducción castellana de As crónicas do Sochantre, lo que le conduciría a retomar su carrera como novelista en español. Las mocedades de Ulises (1960), la ganadora del Premio Nadal Un hombre que se parecía a Orestes (1968), Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca (1972) y El año del cometa con la batalla de los cuatro reyes (1974) son las obras más representativas de este período, en la que también publicaría en gallego sus retratos imaginarios (1960), Escola de menciñeiros e fábula de varia xenteXente de aquí e de acolá (1971) y Os outros feirantes (1979).

Cunqueiro fallecía en 1981 dejando tras de sí un bagaje literario mucho más amplio que el que hemos mencionado aquí y cuya influencia en escritores coetáneos y posteriores está fuera de toda duda. Sin embargo, conviene poner de manifiesto la diferente posición que el escritor ocupa en los sistemas literarios gallego y español. Cunqueiro es una figura central en el ámbito de la literatura gallega del siglo XX. Su obra fijó un paisaje, la imagen de una Galicia ahistórica, mágica y melancólica que hoy percibimos como tópica y cuestionable en términos históricos, pero cuya huella se dejó sentir tanto dentro como fuera de esta tierra; y no sólo eso, estableció también una manera de relatar ese paisaje, un canon narrativo a caballo entre lo fantástico y lo humorístico que ha sido seguido e imitado por gran número de escritores. Cuando, a partir de los años 60, los autores de la Nova Narrativa Galega ensayan nuevos modelos narrativos (del monólogo interior al objetivismo) para representar una Galicia de perfil bien diferenciado, están poniendo en cuestión el discurso literario dominante en su contexto, que no era otro que el heredado de Cunqueiro.

Sometida a otras dinámicas, la literatura española parece haber relegado al escritor mindoniense a un discreto segundo plano. Factores como los que ya hemos señalado, su connivencia con el franquismo, su vocación periférica o su errática trayectoria personal, han contribuido a diluir su huella hasta convertirlo en una referencia familiar pero lejana. Sin embargo, no hay ninguna razón que desaconseje leer hoy a Cunqueiro. Al contrario, si la rica ensayística que tiene su obra como objeto no ha dejado de aumentar con los años es porque sus libros siguen desafiando al lector hoy como antaño. Quien quiera tener una perspectiva más amplia de la vida y obra de Cunqueiro puede acercarse a la completa semblanza de su figura que le ha dedicado el Instituto Cervantes en su Centro Virtual. Quien quiera acercarse a su carismática personalidad puede contemplar la magnífica entrevista que en el año 1978 le dedicó Joaquín Soler Serrano en el programa de TVE A fondo, accesible online. Pero por encima de todo, quien quiera conocer directamente su obra sólo tiene que abrir alguno de sus libros y adentrarse en uno de los universos literarios más ricos y personales de las letras hispanas del siglo pasado.

1 comentario:

  1. Otro de esos autores injustamente relegados por las circunstancias políticas más que por sus deméritos profesionales. Me ha recordado muchísimo a la figura de Manuel Machado, otro excelente autor que pagó el precio de su apoyo incondicional a Franco. Lo malo de la política es que las cosas cambian rápido.

    Excelente semblanza, Eduardo :)

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