Las encantadas islas de Melville - Conchi Sarmiento


The Encantadas or The Enchanted Isles (1856)
Herman Melville


Tradución, edición y prólogo de David Cruz Acevedo.
Editorial Berenice, 2008.

ISBN: 978-84-96756-57-1
168 páginas.

Herman Melville, bajo el pseudónimo Salvador R. Tarmoor, publicó esta obra por entregas en la revista Putnam´s Monthly Magazine en el año 1854, para ser recopiladas y publicadas, junto a otras historias, en 1856 y bajo el título de The Piazza Tales.


Las Encantadas es un conjunto de 10 fragmentos descriptivos sobre las islas Galápagos, que corresponden a una estructura que podría plantearse de la siguiente manera:

Capítulos 1- 5: Espacio natural (geografía y fauna)
Capítulos 6 - 7: Espacio social (grupos sociales: bucaneros y el Rey Perro)
Capítulos 8 -9: Espacio individual (Hunilla y Oberlus)
Capítulo 10: Regreso al origen natural.

Estas islas son idealizadas por Melville, si bien las descripciones de la naturaleza son fidedignas, así como la mención de algunos personajes históricos. Simplemente va cambiando algunos nombres y la geografía según le conviene a medida que el relato se desarrolla.



La desoladora solidez de esas islas Encantadas que Melville conforma en su mente, y que plasma en su narración, es terrible. Esas tierras surgidas de las profundidades marinas por el abrasador impulso de los volcanes, tierras inhabitables, baldías, grises, de desgarradora soledad, de rocas golpeadas por la furia de las olas, una y otra vez. Es un infierno en medio del océano. Y la mayor particularidad de este infierno, la mayor maldición de este lugar, es que "el cambio nunca las visita, ni el de las estaciones, ni el de las tristezas. Atravesadas por el Ecuador no conocen otoño, tampoco primavera (...). La ruina no puede hacer mucho más en ellas." (Capítulo primero).

Hay pasajes soberbios, especialmente en
los primeros capítulos, cuando se describen las islas. Son esa clase de párrafos o frases que irresistiblemente se releen solo por el placer de saborear la musicalidad de las palabras, de la sintaxis, y de la idea, imagen o sensación que nos trasmiten.

Otro detalle que personalmente me llamó mucho la atención es la delicada ironía que utiliza Melville. Son reveses irónicos que, desde el hecho de merendarse a animales antediluvianos no sin cierta actitud reverencial, hasta el etílico homenaje al tópico del carpe diem a pie de tumba, Melville no escatima. Y ese toque de humor siempre tiene como punto de inflexión la aceptación de las trabas que impone la vida. Sirva de ejemplo la actitud de los galápagos ante los obstáculos (en el tercer capítulo):


"Su estupidez o determinación eran tan formidable que nunca se apartaban ante un obstáculo. (...) La idea de que estos galápagos son víctimas de un hechicero justiciero o maligno, o quizá simplemente diabólico, se hace sobretodo creíble por el extraño encaprichamiento de perseverancia desesperada que tan a menudo los posee (...). La maldición (...) es su infatigable impulso de rectitud en un mundo lleno de obstáculos."

Melville les llama "monstruos de rectitud", de perseverancia obcecada.
Lo cierto es que ni el tiránico Rey Perro, ni la virtuosa Hunilla, ni el malparado Oberlus escapan a esa perseverancia por la vida, por el deseo de cumplir con sus deseos, por ser fieles a sí mismos.

Sin embargo, la vida en las Encantadas es una condena, y su destino no admite redención entre los escollos de las islas volcánicas que llevan miles de millones de años allí, en medio del océano. Y pese al final que nos brinda el autor, ¡es inevitable no sonreir ante los miles de turistas que, en la actualidad, las visitan año tras año!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No hay comentarios