La leyenda del Holandés Errante - Julia Duce

La leyenda del Holandés Errante

Julia Duce Gimeno


Desafío al poder de Dios a detener el curso de mi destino y mi resuelta carrera. Ni el mismo diablo despertará mi temor. Aunque tenga que surcar los mares basta el día del juicio”


Nos topamos con el Holandés Errante;

Llegó al anochecer,

Y su casco ardía con las llamas del infierno,

Y sus velas eran de fuego;

Fuego en el palo mayor,

Fuego en la proa,

Fuego en las cubiertas,

Fuego en su interior.

Veinticuatro hombres muertos,

Su entera tripulación,

Y el diablo en el bauprés,

Colgado cual mascarón;

Lo pasamos de costado,

En la sima de una ola;

Allá se perdió el barco

Como un ardiente candil.

Fragmento de The Flying Dutchman
Charles Godfrey Leland



Uno de los temas clásicos de las leyendas marineras es el de los barcos fantasmas. Nos encontramos con una amplia tradición de mares oscuros y navíos misteriosos.


El enfrentarse a lo desconocido, a inmensidades de soledad y a elementos incontrolables causa un vértigo y terror a una realidad que sorprende. Por lo cambiante, el mar es capaz de hacer desaparecer sin dejar rastro a hombres valerosos, dejándolos indefensos, para hacer reaparecer, por caprichos de corrientes y mareas, solitarios armazones a muchas millas marinas de distancia de su punto de referencia y sus rutas. En ellos resuenan las vidas arrebatadas por los elementos caprichosos de tormentas y remolinos.
Buques malditos pueblan los mares desde la antigüedad tripulados por quienes se atrevieron a enfrentarse a deidades o a retar a los elementos.
De entre todos estos mitos y leyendas de barcos fantasmas y navíos malditos destaca el de El Holandés Errante. Aunque la forma más popular de denominarlo es el Holandés Errante o el buque fantasma, también se usa como apelativo con frecuencia el del “holandés volador o volante”, por esa sensación de estar más flotando en la niebla que navegando.
Sus orígenes parecen asociados de alguna forma a la leyenda del Judío Errante, ya que en las dos versiones más conocidas de la leyenda, la del Capitán Marryat, novelista que había sido marino y que pertenecía al círculo de Dickens, y la versión del poeta romántico alemán, Heinrich Heine, que inspiró a Wagner el libreto de su ópera del mismo título, aparecen referencias a este otro mito. Sin embargo son muy diferentes y, aunque exista la conexión, poco tienen que ver.

El Judío Errante se retrotrae a leyendas bíblicas anteriores a Jesucristo (el orfebre que construyó el becerro de oro), y a numerosas personalidades atribuidas a distintos personajes coetáneos de Jesús y del momento de la pasión. En todo caso es una leyenda con tintes antisemitas, y que tiene numerosas versiones literarias desde el siglo XIII.

El mito de El Holandés Errante se refiere básicamente a un barco que navega sin rumbo ni destino, a cuyo capitán, ante su osadía, su reto a la divinidad, su pacto con el demonio, se le condena a navegar en un buque fantasma cuyo avistamiento es presagio de desgracias y de muerte. En ese sentido tiene un paralelismo con el largo viaje de vuelta a casa de Ulises: el desafío a Poseidón que le condena al largo deambular por el mar sin llegar a su ansiado puerto, teniendo en Ìtaca la meta ante la que se interponen los obstáculos que le presenta el mar.

Según algunas versiones, la leyenda se asocia a una saga Escandinava, referida a un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto calcinado apareció sentado en el palo mayor de un fantasmal navío negro.

Otro de los antecedentes más citados del personaje que se evocan es un navegante portugués, Bartolomeu Dias, que vivió en la segunda mitad del siglo XV y sobre cuyas aventuras escribió Luis de Camoes. Fue un navegante experto de gestas casi sobrehumanas y descubridor del cabo de Buena Esperanza. Sin embargo el mito pertenece a las leyendas del los marinos del mar del Norte y en alguna ocasión se ha situado la acción en las costas de Nueva Inglaterra.

Un primer esbozo se origina en un drama familiar de tierra adentro, La leyenda del castillo de Falkenberg, en una provincia de los Países Bajos próxima ya su frontera con Alemania: Dos hermanos se enamoran de la misma mujer y ésta favorece a uno de ellos. El otro se venga matando la pareja de enamorados, pero el remordimiento le hace buscar un consejero espiritual que le aconseja buscar cerca del mar un signo para purgar su culpa. Dos desconocidos le obligan a subir al barco, donde queda confinado por la eternidad, mientras su alma es sorteada cada noche con un juego de dados entre los marineros.

El antecedente más directo que inspira al marino maldito, es la figura real de Bernard Fokke y lo sitúa en el siglo XVII. Experto navegante de arrogante carácter, alardeaba de ser capaz de conseguir metas casi increíbles, se creía que su pericia le venía de un pacto con el diablo y su aspecto físico y carácter así parecía corroborarlo. La leyenda le atribuye el conseguir sus hazañas marineras a cambio de su alma. Cuando murió Fokke, él y su barco desaparecieron y fueron condenados a navegar por los mares que había conquistado. El barco fantasma se aparecía por el hemisferio Sur, entre el cabo de Buena Esperanza, el extremo Sur de América y el océano Índico.

La historia del Holandés Errante ha sido el argumento de numerosas obras literarias. Así el poeta norteamericano Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882) escribió el poema The phantom ship incluido en su libro Birds of passage (Aves de paso). Edward Fitzball escribió un melodrama llamado El Holandés errante, afirmando haber construido su historia sobre una narración de autor desconocido publicada en 1821 en la revista Blackwood. De éste la tomará el poeta romántico Heinrich Heine ya en pleno siglo XIX. Su versión aparece en un breve relato del tema en Memorias del señor Schnabelwospski, a través del juego de que su personaje protagonista asiste a una representación teatral en la que se está llevando a escena la obra. Pero en el caso de Heine, la acción se traslada al mar del Norte, en vez de a la zona del cabo de Buena Esperanza donde se desarrolla la acción del melodrama. En esta versión, el marino condenado se llama Vanderdecken, y en su condena se contempla la esperanza de salvación, podrá tocar puerto una vez cada siete años y buscar allí a una mujer que lo redimirá con su amor incondicional mas allá de la muerte. Encontrara a esa mujer en Senta, que morirá por él salvando su alma y concediéndole el descanso eterno.

El autor August Jal en Scénes de la vie maritime retoma la leyenda y añade que el barco maldito envía borrascas, hunde barcos y desorienta a los tripulantes, haciéndoles perder el rumbo. A veces visita algún barco y envía cartas que enloquecen a los oficiales. Puede cambiar de aspecto, y le acompaña una tripulación que también está maldita porque fueron grandes malvados.
La versión que Sir Walter Scott da de la historia en su Rokeby, también de forma tangencial ya que el argumento de la novela es muy diferente, es la de que la nave iba cargada de oro, se comete un asesinato a bordo y se desencadena una plaga como castigo. El barco queda en cuarentena obligado a ir de puerto en puerto sin que se le permita atracar, navegando sin rumbo. En este caso como ha señalado la crítica no hay una tragedia personal (un desafío a la divinidad, un pacto con el diablo, o un jugarse el alma a los dados). La enfermedad acabó con toda la tripulación y el barco vaga vacio llevado por las mareas.
Edgar Allan Poe hace referencia al Holandés Errante en La Narración de Arthur Gordon Pym en el capítulo 10. El protagonista en su viaje en el Grampus tropieza con un bergantín holandés en los mares del Sur, un tripulante parece sonreírles inclinado sobre la proa haciéndoles gestos, pero es en realidad un cadáver picoteado por una gaviota, alrededor sobre la cubierta del navío todo es desolación y más cadáveres.

Otra versión de la historia la encontramos en Novelle marinaresche Le di Mastro Catrame de Emilio Salgari. Catrame es un viejo marinero borrachín y algo hosco. El capitán lo sorprende borracho y le castiga a subir todas las noches a cubierta a contar una aventura protagonizada por él, es el marco para una serie de cuentos de terror y uno de ellos es El Holandés Errante. A cada historia el capitán le da una explicación lógica que relaja el terror que el cuento del viejo marinero ha provocado en quienes oyen los relatos.

Pero tal vez la versión más conocida de la historia, es El Buque fantasma del Capitán Marryat: En este caso el argumento cambia ligeramente y será el hijo del maldito capitán quien lo busque para liberarlo, tras leer a la muerte de su madre la carta que le dejó su padre cuando se le apareció a su esposa para contarte su maldición y cómo liberarle. Hay también aquí mujeres abnegadas que intervienen de forma activa en la trama y en la salvación del alma condenada, en este caso la valiente nuera del condenado y esposa del hijo que se impone cumplir con su misión. La novela está llena de aventuras, naufragios y desafíos, con el final feliz que vence al final a la fatalidad aunque alguno de los protagonistas sucumban.

La leyenda ha sido repetidamente recreada y reinterpretada en el cine, su evocación en comics y en música también son frecuentes. Lo que hace de la historia del Holandés Errante, y la de otros barcos fantasmas, tan atractiva y persistente, es ese tinte de posible verosimilitud que da la evidencia de los barcos encontrados a la deriva sin tripulantes, llevados a kilómetros de distancia de su punto de referencia por las mareas sin que nada explique el motivo de esa falta de vida en ellos.

El mar ¡qué omnipotente y misterioso!.


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