El Alquimista, de Paulo Coelho - José Alegre Seoane (Yarin68)






No existen las casualidades; si está leyendo esta reseña es porque hay alguna razón para ello. Quizás esté usted a la búsqueda de su Leyenda Personal, y este comentario podría ser una señal que nada menos que el Alma del Mundo pone en su camino. No olvide que el Universo está conspirando para que usted consiga lo que desea; no desista por tanto de su sueño y tome la decisión de continuar leyendo. Todo es una cosa y, además, está escrito –Maktub. Siga adelante.
Éste, respetado lector, podría ser su modo particular de encarar un acto banal –la lectura de esta reseña– después de haber leído El Alquimista, de Paulo Coelho. Por supuesto, lo sería sólo si usted se encuentra entre los entusiastas de la obra, y no entre sus acérrimos detractores. Porque toda reseña sobre El Alquimista debe empezar por apuntar lo que no por bien sabido resulta menos cierto: el libro y su autor gozan de un elevadísimo número tanto de incondicionales seguidores como de jurados adversarios. Y es que, en efecto, desde las alturas de las pirámides de los libros superventas, le contemplan, respetado lector, 83 millones de ejemplares vendidos en 67 lenguas diferentes[1]. Semejante volumen de ventas no podía dejar indiferente ni a la crítica ni a la comunidad lectora.
¿Qué tiene, pues, El Alquimista que no tengan otros libros?

Lo primero: ¿qué es El Alquimista?
Una alegoría. Una superchería. Un cuento de Las Mil y Una Noches. Una fábula. Un fraude. Una parábola. Una colección de lugares comunes. Una novela escrita en lenguaje sencillo y directo. Una historia mística. Un manual de alquimia. Un plagio. Una revelación espiritual. Un ejemplo de escritura simplona que no merece el calificativo de literatura. Un cuento iniciático. Un catálogo de símbolos. Una decepción. Un inspirador viaje interior. Una invitación a la búsqueda personal de uno mismo.
El Alquimista ha sido, en efecto, definido de muchas maneras. Propósito de este comentario es intentar, modestamente,explicar el por qué.


El Alquimista y sus raíces en la vida del autor
El Alquimista, es, qué duda cabe, una obra que bebe directamente del mundo interior del autor. Si a menudo resulta útil asomarse a la biografía de los escritores para comprender mejor sus obras, en el caso de El Alquimista hacerlo resulta prácticamente imprescindible.
Paulo Coelho nace en 1947 en Rio de Janeiro, en el seno de una familia tradicional. Dejando el relato de los detalles a Wikipedia y fuentes de más reputada autoridad[2], convenga al lector saber que Coelho desarrolla un temprano desapego por la educación católica y los planes familiares acerca de su futuro profesional, así como una pasión irrefrenable por la escritura. Ante lo que, en opinión de sus progenitores, se había convertido en abierta rebeldía, estos lo internan hasta tres veces en un hospital psiquiátrico (la primera, a los 17 años).
Tras un breve intento de estudiar Derecho, Coelho decide dedicarse al teatro y a viajar, llevando una vida que la socorrida Wikipedia (en este caso referenciada directamente por el blog oficial del escritor y, por tanto, presumimos, de algún modo fuente autorizada[3]) no duda en calificar de "hippy". De vuelta a Brasil, escribe canciones –algunas de gran éxito–, participa en movimientos anticapitalistas, publica una revista (de corta vida) donde mezcla temática extraterrestre con Jung, y escribe algún que otro cómic políticamente comprometido, además de practicar magia negra. La dictadura militar brasileña lo arresta y tortura en 1974. En 1977 se traslada a Londres, y en 1979 conoce a Cristina Oiticica, su compañera hasta hoy. 
En 1982 ocurre un suceso que pone a Coelho en el camino que le lleva a ser el escritor de éxito en el que se convierte apenas unos años más tarde. Durante una visita al campo de concentración de Dachau, tiene una visión: se le aparece un señor vestido de negro. Dos meses más tarde, la persona cuya figura había visto en Dachau se le acerca en Amsterdam, conversa con él, y le invita a unirse a "Regnus Agnus Mundi", una misteriosa sociedad (de no probada existencia[4]) para el estudio de la simbología. En el propio Prefacio de El Alquimista, Coelho califica a este misterioso personaje como su Maestro. El caso es que, a raíz de ese encuentro, Coelho se reconcilia con el catolicismo  (no tanto con la versión tradicional sino con su propia adaptación del mismo, eminentemente mística).
Y fruto de esa reconciliación, en 1986 Coelho recorre el Camino de Santiago. Sus experiencias espirituales en el Camino están descritas en El peregrino de Compostela[5], publicado en 1987. Ese mismo año y en apenas dos semanas, escribe el libro que lo catapulta a la cima de las superventas: El Alquimista.

¿Qué nos cuenta El Alquimista? (aviso: no destripa ni la trama ni el final[6])
El libro cuenta la historia de un joven pastor andaluz, Santiago (nombre no elegido por casualidad; refiero al lector al párrafo anterior). Un sueño recurrente del mismo es interpretado como una profecía, y el pastor emprende un viaje por el norte de África, sus ciudades,desiertos y oasis en busca de un fabuloso tesoro que supuestamente le espera al final del camino. Durante su viaje, Santiago se irá encontrando con diversos personajes que, de algún modo, le ayudarán a descubrir su Leyenda Personal. 
La Leyenda Personal es una de las piedras angulares de El Alquimista: sin estropear la lectura del mismo para el que no lo haya leído, diremos que la Leyenda Personal es "aquello que siempre deseaste hacer". Según el libro, todas las personas sabrían cuál es su Leyenda Personal cuando son muy jóvenes. Sin embardo, "a medida que el tiempo va pasando, una misteriosa fuerza trate de convencerlas de que es imposible realizar la Leyenda Personal". El objeto del libro no es contar un viaje a exóticos y embriagadores paisajes; se trata del viaje para que Santiago descubra su Leyenda Personal. Dicho de otro modo: para que se descubra a sí mismo. Desde este punto de vista, la historia que narra El Alquimista puede, en efecto, calificarse como un viaje iniciático e introspectivo. 

La polémica que rodea a la fuente(s) de inspiración
Coelho habría dicho que consiguió escribir El Alquimista en apenas dos semanas porque ya llevaba escrita la historia en su alma. Y es por este flanco por el que recibe algunas de las más feroces críticas que se han escrito contra a su libro: la de plagio. Según sus acusadores, Coelho habría nada menos que plagiado un cuento de Borges, concretamente, la Historia de los Dos que Soñaron[7], contenida en su Historia Universal de la Infamia.
Es un tema controvertido. El mismo Borges, cuya fascinación por Las Mil y Una Noches era notoria, presenta su historia del viajero que cruza distancias inconmensurables en busca de un tesoro como un extracto literal del libro original, llegando a identificarla como aquella que corresponde a la noche número 351([8]). Gustav Weil, orientalista alemán del Siglo XIX que, entre otras cosas, tradujo a su lengua materna Las Mil y Una Noches, también escribió prácticamente la misma historia[9] (lo que Borges no podría ignorar). El cuento supuestamente contenido en el original de Las Mil y Una Noches parece estar recogido bajo el título El hombre que soñó, y una investigación más profunda sobre su origen nos llevaría hasta Rumi (místico sufí persa del Siglo XIII cuyos seguidores fundaron la orden Mevlevi[10]) e incluso a otras tradiciones no orientales[11]. El propio Coelho no esconde, en el Preámbulo del libro, que la historia no es suya (aunque uno no sabe si reconocerlo mediante la afirmación de que Borges también recurrió a "la historia persa" es una forma elegante de hacerlo).
El tema del origen de la historia en la que se basa El Alquimista y los demás cuentos citados en el párrafo anterior daría pues para una tesis doctoral, en cuya elaboración debiéramos quizás remontarnos a ese misterioso momento del pasado del que parecen surgir todos los mitos y las fábulas de las muchas culturas humanas, tan iguales en unas u otras a pesar de las infranqueables distancias que las separaban. Pero volviendo al tema que nos ocupa, considera el autor de esta reseña que todo lo anteriormente expuesto, además de la propia extensión y complejidad de la trama de El Alquimista, bastan para, por lo menos, absolverá Coelho de la acusación de plagio literario.
Prosigamos con otros elementos del libro.

El estilo de El Alquimista
El estilo de El Alquimista es simple y directo, sin complicaciones; hay unanimidad al respecto. Claro que de "simple" a "simplón" hay un solo paso, fácilmente franqueable (y franqueado) para los críticos. El que suscribe esta reseña no ve en ello motivo suficiente de crucifixión literaria, pues modestamente considera que el culteranismo o la abstracción no otorgan por sí solas marchamo de calidad a una obra literaria. Pero también debe advertir que nadie busque alardes estilísticos en El Alquimista; es un libro escrito con lenguaje sencillo y accesible (algunos dirán, de nuevo, que en demasía).
Más difícil de sobrellevar sería quizás el uso grandilocuente de la mayúscula. En este campo, como en tantos otros, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra; pero sepa el lector que la mayúscula se utiliza en El Alquimista para resaltar la entidad de sus conceptos claves de forma más que generosa. Si el lector ha educado su gusto en la creencia de que el recurso a la mayúscula cuando la regla ortográfica no lo permite con el fin de subrayar la importancia de un término no es más que una remedo mediocre a la falta de mejores recursos narrativos para hacerlo, encontrará en el uso libérrimo de la misma por Coelho una razón de peso para negar a su obra la condición de literaria.



¿Qué gusta entonces tanto a tanta gente en El Alquimista?
Si el estilo es sencillo, ¿es entonces su contenido lo que da interés y valor al libro? Para contestar a esta pregunta, el autor de esta reseña cae, de forma deliberada y consciente, en el tópico: depende. Y es que El Alquimista será leído bien como una revelación o bien como una estafa según el interés del lector. Para ilustrar esta afirmación, examinemos algunas de los temas y elementos de El Alquimista (la presencia de muchos de los cuales se entiende mejor a la luz de la biografía del autor, antes presentada):

  •      El Alquimista es el paraíso de los símbolos. La propia historia, en sí, es una alegoría. Situada en espacios reconocibles pero en un tiempo indeterminado, el viaje es más simbólico que físico, y aún los lugares (el desierto, el oasis) tienen una carga simbólica muy fuerte. También los personajes (Santiago, Melquisedek, Fátima, el Alquimista…), desde sus mismos nombres hasta sus acciones, podrían dar lugar a extensos análisis conectando y entremezclando religiones, culturas y ocultismos diversos.
  •      El libro tiene fuertes dosis de esoterismo. Las referencias a la alquimia son, como cabe esperar del título del libro, omnipresentes. No faltan adivinaciones, profecías, e incluso piedras que nos ayudan a tomar decisiones.
  •       Santiago parte a su viaje a raíz de la interpretación de un sueño.¿Se trata de un comienzo inspirado en Jung?
  •      El Alquimista es un libro impregnado de mística. No parece controvertido que el libro se quiere una llamada a más espiritualidad en este mundo. Pero importa precisar que la espiritualidad que preconiza está muy alejada de la religión organizada, y se basa más en la existencia de una conexión invisible pero estrecha entre todos los seres vivos e incluso entre éstos y el medio en el que viven. Ciertamente, Coelho otorga un papel a Dios en su historia, pero sin convertirlo en el protagonista o centro de su obra. En cambio, sí lo son dos personajes de normal inanimados: el Universo y el Mundo. En El Alquimista, el Universo y el Mundo tienen volición y capacidad de acción consciente.El Universo "conspira" para que uno consiga lo que desea. El Mundo tiene "Alma", y el Alma del Mundo "se alimenta" con la felicidad de las personas o con la infelicidad, la envidia y los celos.
  •    En línea con ese planteamiento, para Coelho la naturaleza de las emociones que experimentan los seres humanos es asunto capital. De las emociones humanas con las que alimentemos al Alma del Mundo dependerá que la tierra en la que vivimos sea mejor o peor.Se percibe un paralelismo muy marcado entre este planteamiento espiritual y las teorías ecologistas de Gaia, que conciben al propio planeta Tierra como un ser vivo que reacciona a lo que ocurre en su superficie. La insistencia en afirmar que "todo es una sola cosa" nos reenvía a doctrinas espirituales de inspiración chamánica o panteísta, y el énfasis en la existencia de emociones perniciosas para el individuo y los seres humanos en general, al budismo.
  •      El libro es un decidido alegato a favor del Amor, concebido no sólo como el Amor entre una pareja (que también está presente) sino como el mejor alimento para la ya mencionada Alma del Mundo. El Amor es también la lengua que ésta habla y que "todos pueden entender en sus corazones".
  •    En El Alquimista aparece también la importancia de la relación entre el maestro y el discípulo;no parece arriesgado afirmar que ello deriva de la propia experiencia vital del autor.
  •      Por último, el libro (escrito, no lo olvidemos, en 1987), prefigura conceptos que sólo muy recientemente han entrado de lleno en el vocabulario de la autoayuda. Aparece, por ejemplo, la atención plena[12]. Las dificultades del viaje y su superación, por otra parte, constituirían una parábola perfecta para ilustrar el más moderno concepto de "resiliencia".

La cara B de la positividad de El Alquimista.
Independientemente de que el lector de este comentario de El Alquimista crea o no en planteamientos como los presentados arriba, ode que pueda sentirse inspirado por ellos o los rechace de plano, el que suscribe, desde la más estricta neutralidad al respecto, no quiere dejar de señalar algunos aspectos por los que El Alquimista ha sido abundantemente criticado[13][14]y que, modestamente, comparte.

Afirmaciones no apoyadas por los hechos
En ocasiones (algunos añadirían el calificativo "innumerables"), El Alquimista contiene afirmaciones taxativas que el lector puede encontrar algo aventuradas. Tomemos un ejemplo:
"Una búsqueda comienza siempre con la Suerte del Principiante, y termina siempre con la Prueba del Conquistador".
O no, podríamos legítimamente pensar muchos de nosotros a partir de nuestras propias experiencias sin temor a ser tachados de enemigos jurados del autor.
Examinemos otra frase:
"Explícale que el miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento. Y que ningún corazón jamás sufrió cuando fue en busca de sus sueños, porque cada momento de búsqueda es un momento de encuentro con Dios y la eternidad".
Incluso aquellos que estén dispuestos a aceptar "pulpo" como animal de compañía, concederán que afirmar que ningún corazón no hayan sufrido nunca cuando fueron en busca de sus sueños es, cuanto menos, un exceso de optimismo.

El libre albedrío
El autor de El Alquimista parece tener, por decirlo de manera diplomática, un conflicto mal resuelto con la noción de libre albedrío. En todo caso, el que suscribe no comparte afirmaciones tales como "el muchacho comenzó a entender que los presentimientos eran las zambullidas que el alma daba enesta corriente Universal de vida, donde la historia de todos los hombres está ligada entre sí y podemos saberlo todo porque todo está escrito". El uso y abuso del término "Maktub" ("está escrito") resulta, francamente, irritante.
Bien es cierto que hacia final del libro el autor afirma que "Dios muestra el futuro raramente, y por una única razón: es un futuro que fue escrito para ser cambiado". Pero no se comprende como un libro que pretende inspirar al lector para que tome las riendas de su vida puede, al mismo tiempo,presentar una visión tan determinista del devenir humano. 

Tópicos
El deliberado carácter simbólico de la obra puede justificar algunos lugares comunes. Pero tópicos, en El Alquimista, haberlos haylos. Algunas escenas en el oasis (por ejemplo, el encuentro del protagonista con Fátima) no desmerecerían en un largometraje de la época dorada del tecnicolor. Quizás la propia Fátima, de haber sido consultada por el autor, hubiera aspirado a un papel en la historia un poco más ambicioso que el de la mujer-cliché del guerrero, al que espera en el oasis acarreando agua del pozo.

¿Invitación a la superstición?
La frontera entre, por un lado, las distintas formas de espiritualidad que postulan la existencia de realidades no detectables por nuestros cinco sentidos o la tecnología y, por otro, la simple superstición, puede ser muy delgada. El Alquimista la cruza varias veces.
Espero explicarme bien: no es el propósito de este comentario postular la existencia o la inexistencia de seres, fuerzas o lugares más allá de lo que ciencia está en condiciones de afirmar, ni tampoco apoyar o criticar a las creencias que afirman o niegan su existencia. Este comentario se quiere neutro al respecto. Pero el que suscribe no puede dejar de mencionar que el libro presenta ciertos elementos  que, tomados de forma literal, conducen al lector más hacia ciertos tipos de oscurantismo basados en la ignorancia que a la espiritualidad liberadora que el propio libro defiende. Citaremos como el más claro ejemplo de esos elementos esas piedras que ayudarían al protagonista a tomar decisiones difíciles.

Entonces, ¿qué valoración merece el El Alquimista?
A pesar de lo expuesto en la sección inmediatamente anterior a ésta, al autor de este comentario de El Alquimista no le disgustó su lectura. Es cierto que no encontró en el libro los motivos que han llevado a tantos a considerarlo como una revelación de grado sólo inmediatamente inferior a los libros sagrados de las grandes religiones universales. Pero, por otro lado, no deja de ser una historia agradable y entretenida, e incluso en ocasiones inspiradora, de superación personal, valor y constancia.
¿Conclusión? Léanlo como una fábula que, como las clásicas, encierra alguna que otra perla inapelable de sabiduría tradicional. Aquí van dos que interesaron de modo especial al que esto escribe:

"Porque no conseguirás jamás mantenerlo [al corazón] callado. Y aunque finjas no escuchar lo que te dice, estará dentro de tu pecho repitiendo siempre lo que piensa sobre la vida y el mundo…. Nadie consigue huir de su corazón.Por eso es mejor escuchar lo que te dice.

"Cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos."
Si nadie debe avergonzarse de disfrutar con un libro superventas, tampoco tiene por qué hacerlo si El Alquimista llama o remueve sus sentimientos, creencias o planteamientos de vida. Pero incluso siéste es el caso, mantenga su espíritu crítico;no es oro todo lo que reluce en el mundo de este Alquimista.





[1] Wikipedia

[4] Diversos comentaristas se complacen en señalar que la ortografía correcta en latín sería "RegnumAgniMundi".

[5] Título original: "O Diário de um Mago".

[6] Es decir, no contiene "spoilers".

[7] "Historia de los dos que soñaron", en "Historia Universal de la Infamia", Jorge Luis Borges, 1935.

[8] Curiosamente, en el libro de Borges se dice que esta historia corresponde a la noche 351 del libro "Las Mil y Una Noches". A juzgar por comentarios aparecidos en distintos blogs y foros de internet, el autor de esta reseña no es el único que, al buscar en el "Las Mil y Una Noches" la narración correspondiente a la noche 351, encuentra un texto distingo al de Borges. ¿Es un problema de correlación entre diferentes ediciones históricas del original y las ediciones disponibles actualmente en Internet? ¿O un ejemplo del tan borgiano recurso a la cita erudita de ficción para reforzar la incuestionable realidad de sus imaginados relatos?

[12] "Mindfulness" en inglés.  La frase concreta sería: "Porque no vivo en mi pasado ni en mi futuro. Tengo solo el presente y eso es lo único que me interesa. Si puedes permanecer siempre en el presente serás un hombre feliz. … La vida será una fiesta, un gran festival, porque ella sólo es el momento que estamos viviendo."

2 comentarios:

  1. Un gran artículo. Es de agradecer el que se hable de una obra de estas características desde la ecuanimidad y no desde la militancia o del rechazo más visceral, que es lo que suele ocurrir con este tipo de best sellers, que sufren del prejuicio o del análisis más simplista.

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  2. Muchas gracias. Intenté escribirlo justo desde esa perspectiva, y me alegro que se haya notado.

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