No
existen las casualidades; si está leyendo esta reseña es porque hay alguna
razón para ello. Quizás esté usted a la búsqueda de su Leyenda Personal, y este
comentario podría ser una señal que nada menos que el Alma del Mundo pone en su
camino. No olvide que el Universo está conspirando para que usted consiga lo
que desea; no desista por tanto de su sueño y tome la decisión de continuar
leyendo. Todo es una cosa y, además, está escrito –Maktub. Siga adelante.
Éste,
respetado lector, podría ser su modo particular de encarar un acto banal –la
lectura de esta reseña– después de haber leído El Alquimista, de
Paulo Coelho. Por supuesto, lo sería sólo si usted se encuentra entre los entusiastas
de la obra, y no entre sus acérrimos detractores. Porque toda reseña sobre El
Alquimista debe empezar por apuntar lo que no por bien sabido resulta
menos cierto: el libro y su autor gozan de un elevadísimo número tanto de
incondicionales seguidores como de jurados adversarios. Y es que, en efecto, desde
las alturas de las pirámides de los libros superventas, le contemplan,
respetado lector, 83 millones de ejemplares vendidos en 67 lenguas diferentes[1]. Semejante
volumen de ventas no podía dejar indiferente ni a la crítica ni a la comunidad
lectora.
Lo primero: ¿qué es El Alquimista?
Una
alegoría. Una superchería. Un cuento de Las Mil y Una Noches. Una
fábula. Un fraude. Una parábola. Una colección de lugares comunes. Una novela
escrita en lenguaje sencillo y directo. Una historia mística. Un manual de alquimia.
Un plagio. Una revelación espiritual. Un ejemplo de escritura simplona que no
merece el calificativo de literatura. Un cuento iniciático. Un catálogo de
símbolos. Una decepción. Un inspirador viaje interior. Una invitación a la búsqueda
personal de uno mismo.
El
Alquimista ha sido, en efecto, definido de muchas maneras. Propósito de
este comentario es intentar, modestamente,explicar el por qué.
El
Alquimista, es, qué duda cabe, una obra que bebe directamente del mundo
interior del autor. Si a menudo resulta útil asomarse a la biografía de los escritores
para comprender mejor sus obras, en el caso de El Alquimista hacerlo resulta prácticamente imprescindible.
Paulo
Coelho nace en 1947 en Rio de Janeiro, en el seno de una familia tradicional. Dejando el
relato de los detalles a Wikipedia y fuentes de más reputada autoridad[2],
convenga al lector saber que Coelho desarrolla un temprano desapego por la
educación católica y los planes familiares acerca de su futuro profesional, así
como una pasión irrefrenable por la escritura. Ante lo que, en opinión de sus
progenitores, se había convertido en abierta rebeldía, estos lo internan hasta tres
veces en un hospital psiquiátrico (la primera, a los 17 años).
Tras
un breve intento de estudiar Derecho, Coelho decide dedicarse al teatro y a viajar,
llevando una vida que la socorrida Wikipedia (en este caso referenciada
directamente por el blog oficial del escritor y, por tanto, presumimos, de algún
modo fuente autorizada[3]) no
duda en calificar de "hippy". De vuelta a Brasil, escribe canciones –algunas
de gran éxito–, participa en movimientos anticapitalistas, publica una
revista (de corta vida) donde mezcla temática extraterrestre con Jung, y escribe algún
que otro cómic políticamente comprometido, además de practicar magia negra. La dictadura
militar brasileña lo arresta y tortura en 1974. En 1977 se traslada a Londres,
y en 1979 conoce a Cristina Oiticica, su compañera hasta hoy.
En
1982 ocurre un suceso que pone a Coelho en el camino que le lleva a ser el escritor
de éxito en el que se convierte apenas unos años más tarde. Durante una visita
al campo de concentración de Dachau, tiene una visión: se le aparece un señor vestido
de negro. Dos meses más tarde, la persona cuya figura había visto en Dachau se
le acerca en Amsterdam, conversa con él, y le invita a unirse a "Regnus
Agnus Mundi", una misteriosa sociedad (de no probada existencia[4])
para el estudio de la simbología. En el propio Prefacio de El Alquimista, Coelho
califica a este misterioso personaje como su Maestro. El caso es que, a raíz de
ese encuentro, Coelho se reconcilia con el catolicismo (no tanto con la versión tradicional sino con
su propia adaptación del mismo, eminentemente mística).
Y fruto
de esa reconciliación, en 1986 Coelho recorre el Camino de Santiago. Sus
experiencias espirituales en el Camino están descritas en El peregrino de
Compostela[5],
publicado en 1987. Ese mismo año y en apenas dos semanas, escribe el libro que
lo catapulta a la cima de las superventas: El Alquimista.
¿Qué nos cuenta El Alquimista? (aviso:
no destripa ni la trama ni el final[6])
El
libro cuenta la historia de un joven pastor andaluz, Santiago (nombre no
elegido por casualidad; refiero al lector al párrafo anterior). Un sueño
recurrente del mismo es interpretado como una profecía, y el pastor emprende un
viaje por el norte de África, sus ciudades,desiertos y oasis en busca de un
fabuloso tesoro que supuestamente le espera al final del camino. Durante su
viaje, Santiago se irá encontrando con diversos personajes que, de algún modo,
le ayudarán a descubrir su Leyenda Personal.
La
Leyenda Personal es una de las piedras angulares de El Alquimista:
sin estropear la lectura del mismo para el que no lo haya leído, diremos que la
Leyenda Personal es "aquello que siempre deseaste hacer". Según el
libro, todas las personas sabrían cuál es su Leyenda Personal cuando son muy
jóvenes. Sin embardo, "a medida que
el tiempo va pasando, una misteriosa fuerza trate de convencerlas de que es
imposible realizar la Leyenda Personal". El objeto del libro no es
contar un viaje a exóticos y embriagadores paisajes; se trata del viaje para
que Santiago descubra su Leyenda Personal. Dicho de otro modo: para que se
descubra a sí mismo. Desde este punto de vista, la historia que narra El
Alquimista puede, en efecto, calificarse como un viaje iniciático e
introspectivo.
La polémica que rodea a la fuente(s) de
inspiración
Coelho
habría dicho que consiguió escribir El Alquimista en apenas dos semanas porque
ya llevaba escrita la historia en su alma. Y es por este flanco por el que recibe
algunas de las más feroces críticas que se han escrito contra a su libro: la de
plagio. Según sus acusadores, Coelho habría nada menos que plagiado un cuento
de Borges, concretamente, la Historia de los Dos que Soñaron[7],
contenida en su Historia Universal de la Infamia.
Es
un tema controvertido. El mismo Borges, cuya fascinación por Las Mil y
Una Noches era notoria, presenta su historia del viajero que cruza
distancias inconmensurables en busca de un tesoro como un extracto literal del
libro original, llegando a identificarla como aquella que corresponde a la noche
número 351([8]).
Gustav Weil, orientalista alemán del Siglo XIX que, entre otras cosas, tradujo a
su lengua materna Las Mil y Una Noches, también escribió prácticamente
la misma historia[9]
(lo que Borges no podría ignorar). El cuento supuestamente contenido en el
original de Las Mil y Una Noches parece estar recogido bajo el
título El hombre que soñó, y una investigación más profunda sobre
su origen nos llevaría hasta Rumi (místico sufí persa del Siglo XIII cuyos
seguidores fundaron la orden Mevlevi[10]) e
incluso a otras tradiciones no orientales[11].
El propio Coelho no esconde, en el Preámbulo del libro, que la historia no es suya
(aunque uno no sabe si reconocerlo mediante la afirmación de que Borges también
recurrió a "la historia persa" es una forma elegante de hacerlo).
El
tema del origen de la historia en la que se basa El Alquimista y
los demás cuentos citados en el párrafo anterior daría pues para una tesis
doctoral, en cuya elaboración debiéramos quizás remontarnos a ese misterioso momento
del pasado del que parecen surgir todos los mitos y las fábulas de las muchas
culturas humanas, tan iguales en unas u otras a pesar de las infranqueables
distancias que las separaban. Pero volviendo al tema que nos ocupa, considera
el autor de esta reseña que todo lo anteriormente expuesto, además de la propia
extensión y complejidad de la trama de El Alquimista, bastan para, por
lo menos, absolverá Coelho de la acusación de plagio literario.
Prosigamos
con otros elementos del libro.
El estilo de El Alquimista
El
estilo de El Alquimista es simple y directo, sin complicaciones;
hay unanimidad al respecto. Claro que de "simple" a
"simplón" hay un solo paso, fácilmente franqueable (y franqueado) para
los críticos. El que suscribe esta reseña no ve en ello motivo suficiente de
crucifixión literaria, pues modestamente considera que el culteranismo o la
abstracción no otorgan por sí solas marchamo de calidad a una obra literaria. Pero
también debe advertir que nadie busque alardes estilísticos en El
Alquimista; es un libro escrito con lenguaje sencillo y accesible (algunos
dirán, de nuevo, que en demasía).
Más
difícil de sobrellevar sería quizás el uso grandilocuente de la mayúscula. En
este campo, como en tantos otros, quien esté libre de pecado que tire la
primera piedra; pero sepa el lector que la mayúscula se utiliza en El
Alquimista para resaltar la entidad de sus conceptos claves de forma más
que generosa. Si el lector ha educado su gusto en la creencia de que el recurso
a la mayúscula cuando la regla ortográfica no lo permite con el fin de subrayar la
importancia de un término no es más que una remedo mediocre a la falta de mejores
recursos narrativos para hacerlo, encontrará en el uso libérrimo de la misma
por Coelho una razón de peso para negar a su obra la condición de literaria.
¿Qué gusta entonces tanto a tanta gente
en El Alquimista?
Si
el estilo es sencillo, ¿es entonces su contenido lo que da interés y valor al
libro? Para contestar a esta pregunta, el autor de esta reseña cae, de forma
deliberada y consciente, en el tópico: depende. Y es que El Alquimista será leído bien como una revelación o bien como una estafa según el interés del
lector. Para ilustrar esta afirmación, examinemos algunas de los temas y
elementos de El Alquimista (la presencia de muchos de los cuales se
entiende mejor a la luz de la biografía del autor, antes presentada):
- El Alquimista es el paraíso de los símbolos. La propia historia, en sí, es una alegoría. Situada en espacios reconocibles pero en un tiempo indeterminado, el viaje es más simbólico que físico, y aún los lugares (el desierto, el oasis) tienen una carga simbólica muy fuerte. También los personajes (Santiago, Melquisedek, Fátima, el Alquimista…), desde sus mismos nombres hasta sus acciones, podrían dar lugar a extensos análisis conectando y entremezclando religiones, culturas y ocultismos diversos.
- El libro tiene fuertes dosis de esoterismo. Las referencias a la alquimia son, como cabe esperar del título del libro, omnipresentes. No faltan adivinaciones, profecías, e incluso piedras que nos ayudan a tomar decisiones.
- Santiago parte a su viaje a raíz de la interpretación de un sueño.¿Se trata de un comienzo inspirado en Jung?
- El Alquimista es un libro impregnado de mística. No parece controvertido que el libro se quiere una llamada a más espiritualidad en este mundo. Pero importa precisar que la espiritualidad que preconiza está muy alejada de la religión organizada, y se basa más en la existencia de una conexión invisible pero estrecha entre todos los seres vivos e incluso entre éstos y el medio en el que viven. Ciertamente, Coelho otorga un papel a Dios en su historia, pero sin convertirlo en el protagonista o centro de su obra. En cambio, sí lo son dos personajes de normal inanimados: el Universo y el Mundo. En El Alquimista, el Universo y el Mundo tienen volición y capacidad de acción consciente.El Universo "conspira" para que uno consiga lo que desea. El Mundo tiene "Alma", y el Alma del Mundo "se alimenta" con la felicidad de las personas o con la infelicidad, la envidia y los celos.
- En línea con ese planteamiento, para Coelho la naturaleza de las emociones que experimentan los seres humanos es asunto capital. De las emociones humanas con las que alimentemos al Alma del Mundo dependerá que la tierra en la que vivimos sea mejor o peor.Se percibe un paralelismo muy marcado entre este planteamiento espiritual y las teorías ecologistas de Gaia, que conciben al propio planeta Tierra como un ser vivo que reacciona a lo que ocurre en su superficie. La insistencia en afirmar que "todo es una sola cosa" nos reenvía a doctrinas espirituales de inspiración chamánica o panteísta, y el énfasis en la existencia de emociones perniciosas para el individuo y los seres humanos en general, al budismo.
- El libro es un decidido alegato a favor del Amor, concebido no sólo como el Amor entre una pareja (que también está presente) sino como el mejor alimento para la ya mencionada Alma del Mundo. El Amor es también la lengua que ésta habla y que "todos pueden entender en sus corazones".
- En El Alquimista aparece también la importancia de la relación entre el maestro y el discípulo;no parece arriesgado afirmar que ello deriva de la propia experiencia vital del autor.
- Por último, el libro (escrito, no lo olvidemos, en 1987), prefigura conceptos que sólo muy recientemente han entrado de lleno en el vocabulario de la autoayuda. Aparece, por ejemplo, la atención plena[12]. Las dificultades del viaje y su superación, por otra parte, constituirían una parábola perfecta para ilustrar el más moderno concepto de "resiliencia".
La cara B de la positividad de El
Alquimista.
Independientemente
de que el lector de este comentario de El Alquimista crea o no en planteamientos
como los presentados arriba, ode que pueda sentirse inspirado por ellos o los
rechace de plano, el que suscribe, desde la más estricta neutralidad al
respecto, no quiere dejar de señalar algunos aspectos por los que El
Alquimista ha sido abundantemente criticado[13][14]y
que, modestamente, comparte.
Afirmaciones no apoyadas
por los hechos
En
ocasiones (algunos añadirían el calificativo "innumerables"), El Alquimista contiene afirmaciones taxativas que el lector puede
encontrar algo aventuradas. Tomemos un ejemplo:
"Una búsqueda comienza siempre con la Suerte del Principiante, y termina siempre con la Prueba del Conquistador".
O
no, podríamos legítimamente pensar muchos de nosotros a partir de nuestras
propias experiencias sin temor a ser tachados de enemigos jurados del autor.
Examinemos
otra frase:
"Explícale que el miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento. Y que ningún corazón jamás sufrió cuando fue en busca de sus sueños, porque cada momento de búsqueda es un momento de encuentro con Dios y la eternidad".
Incluso
aquellos que estén dispuestos a aceptar "pulpo" como animal de
compañía, concederán que afirmar que ningún corazón no hayan sufrido nunca cuando
fueron en busca de sus sueños es, cuanto menos, un exceso de optimismo.
El
libre albedrío
El
autor de El Alquimista parece tener, por decirlo de manera
diplomática, un conflicto mal resuelto con la noción de libre albedrío. En todo
caso, el que suscribe no comparte afirmaciones tales como "el muchacho comenzó a entender que los
presentimientos eran las zambullidas que el alma daba enesta corriente Universal
de vida, donde la historia de todos los hombres está ligada entre sí y podemos
saberlo todo porque todo está escrito". El uso y abuso del
término "Maktub" ("está
escrito") resulta, francamente, irritante.
Bien
es cierto que hacia final del libro el autor afirma que "Dios muestra el futuro raramente, y por una
única razón: es un futuro que fue escrito para ser cambiado".
Pero no se comprende como un libro que pretende inspirar al lector para que
tome las riendas de su vida puede, al mismo tiempo,presentar una visión tan
determinista del devenir humano.
Tópicos
El deliberado carácter simbólico
de la obra puede justificar algunos lugares comunes. Pero tópicos, en El
Alquimista, haberlos haylos. Algunas escenas en el oasis (por ejemplo, el
encuentro del protagonista con Fátima) no desmerecerían en un largometraje de
la época dorada del tecnicolor. Quizás la propia Fátima, de haber sido
consultada por el autor, hubiera aspirado a un papel en la historia un poco más
ambicioso que el de la mujer-cliché del guerrero, al que espera en el oasis acarreando
agua del pozo.
¿Invitación
a la superstición?
La
frontera entre, por un lado, las distintas formas de espiritualidad que
postulan la existencia de realidades no detectables por nuestros cinco sentidos
o la tecnología y, por otro, la simple superstición, puede ser muy delgada. El
Alquimista la cruza varias veces.
Espero
explicarme bien: no es el propósito de este comentario postular la existencia o
la inexistencia de seres, fuerzas o lugares más allá de lo que ciencia está en
condiciones de afirmar, ni tampoco apoyar o criticar a las creencias que
afirman o niegan su existencia. Este comentario se quiere neutro al respecto.
Pero el que suscribe no puede dejar de mencionar que el libro presenta ciertos elementos
que, tomados de forma literal, conducen al
lector más hacia ciertos tipos de oscurantismo basados en la ignorancia que a la
espiritualidad liberadora que el propio libro defiende. Citaremos como el más
claro ejemplo de esos elementos esas piedras que ayudarían al protagonista a
tomar decisiones difíciles.
Entonces, ¿qué valoración merece el El
Alquimista?
A
pesar de lo expuesto en la sección inmediatamente anterior a ésta, al autor de
este comentario de El Alquimista no le disgustó su lectura. Es
cierto que no encontró en el libro los motivos que han llevado a tantos a
considerarlo como una revelación de grado sólo inmediatamente inferior a los
libros sagrados de las grandes religiones universales. Pero, por otro lado, no
deja de ser una historia agradable y entretenida, e incluso en ocasiones
inspiradora, de superación personal, valor y constancia.
¿Conclusión?
Léanlo como una fábula que, como las clásicas, encierra alguna que otra perla inapelable
de sabiduría tradicional. Aquí van dos que interesaron de modo especial al que
esto escribe:
"Porque no conseguirás jamás mantenerlo [al corazón] callado. Y aunque finjas no escuchar lo que te dice, estará dentro de tu pecho repitiendo siempre lo que piensa sobre la vida y el mundo…. Nadie consigue huir de su corazón.Por eso es mejor escuchar lo que te dice.
"Cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos."
Si
nadie debe avergonzarse de disfrutar con un libro superventas, tampoco tiene
por qué hacerlo si El Alquimista llama o remueve sus sentimientos,
creencias o planteamientos de vida. Pero incluso siéste es el caso, mantenga su
espíritu crítico;no es oro todo lo que reluce en el mundo de este Alquimista.
[1] Wikipedia
[4] Diversos
comentaristas se complacen en señalar que la ortografía correcta en latín sería
"RegnumAgniMundi".
[5] Título original: "O Diário de um
Mago".
[6] Es
decir, no contiene "spoilers".
[7] "Historia de los dos que
soñaron", en "Historia Universal de la Infamia", Jorge Luis
Borges, 1935.
[8] Curiosamente, en el libro de
Borges se dice que esta historia corresponde a la noche 351 del libro "Las
Mil y Una Noches". A juzgar por comentarios aparecidos en distintos blogs
y foros de internet, el autor de esta reseña no es el único que, al buscar en
el "Las Mil y Una Noches" la narración correspondiente a la noche
351, encuentra un texto distingo al de Borges. ¿Es un problema de correlación
entre diferentes ediciones históricas del original y las ediciones disponibles
actualmente en Internet? ¿O un ejemplo del tan borgiano recurso a la cita
erudita de ficción para reforzar la incuestionable realidad de sus imaginados
relatos?
[12] "Mindfulness" en
inglés. La frase concreta sería:
"Porque no vivo en mi pasado ni en mi futuro. Tengo solo el presente y eso
es lo único que me interesa. Si puedes permanecer siempre en el presente serás
un hombre feliz. … La vida será una fiesta, un gran festival, porque ella sólo
es el momento que estamos viviendo."
Un gran artículo. Es de agradecer el que se hable de una obra de estas características desde la ecuanimidad y no desde la militancia o del rechazo más visceral, que es lo que suele ocurrir con este tipo de best sellers, que sufren del prejuicio o del análisis más simplista.
ResponderEliminarMuchas gracias. Intenté escribirlo justo desde esa perspectiva, y me alegro que se haya notado.
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