El nombre de la rosa, de Umberto Eco - Sebastián Fontana (Arden)



¿Qué entendemos por bestseller? Normalmente, se suele entender por bestseller ese libro de escasa calidad con mucho diálogo y pocas descripciones, que se vende en los aeropuertos o se lleva a la piscina o a la playa, sin ninguna complicación estilística, con una intriga adocenada o un erotismo de ir por casa, que utiliza fórmulas clónicas y ya sabidas por repetidas para llegar a un lector al que se le da lo que espera, algo fácil de digerir. Y de ahí su mala fama. Simplemente se tiene por best seller un libro para la inmensa mayoría y, por tanto un libro de fácil lectura, entretenido, y que se pueda leer para desconectar y en cualquier parte sin demasiada concentración, y de ahí que se convierta en un bestseller, es decir un superventas. Sin embargo, esta mala fama en muchísimos casos no está justificada, como ocurre en el caso de El nombre de la rosa de Umberto Eco, un libro que ha vendido más de 15 millones de ejemplares con una trama que, bajo la apariencia de una novela histórica detectivesca, nos muestra las complejas luchas por el poder político en la época medieval entre el Papa y el Emperador, las luchas de poder teológicas entre el Papa y diversas órdenes religiosas, como la franciscana, o la lucha contra las herejías, todo esto con complejas descripciones de la vida medieval en una abadía benedictina del siglo XIV. ¿ Cómo es posible que una obra tan compleja, con numerosas citas y pasajes en latín, llegara a 15 millones de lectores? Estaríamos ante lo que se llama el bestseller de calidad.





Umberto Eco (Alesandria, Italia, 5 de enero de 1932 – Milán, Italia, 19 de febrero de 2016) fue un escritor y filósofo italiano experto en semiótica, que hasta la aparición de su novela El nombre de la rosa (1980), la primera y más popular de sus novelas, era un profesor e intelectual solo conocido en los círculos universitarios por obras como Obra abierta (1962), Diario mínimo (1963), Apocalípticos e integrados (1964) y Cómo se hace una tesis, técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura (1977) entre otras obras. Sin embargo, este autor también era un experto medievalista, de hecho su tesis doctoral fue sobre El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956) y también en arte, Arte y belleza en la estética medieval (1959) y El beato de Liébana (1973), así como en literatura, estética y comunicación de masas. Es decir, que tenía todos los conocimientos necesarios para escribir una obra en la que, partiendo de la época medieval, utilizara sus conocimientos artísticos, filosóficos, literarios y que, además, pudiera llegar a la mayoría de personas, es decir a la masa, sin rebajar el nivel literario del libro.

Y con estos conocimientos Eco se embarcó en la escritura de El nombre de la rosa (Il nome della rosa – 1980). Esta es una novela repleta de guiños, con muchos niveles de lectura, en los cuales el lector se puede encontrar cómodo, tanto si uno se queda solo con la novela policíaca, como si disfruta también de la parte histórica o filosófica o si entra, además, en los múltiples significados que entraña su texto, y de ahí su éxito.


El primer acierto es el título, poético y sonoro, y que incluye una flor que, como explica el propio autor en su libro “Apostillas a El nombre de la rosa” (1985), remite al concepto de belleza que tiene la flor en sí, pero también es una figura simbólica densa con múltiples significados: la rosa de los vientos, los rosacruces, el famoso verso de Gertrude Stein “A rose is a rose is a rose” (que forma parte de su poema “Sacred Emily”), el cual a su vez remite a los versos de Romeo y Julieta “La rosa no dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo” . Sin embargo, no sabemos cuál es la razón del título hasta la última frase del libro: stat rosa pristine nominem, nomina nuda tenemus. Un verso extraído de una obra, De contemptu mundi, de Bernardo Moliacense, un monje benedictino del siglo XII, y que vendría a tener un nuevo significado del conocido tema del ubi sunt, que preguntaba por el paradero de los que han muerto, “¿Dónde están?” literalmente, para hablar de la fugacidad de las glorias humanas y, en este caso, para decir que de la belleza de la rosa solo queda el nombre, porque todo desaparece y perece. El autor comenta que habría querido llamarlo simplemente Adso de Melk, un nombre neutro, el nombre del protagonista que cuenta la historia, pero que a todos los que se lo comentó les gustaba más El nombre de la rosa, y así se quedó.

El libro comienza con una pequeña introducción, ya que se supone que Eco no es el autor sino que nos cuenta cómo encontró un manuscrito que luego perdió, y en el que se encontraría el testimonio de Adso de Melk sobre los sucesos ocurridos en una abadía benedictina cuando él tenía 18 años, y lo escribe desde sus 80 años de edad, intentando dejar testimonio de aquellos hechos. En realidad esta forma de contarnos la historia nos remite al Quijote, que se supone que no lo escribe Cervantes sino un moro, un tal Cide Hamete Benengeli, y que Cervantes hace ver que solo traduce un texto árabe verídico anterior.

En cuanto a los personajes, los principales protagonistas son dos:

  • El monje franciscano y exinquisidor, Guillermo de Baskerville, una suerte de Sherlock Holmes medieval. El nombre es un guiño al lector: Guillermo por Guillermo de Ockam, filósofo franciscano recordado por lo que se llama la Navaja de Ockam o principio de economía, que establece que ante un problema siempre debe optarse por una explicación con el menor número posible de causas, factores o variables, y ser precursor de la separación entre razón y fe; y Baskerville, por la obra El perro de Baskerville de Sir Conan Arthur Doyle, en la que el protagonista es el detective victoriano Sherlock Holmes.
    Guillermo de Baskerville, al igual que Sherlock Holmes, utiliza el método deductivo para intentar desentrañar los misterios que rodean la muerte de un monje en la abadía a la que llega con una misión imperial: la de intentar llegar a un acuerdo, en el terreno neutral de una abadía benedictina, entre los franciscanos que forman la legación imperial y los delegados papales, en cuanto a la cuestión teológica sobre la pobreza de Cristo y los apóstoles, e indirectamente acerca de la cuestión política sobre el predominio del poder del Papa o del Emperador en cuanto a las cuestiones terrenales. 
  • A Guillermo de Baskerville lo acompaña su pupilo Adso de Melk, un monje de 18 años, una suerte de Dr. Watson, que es quien cuenta la historia que estamos leyendo rememorando desde su vejez de octogenario lo que ocurrió junto a su maestro en la abadía tantos años atrás.

La acción transcurre en una abadía benedictina en los Apeninos ligures, que no se identifica pero que está inspirada en la Sacra de San Michele (Sagrado de San Miguel) sita en la desembocadura del Valle de Susa en la provincia de Turín (Italia), una abadía que nos remite, además, a la mítica del Mont Saint Michel en Francia. En la misma gobierna el Abad, un personaje egocéntrico y codicioso cuyo interés se centra únicamente en preservar el poder de la abadía, sin darse cuenta de que los tiempos cambian, y que vive deslumbrado por los bienes materiales y riquezas que posee la abadía acumulados a lo largo de los siglos, incluida su preciosa biblioteca. La abadía en sí es un personaje más de la historia y, por eso, el autor incluye un plano de la misma, para que vayamos siguiendo los pasos de los protagonistas y dónde se desarrolla la acción. Está compuesta, además, de la impresionante iglesia, del cementerio, del jardín, y de diferentes dependencias para los monjes y los novicios, de la herrería y los establos, y del edificio más importante de todos: El Edificio, una especie de torre octogonal gigantesca donde se encuentran la cocina abajo, el refectorio, donde los monjes copistas trabajan y estudian, en el primer piso, y la enorme biblioteca en lo más alto, a la que solo pueden acceder por una estrecha escalera el bibliotecario y su ayudante, y que está conformada como un laberinto misterioso, para ocultar los libros, y entre ellos los prohibidos.

Plano de la biblioteca-laberinto del Edificio de la abadía

Antes de existir la primera imprenta, los libros se escribían en pergaminos o en vitela, y la única forma de transmitirlos era copiarlos. Así, todo el saber conocido, desde los antiguos griegos, pasando por los romanos, los árabes y los escritos de la época cristiana, dependía de estas copias. El ensayista español Pedro Olalla en su "Historia menor de Grecia", recoge, en su capítulo Stobi Macedonia Salutaris, cómo en el año 492, Juan Estobeo está reuniendo en un libro para la educación de su hijo recién nacido enseñanzas sobre el universo, la naturaleza, el cuerpo, el alma, las pasiones, el conocimiento, la justicia y la templanza, adquiridas todas ellas de la lectura y la meditación de autores antiguos, ignorando que gran parte de los conocimientos que ahora lee en sus viejos volúmenes pronto desaparecerán del mundo, y que será tan solo su modesto esfuerzo lo que salve para una humanidad aún no nacida la ética de Demócrito, las curiosas respuestas de Tales, algunos apotegmas de los Siete Sabios o buena parte de los versos de Eurípides. Este es un ejemplo del problema de los libros perdidos. Se ha conservado tan solo una pequeña parte de las enseñanzas de la Antigüedad clásica, las cuales se han perdido en su mayoría. Como ejemplo, reseñar que de las 130 obras que escribió Sófocles solo conservamos 7, entre ellas Antígona y Edipo Rey que han sido básicas para nuestra civilización. Con este ejemplo nos podemos hacer una idea de la magnitud de la catastrófica pérdida, como cuenta el escritor escocés Stuart Kelly en su obra "La biblioteca de los libros perdidos". Incendios, catástrofes naturales, persecuciones religiosas, materiales perecederos, insectos, etc..., acabaron con la mayor parte del saber de la Humanidad, conservándose tan solo en abadías como la que nos presenta Eco en El nombre de la rosa, a la que acuden monjes y estudiosos de todo el mundo para copiar o investigar los libros que conserva la biblioteca de la abadía, libros valiosísimos puesto que en muchos casos son obras únicas y, entre ellos, también libros prohibidos por muy diversas razones, como le explica el Abad a Adso:
“(...) el plan divino contempla la existencia de los libros de los magos, las cábalas de los judíos, las fábulas de los poetas paganos y las mentiras de los infieles. Quienes durante siglos, han querido y sostenido esta abadía estaban firme y santamente persuadidos de que incluso en los libros que contienen mentiras el lector sagaz puede percibir un pálido resplandor de la sabiduría divina. Por eso, también hay esa clase de obras en la biblioteca. Pero, como comprenderéis, precisamente por eso cualquiera no puede penetrar en ella.”
                                              Jorge Luis Borges                                                               
Este es un libro que habla de libros principalmente. Muy borgeano todo desde el principio. Y como dice el autor en sus Apostillas “las deudas se pagan”, así que Eco incluyó como uno de los personajes principales al siniestro monje Jorge de Burgos, personaje-homenaje al escritor argentino Jorge Luis Borges, un monje español prácticamente centenario, ciego, que fue el bibliotecario de la abadía mucho tiempo antes. Esto lo sabremos según avanza el libro y es un dato importante, ya que es en realidad el que lleva moralmente las riendas de la abadía. Obviamente, elementos como la biblioteca, los libros, los espejos, la erudición, el laberinto y la ceguera nos remiten todos a Jorge Luis Borges, gran amante de la intriga y la erudición, que se quedó ciego y fue bibliotecario de la Biblioteca Nacional de Argentina durante 18 años, lamentando la ironía de Dios al darle los libros y la ceguera en el Poema de los dones:

Nadie rebaje a lágrima o reproche 

esta declaración de la maestría 

de Dios, que con magnífica ironía 

me dio a la vez los libros y la noche.

El profesor de la Universidad de Buenos Aires, Teodosio Muñoz Molina, curiosa coincidencia en el nombre con el gran escritor español Antonio Muñoz Molina, en su trabajo "Las cuentas pendientes entre Eco y Borges", hace un repaso de los numerosos homenajes y préstamos que Eco encontró en Borges para su obra, incluida la lectura del cuento "El ojo de Alá" de Ruyard Kipling, en el que se puede encontrar la inspiración para la novela, o el título mismo en el pequeño ensayo El Golem:

Si (como el Griego afirma en el Cratilo)
 el nombre es arquetipo de la cosa
 en las letras de rosa está la rosa
 y todo el Nilo en la palabra Nilo.
 (Jorge Luis Borges: "El golem")”

O la biblioteca misma que parece sacada, con su configuración laberíntica y sus espejos, del relato "La biblioteca de Babel" de Borges, incluido en su recopilación El jardín de los senderos que se bifurca (1941). Así podemos decir que Eco en este libro es un filósofo que partiendo de la filosofía nos lleva a la Literatura y a la Historia, mientras que Borges partiría de la literatura para llevarnos a la Filosofía y la Historia.

Y ¿cómo puede el autor conseguir atrapar a millones de lectores con una novela compleja en la que se tratan temas de filosofía, arte medieval, historia, erudición y literatura? Mediante la utilización de la enormemente popular novela de detectives. Al llegar a la abadía, Guillermo y Adso ven pasar un caballo y, de repente, aparecen un monje y unos sirvientes. Guillermo, mediante el método deductivo y al más puro estilo Sherlock Holmes, les dice que sabe que buscan un caballo, nde ha ido, qué caballo es, cómo es y hasta su nombre, dejando asombrada a toda la comunidad monástica, lo cual hace que el abad le encargue el esclarecimiento de la misteriosa muerte de Adelmo, un joven monje ilustrador y miniaturista cuyo cadáver ha sido encontrado de forma inexplicable en una zona fuera de la abadía de difícil acceso y, todo ello, antes de que lleguen los representantes del Papa, que pueden atribuir la muerte al diablo o a herejía y quitarle al abad su poder de mediación en la disputa teológica que va a darse entre los representantes del Papa y del Emperador, franciscanos como Guillermo principalmente.

La novela está estructurada en capítulos que siguen las horas benedictinas: Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas, a lo largo de seis jornadas. Y en los que, como en las mejores novelas policíacas, acaba descubriéndose un cadáver tras otro envueltos en un gran misterio, siguiendo la tradición del “Whodunit” anglosajón, que proviene de la contracción “Who's done it?” (¿Quién lo ha hecho? ¿Quién ha sido?), y donde se nos da pistas para que intentemos averiguar quién es el asesino antes incluso que el detective que lo investiga. Así, como en el popular juego de mesa del Cluedo, tenemos un cadáver, en el libro después esa cifra va aumentando progresivamente, y el autor nos va dejando pistas para averiguar quién es el asesino, el arma homicida, el lugar de los asesinatos y sobre todo el gran misterio, la causa de los mismos. Para eso incluye pistas falsas, aunque otras son auténticas, distintos móviles, e incluso la posibilidad de un asesino en serie o también de la intervención sobrenatural del diablo o del Anticristo, puesto que los asesinatos siguen el patrón de las trompetas del Libro del Apocalipsis de San Juan, apareciendo los cadáveres siguiendo la profecía que cada trompeta anuncia en el Apocalipsis.


                                           Tapiz del Apocalipsis                                                             
A medida que avanza la novela y se sucede la aparición de los cadáveres, los sospechosos son numerosos, aunque se van reduciendo poco a poco: el ayudante del bibliotecario Berengario, cuyo deseo lascivo por Adelmo es conocido por todos, Remigio, el cillerero, antiguo miembro de los dulcinistas, una secta hereje que quería acabar con la institución de la Iglesia como tal y predicar la pobreza obligada de Cristo, Salvatore, el monje deforme que le acompaña, también hereje, Malaquías, el bibliotecario, que custodia con celo la biblioteca, Severino, el herbolario, que tiene acceso a venenos mortales, y los ancianos Alinardo y Jorge de Burgos, uno loco, el otro ciego, que parece que saben más de lo que dicen.

Jornada tras jornada, vamos viendo que la abadía tiene dos tipos de vida muy diferentes, una diurna, en la que los monjes cumplen la máxima ora et labora, aunque el trabajo sea en su mayor parte intelectual a través de los libros, y otra nocturna, en la que se supone que deben estar descansando, pero que es la que registra un mayor movimiento por todas las partes de la abadía, con monjes que entran y salen de habitaciones para satisfacer otro tipo de necesidades, y que se mueven alrededor del Edificio y sobre todo de la Biblioteca.

Además de los libros, puede haber otras causas a las que atribuir los asesinatos: la lujuria, la herejía o el diablo, entre ellos, pero es obvio que nos debemos centrar en los libros. Entre los monjes los más jóvenes son partidarios de la apertura total de la biblioteca, que es el gran patrimonio de la abadía. La Edad Media está evolucionando, sobre todo en Italia, con su pujanza económica y comercial, que lleva también a la aparición de las Universidades que están dejando atrás intelectualmente la primacía de las abadías, que no incorporan ya nuevos saberes sino que se dedican solo a copiar los antiguos, y esto podría revertirse con el acceso a los libros únicos que posee la biblioteca. Libros raros, extraños,..., algo ocurre con esos libros que nadie puede ver porque están en la biblioteca a la que se supone que nadie tiene acceso excepto el bibliotecario Malaquías y su ayudante Berengario. Libros por los que alguien podría matar, morir o vender su alma al diablo. En un principio puede parecer que la causa de los asesinatos es la codicia. Como dice el Dr. Hanibal Lecter a Clarice en la película El silencio de los corderos, basado en el libro homónimo de Thomas Harris (1988):


H: He leído los expedientes, ¿y usted? Lo que necesitan para encontrarle está ahí, en esas páginas.
C: Dígame cómo
H: Primeros principios, Clarice. Simplicidad. Lea a Marco Aurelio, de cada cosa pregúntese qué es en sí misma, cuál es su naturaleza. ¿Qué es lo que hace el hombre al que están buscando?
C: Mata a mujeres
H: No, eso es circunstancial. ¿Cuál es la primera y principal cosa que hace? ¿Qué necesidad cubre matando?
C: La ira, la aceptación social y... la frustración sexual...
H: ¡No! La codicia... Ésa es su naturaleza. ¿Y cómo comenzamos a codiciar, Clarice? ¿Buscamos cosas para codiciar? Haga un esfuerzo y conteste
C: No, solamente...
H: ¡No! Empezamos a codiciar lo que vemos cada día.”


                              La codicia en la Edad Media vista por Peter Brueghel                                      
Así, en El nombre de la rosa es la codicia por poseer ese libro secreto y prohibido lo que lleva a la muerte, y aún así siguen anhelándolo y persiguiéndolo. Pero en realidad no es esa la causa del asesino, sino otra muy diferente que se nos desvelará al final de la obra.

Guillermo dice “estamos tratando de comprender algo que ha sucedido entre hombres que viven entre los libros, con los libros, de los libros, y, por tanto, también es importante lo que dicen sobre los libros.”, y Jorge de Burgos que: “ La biblioteca es testimonio de la verdad y del error”.

Pero ¿qué libro puede ser el que despierta tantas pasiones? ¿Qué puede contener ese libro para que alguien cometa tantos asesinatos? No voy a desvelar quién es el asesino ni la causa de los asesinatos, pero, obviamente, todo gira alrededor de uno de esos libros perdidos de la Antigüedad, tan importante que podría causar un cambio en la mentalidad del mundo. Un libro de un autor de la Antigüedad cuyo redescubrimiento hizo tambalear esa fe primitiva cristiana que tenía el miedo como principal arma ante los simples, cambiando la imagen del mundo, y con ese nuevo libro podría llegar a trastocar también la imagen de Dios. El miedo es, posiblemente, la herramienta del poder político y religioso más importante que ha habido a lo largo de la Historia. Miedo a la muerte, al infierno, al pecado, miedo al castigo divino, y de ahí la importancia del libro del Apocalipsis, y ¿qué ocurriría si desaparece ese miedo? Esa es la causa última del asesino y los asesinatos: El poder del miedo. El cineasta M. Night Shyamalan trató también de este "poder del miedo" para controlar al pueblo en su película The Village (El bosque), de una forma parecida aunque con finalidades diferentes. En el caso de El nombre de la rosa tratamos con el fanatismo y el fanático, en realidad del asesino del libro a los actuales del ISIS hay muy poco, de ahí también la vigencia del libro. Guillermo al intentar explicar las herejías a Adso le dice:

Digo que muchas de esas herejías, independientemente de las doctrinas que defienden, tienen éxito entre los simples porque les sugieren la posibilidad de una vida distinta. Digo que en general los simples no saben mucho sobre doctrina. (...)La vida de los simples (…) es una vida obsesionada por la enfermedad y la pobreza, y por la ignorancia, que les impide expresarlas en forma inteligente. A menudo para muchos de ellos, la adhesión a un grupo herético es solo una manera como cualquier otra de gritar su desesperación.(...) Los simples son carne de matadero: se los utiliza cuando sirven para debilitar el poder enemigo, y se los sacrifica cuando ya no sirven.”.

"Témele a los profetas... y a aquellos que están dispuestos a morir por la verdad, ya que como regla general hacen morir a muchos otros con ellos, frecuentemente antes que ellos y a veces en lugar de ellos."

Para el fanático la verdad está ya revelada y no se puede añadir nada más, solo comentar y rezar, y por eso los libros prohibidos son tan peligrosos, porque ponen en cuestión esa verdad revelada y simple, y con ella su modo de vida y sus creencias. Para Guillermo, sin embargo, la ortodoxia es cuestionable, debiéndose siempre buscar la verdad contemplando los hechos con un sano escepticismo y reinterpretándolos según vayan transcurriendo.

Por otro lado, además de una novela de detectives es una novela histórica, puesto que se desarrolla en la Edad Media y nos cuenta acontecimientos históricos con personajes históricos reales, de una forma paralela y que incluso afecta a la trama principal detectivesca. Así, se nos cuenta cómo era una abadía del S. XIV, la evolución política en cuanto al Papado y el Imperio (el Sacro Imperio Romano-Germánico) de la época, y sobre la evolución de la sociedad medieval. No obstante, como Eco cuenta en sus apostillas, no cae en el vicio tan extendido dentro de las novelas históricas de lo que llama el “salgarismo”, por el autor italiano Emilio Salgari, el cual en medio de una acción en la que “los personajes huyen a la selva perseguidos por los enemigos y tropiezan con una raíz de baobab, y de pronto el narrador suspende la acción para darnos una lección de botánica sobre el baobab." Mala costumbre que siguen teniendo muchos escritores de novela histórica y que se debe evitar.
                                                                   Papa Juan XXII                                                                                 
Y también es una novela filosófica, puesto que se nos cuenta sobre temas como la escolástica, Tomás de Aquino, cómo deben ser los razonamientos deductivos, la lógica, Aristóteles, y los debates teológicos sobre la pobreza de Cristo y sus apóstoles, que el Papa Juan XXII pretendía negar para poder excusar así su ansia de riquezas y apoyar su poder temporal en la Tierra, mientras que los franciscanos desean apoyar al Imperio y predicar una vida más pobre para los eclesiásticos, pero como le dice Guillermo a Adso:

Lo que importa no es si Cristo fue o no pobre, sino si la iglesia debe o no ser pobre. Y la pobreza no se refiere tanto a la posesión o no de un palacio, como a la conservación o a la pérdida del derecho de legislar sobre las cosas terrenales.”

Todo esto no debe asustar, si ha gustado a tantísima gente es porque es realmente un libro ameno y puede conectar con muchísimos lectores, sobre todo si consiguen atravesar las primeras cien páginas que pueden resultar más duras. A partir de ahí ya nos hemos introducido en la vida de la abadía, las conspiraciones, las herejías, y estamos dentro de una trama criminal donde van surgiendo cadáveres y vamos siguiendo a los protagonistas con un ritmo que podríamos considerar cinematográfico. Como cuenta Eco en sus apostillas, los diálogos tienen la duración de la acción, es decir, que si Adso y Guillermo inician un diálogo camino de la Iglesia al Edificio, este debe durar lo que duraría ese paseo, por lo que el ritmo del diálogo es totalmente real.




Así, El nombre de la rosa, además de convertirse en un bestseller publicado en 35 países, fue llevado a su adaptación cinematográfica, dirigida por Jean-Jacques Annaud, el cual se quedó solamente con la trama detectivesca, por lo que fue muy criticada y, sin embargo, vista sin pensar en todas las demas tramas del libro es una entretenida y estimable obra, con un estupendo Sean Connery como Guillermo de Baskerville. La película obtuvo varios premios internacionales, entre ellos el César francés al mejor filme extranjero, varios David di Donatello en Italia, dos Bafta en Inglaterra, y varios premios del cine alemán.

El final del libro es apoteósico. Termina, figuradamente, con la aparición del anticristo, el asesino, y tal y como el Libro del Apocalipsis predice, todo ello simbólicamente, pero en cierta manera real, con el fin del lugar y su forma de vida, y todo ello rememorado por Adso en su vejez. Y hasta ahí puedo leer.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado muchísimo tu artículo Arden. "El nombre de la Rosa" es uno de mis libros preferidos aunque nunca me adentré en el génesis del mismo por lo que me sorprende el paralelismo entre Borges y el monje Jorge de Burgos ya no solo en lo biográfico sino también en lo literario. Para la próxima relectura tendré en cuenta tu excelente artículo.
    Saludos.

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  2. Me alegro de que te haya gustado. Como comento en el artículo, lo bueno que tiene el libro es que tiene esos diferentes niveles de lectura, con lo que se puede disfrutar conozcas más o menos los guiños y la génesis de la novela.

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  3. Fantásticas las relaciones que haces en tu articulo. Todo un despliegue inestimable de contextualización. Sólo temí en algún momento que desvelará el final. Pero darte la enhorabuena.

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  4. Magnífico artículo, Arden. Quería tener un poco de tiempo para leerlo con detenimiento y tus conexiones cinematográficas y literarias me han gustado especialmente. A mí, siempre me extrañó que El nombre de la rosa llegara a ser un best-seller, a pesar de la trama detectivesca, pero demostró que un buen libro puede serlo.

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  5. Te lo comenté en bilateral y ahora aquí - es un artículo espléndido, lo he disfrutado a tope. La película es buena, pero no refleja todo el trasfondo que tú has presentado aquí. Y que explica por qué, más allá de la trama detectivesca, hay muchos motivos para alegrarse de que este libro tan rico haya sido un Best Seller.

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