Literatura infantil y juvenil de ayer y hoy - Lifen


“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Jorge Luis Borges.

Yo no recuerdo con claridad como me inicié en esto de la lectura. Supongo que mis primeras lecturas fueron los cuentos de toda la vida y recuerdo, con especial intensidad, como me afectaron los de El soldadito de plomo y La pequeña cerillera. Y también tengo grabada en mi mente con muchísima claridad la imagen de aquel ruiseñor que cantaba su mejor canción cuando se empalaba en la espina de algún tipo de arbusto, cuyo nombre, desde luego, no retuve. El impacto de esas historias tuvo que ser brutal en su momento, si no no sería capaz de recordarlos hoy.


Y entre esos recuerdos aparecen como en un escenario, brillando con luz propia, los tebeos, lo que hoy llamamos cómics y que entonces se llamaban así supongo que por el decano de todos ellos el TBO. Nombres que nunca se olvidan:: Tiovivo, DDT, Pulgarcito, Azucena... La economía entonces no era muy boyante y el medio más fácil y económico para obtenerlos era el cambio. Había tiendas en las que se cambiaban tebeos por un módico precio y así siempre tenías algo que leer que era lo que yo quería. ¡Qué mas me daba que no fueran nuevos e incluso estuvieran hechos polvo! . Yo frecuentaba mucho una de esas tiendas en mi barrio. Por supuesto, me conocían perfectamente y la recuerdo con muchísimo cariño. Hasta libros de Agatha Christie y otros autores del género llegué a cambiar más tarde.


Después vinieron las historias clásicas ilustradas, aquellos libros que tenían cada dos páginas de texto una de “dibujos”. Y ahí me inicié en los clásicos: Quo vadis, La isla del tesoro, Robinson Crusoe, Los hijos del capitán Grant, Mujercitas, Miguel Strogoff. De esa colección es la historia del ruiseñor, al que todavía veo cantando en esa rama.

Y luego Los cinco y Enid Blyton y su maravillosa serie de Aventuras en..., o quizá fueron a la vez, supongo que alternaría entre unas y otras historias. También recuerdo que nunca me gustaron Los siete, que me parecían unos libros muy delgaduchos para que pudieran apasionarme con sus historias, les veía poca chicha y contenido dado el grosor de los tomos. Y de ahí debe venirme esa obsesión por mirar el número de páginas de cada libro que pillo, antes porque cuanto más gordo mejor, y ahora porque, de vez en cuando, cuanto más flaco mejor.



También ahora nuestros tiernos infantes empiezan con los mismos cuentos con que lo hacíamos nosotros, Perrault, Grim, etc., quizá porque somos nosotros los que se los leen cuando todavía no saben hacerlo. Luego, no bien adquieren una autonomía capaz de hacerles elegir que leer, se pasan a lo que hoy serían los héroes de entonces. Si antes soñábamos con islas misteriosas y torreones en ruinas, ahora sueñan con andenes ocultos y escuelas de magia. Si antes padecíamos y sufríamos por las desventuras de Jim Hawkins a manos de John Silver el Largo, ahora lo hacen por los enfrentamientos entre Harry Potter y Lord Voldemort. Y si antes nos apasionábamos con aquellos intrépidos aventureros que comían sándwich de huevo y pepino y bebían cerveza de jengibre a la vez que exploraban castillos lóbregos y chirriantes, ahora se apasionan con las aventuras de Gerónimo Stilton o de su sobrina Tea, en libros cuyas páginas llegan hasta a oler.


Para mi no hay color, quizá porque en mis libros tampoco lo había y poseían toda aquella intensidad de la que carecen estos tomos de hoy, brillantes e iluminados. Nuestros libros eran sobrios y “muy adecuados”, con dibujos en plumilla (supongo) y trazos en blanco y negro, capaces de transmitir en un solo vistazo la infinita tristeza de un ruiseñor cantando su último canto o el peligro que encerraba un torreón parcialmente derruido.




Todo evoluciona y ahora vivimos en un mundo de color y todo aquello que sea capaz de hacer soñar, imaginar y descubrir mundos nuevos merece la pena que exista. Los tiempos han cambiado y también tienen que hacerlo los héroes. Y muchos de los nuestros no han envejecido bien, se les notan los años. Sin embargo, siguen en nuestra memoria esas historias que nunca mueren, las que perviven todavía en nuestra imaginación, inalterables al tiempo pasado.

Pero tenemos que enfrentarnos al hecho de que, frente al inicial ímpetu lector que prácticamente todos los niños poseen, muchos lo pierden por el camino. Como lectora impenitente que sigo siendo (y en lo que a mi vivencia personal se refiere), no se si entiendo como alguien capaz de emocionarse con esas historias, cae en el “lado oscuro” de las ya no tan nuevas tecnologías y olvida rápidamente esa pasión. Quizá porque los personajes de los libros actuales no son tan héroes como los de antes. O quizá porque no hay una clara continuidad que enganche entre una y otra etapa lectora. Antes era más fácil para unos padres elegir la lectura adecuada para sus hijos. Y con adecuada me refiero a su capacidad de entendimiento. Ahora es más difícil, hay demasiada oferta en el mercado y resulta muy confuso elegir qué libro o qué personaje es el que va a hacer que tu hijo siga enganchado a la lectura.

La literatura infantil y juvenil de hoy en día es un concepto muy amplio. Este género bien podría estar dividido en dos, pero existe una finísima línea de separación entre ambos términos. Yo solo tengo claro el inicio y el final. En el medio todo se diluye y depende de la capacidad de cada lector para afrontar un tipo u otro de lectura. El entregar a nuestros hijos un libro que excede su capacidad de entendimiento y comprensión puede resultar fatal. Se pierde el interés rápidamente porque supone un esfuerzo que no están dispuestos a hacer cuando tienen frente a ellos la comodidad de un videojuego. O de una pantalla de televisión. Es más fácil ocupar el poco tiempo libre del que disponen jugando en un ordenador que abrir un libro y leer. La gratificación es más inmediata. Mientras que en un libro tienes que pasar algún tiempo con los prolegómenos de la acción para llegar al meollo, en un videojuego es llegar y matar. Y además, es uno mismo el que decide por dónde y cómo el héroe se va a jugar la vida. Una capacidad de decisión que no encuentran en los libros pero que les ofrecen mucho más a cambio, solo que no son capaces de verlo cuando tienen delante un mundo lleno de movimiento que les atrapa.

Pero esas maravillosas aventuras leídas no tienen parangón. ¿Cómo comparar Alicia en el país de las maravillas con un Sim cualquiera? ¿Cómo explicarlo, hacerlo ver, hacer que compartan esos mundos? Una lástima, porque ahora a quien se sube a los altares no es a los que idearon la aventura, sino a quién ha sabido plasmarla para su acceso inmediato y directo para que nuestros niños y jóvenes no se cansen demasiado. Es muy difícil competir, solo con las palabras, con con una superproducción millonaria que lleva a la gran pantalla las mismas historias escritas hace un montón de años por esos hombres y mujeres que hicieron de la imaginación su forma de vivir.

Parafraseando a Saramago,  no es que sea pesimista sino que la situación es pésima. Sin embargo, siempre hay resquicio a la esperanza porque por cada adolescente que perdemos para la lectura, ganamos a otro que vuelve a ella cuando el gusanillo lector se hace tan insistente que no es posible ignorarlo. Y eso sucede, doy fe, solo es cuestión de tiempo y las aguas vuelven a su cauce.


5 comentarios:

  1. Me ha encantado el artículo Lifen, y me he sentido muy identificado porque pasé exactamente por las mismas etapas que tú, será la edad ;)

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  2. ¡¡Yo también, Lifen!! Casi me ha llegado a emocionar, la verdad. Muy buen repaso y excelente conclusión, yo pienso lo mismo: en la vida no hay prisa para nada, y la lectura siempre nos espera a la vuelta de algún recodo.

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  3. Ahí ando yo, intentando suministrar libros a un niño de 8 años que tiene mentalidad de 9 o 10, intentando que esa pasió que se le ha despertado no muera y pierda ante la tablet y la tele, pero Harry Potter aún me parece demasiado para él... Gerónimo Stilton es malísimo, LO PEOR, ni siquiera tiene autor, debe haberlos escrito un equipo de monos frente a un ordenador, el horror. M. Corleone

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    1. Pero Geronimo puede ser una estupenda forma de adentrar a un niño en la lectura. Si se obtiene ese resultado todo es útil. Yo empecé leyendo tebeos y novelillas del oeste, asi que...

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  4. Habla una generación más joven como la mía en la que los jóvenes nos empecemos a adentrar en el mundo de la lectura primero con los libros obligatorios del cole y luego con sagas como la que has mencionado Lifen donde Harry Potter o El señor de los anillos triunfaba por aquellas épocas y me acuerdo que hasta jugábamos con ellos convirtiéndonos en sus personajes. A mi especialmente me encantaba Hermione... cada generación va sacando los libros con los cuales se adentra pero yo me acuerdo también de Blytton y sus cinco

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