A finales del siglo XVIII la revolución industrial inglesa (1760), la independencia de las colonias americanas (1775) y la revolución francesa (1789) detonan la renovación en los ideales occidentales. Una renovación en la manera de pensar que supondría una renovación en la política y la economía que conformarían la sociedad del XIX. No obstante, centraremos nuestra atención en la revolución cultural que supusieron los ideales románticos cimentados sobre los ilustrados: El Romanticismo literario.
La revolución cultural de finales del siglo XVIII promovió un cambio de visión de la narrativa de ficción surgiendo un estilo precursor de ideales liberales o tradicionales según el pensamiento del literato. Autores de la talla de Lord Byron, estandarte del denominado Romanticismo liberal, y de François René, vizconde de Chateaubriand, del Romanticismo tradicional, serán inspiradores de esta nueva visión de la narrativa de ficción para los escritores de su época. No obstante, quién nos interesa realmente a la hora de hablar de Rafael Húmara y Salamanca, de su novela y de la aparición de la novela histórica romántica es Sir Walter Scott: autor escocés, romántico tradicionalista, padre de la novela histórica romántica, y, ante todo, la influencia más notable de la novela histórica romántica española del siglo XIX.
Rafael Húmara y Salamanca escribió un discurso preliminar en su obra, un relevante documento histórico, donde el autor nos muestra su particular visión desde el nacimiento de la literatura hasta su época. Vicente Llorens, en su artículo «Sobre una novela histórica: Ramiro, Conde de Lucena (1823)», debate este discurso pasando de soslayo sobre la trama de la novela; sin embargo, Donald L. Shaw, catedrático del departamento de estudios hispánicos de la Universidad de Virginia, analiza el conjunto de la obra con gran detalle en la introducción de su propia edición de 1989. En dicha introducción, Shaw conecta el discurso preliminar, la trama de los seis libros (capítulos) y los ideales románticos que configurarán la novela histórica del siglo XIX. Por esta razón nos centraremos en el análisis de la obra por Donald L. Shaw, y para ello retomaremos los nombres de Sir Walter Scott y François René, vizconde de Chateaubriand, autores de estilo tradicionalista.
Retrato de Sir Walter Scott
En el discurso preliminar Húmara comenta sobre el autor escocés que «Walter Scott es admirable por la verdad de la descripción, la unidad de la intriga y la sencillez de los episodios; pero minucioso y repetidor ofrece poco interés». Mientras, sobre el autor francés, nos señala que «Chateaubriand ha creado un nuevo estilo adaptando a las sublimes concepciones de su genio». A Donald L. Shaw le sorprende el comentario sobre Scott puesto que Húmara sigue sin ninguna duda el estilo que algunos autores denominan scottiano. No obstante le sorprende aún más que a Lord Byron se le dediquen sólo unas pocas palabras anodinas, un autor de gran relevancia en el mundo anglosajón y máximo representante del Romanticismo liberal. Sin embargo, si tenemos en cuenta los gustos literarios de Húmara no es de extrañar los comentarios de éste sobre sus coetáneos. Húmara posiblemente residió en Francia durante un largo periodo de tiempo y sus gustos literarios se nutrieran de las ediciones galas a tenor de las numerosas referencias a autores franceses en su discurso preliminar. Tampoco podemos olvidar que Húmara se muestra muy cercano al ideal tradicionalista y por esta razón no le llamarían la atención las obras de autores de carácter liberal, y por consiguiente redactase en su discurso preliminar que «Lord Byron tiene los defectos brillantes de sus dos antagonistas galos, y con más erudición, no posee sin embargo el secreto de interesar y de aterrar al mismo tiempo» (recordemos que Byron fue el máximo representante del estilo liberal). Asimismo, no es de extrañar que el estilo narrativo de la novela siga el patrón denominado scottiano, aunque Chateaubriand escribiera un determinado número de novelas ambientadas en un escenario histórico antes que el escocés. Sin embargo, el escocés sería quién alcanzara en toda Europa una gran popularidad con sus escritos ambientados en el Medievo inglés siendo imitado su estilo por los literatos de su época. Además, Walter Scott sigue esa línea tradicionalista de vuelta hacia los valores propios del Medievo que Húmara apunta como intenciones en su discurso: «Mi intención es disipar las tinieblas del egoísmo con ejemplos de magnanimidad, religión y amor patrio de nuestros mayores». Por todo ello, no nos debe extrañar que gustos literarios y estilo narrativo sigan caminos diferentes pero con un punto en común: los ideales tradicionalistas.
Otro punto a tener en cuenta es lo expuesto por Donald L. Shaw sobre la prefiguración del romanticismo en la obra de Húmara, el cual comenta que «tanto las referencias al amor y a la fatalidad al principio de la obra, en donde se hace hincapié en la pasión desenfrenada, como la última parte, en que la naturaleza misma refleja la inminencia de la catástrofe, prefiguran el romanticismo». Cuando uno analiza el argumento de cada libro (capítulo) intuye que Húmara percibía esa visión de la influencia del destino sobre el devenir de la vida. El desequilibrio de la armonía entre las fuerzas del bien y del mal gracias a la providencia o a la racionalidad. En la obra de Húmara más bien es la racionalidad del protagonista quien nos encamina hacia el final feliz, sin embargo este «happy ending», que comenta Shaw en su introducción, es abatido por la fatalidad. En definitiva, contemplamos en la novela la previsualización de los ideales románticos que seguirían los autores españoles pocos años después.
Una vez hemos demostrado la pertenencia de la novela al movimiento romántico aún nos quedaría analizar porque Vicens Llorens la considera la primera novela histórica escrita en castellano. A pesar de que existe un número de historiadores literarios que tachan la obra de contaminada con referencias mitológicas grecolatinas en un contexto de reconquista peninsular, no podemos negar la pertenencia de la novela al género histórico como veremos más adelante. Asimismo, debemos tener en cuenta que las alabanzas hacia Chateaubriand, ministro de exteriores de Luis XVIII y precursor de la invasión de España por la Santa Alianza, y su rechazo explícito de Scott y Byron, dos autores que guiaron el camino a nuestros literatos románticos, no ayudaron a tenerla en cuenta, décadas después, en los estudios que se hicieron sobre el género histórico en nuestro país, y no se tendría en cuenta hasta 1965 con la aparición del artículo de Llorens en la Revista Hispánica Moderna. Sin embargo, estas referencias mitológicas no pueden ser utilizadas en contra de la novela, puesto que no debemos olvidar que estamos en una época de transición y la educación neoclásica recibida por nuestros literatos seguía pesando en sus escritos de principios del siglo XIX. Y cuando las manos aferran el libro y la vista se desliza sobre las frases de Húmara a uno le invade la certeza de que está ante una novela histórica romántica; a pesar de las numerosas referencias mitológicas. La baza que juega a favor de Húmara para considerar su obra dentro del género histórico es el esfuerzo por ubicar la narración de una forma verosímil dentro de un contexto histórico. Me explico, El autor sitúa al protagonista, Ramiro, caballero del ejercito de Fernando III, en el sitio de Sevilla de 1247. Húmara, en su discurso preliminar nos confirma las fuentes utilizadas para la documentación de los hechos históricos narrados en la novela: «el sitio de Sevilla, las costumbres de aquel tiempo y el carácter de los señores que figuraron están exactamente conformes con las noticias que nos transmiten los anales de Sevilla y las crónicas del rey San Fernando». Llorens indica en su artículo que los anales de Sevilla se refieren a los Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y leal ciudad de Sevilla, imprenta real (1795), y las crónicas del rey San Fernando a las Crónica del Santo Rey D. Fernando III (siglo XVI). Por ello, Húmara confirma el carácter verosímil de los hechos históricos narrados, al igual que, Walter Scott lo hacía de sus escritos. Es conveniente entender que el molde seguido por los autores de la novela histórica romántica del XIX difiere del modelo manado de ésta en el siglo XX. Los literatos románticos presentaban sus narraciones prácticamente como si fueran un calco de la historia: diluían la ficción y la realidad en un todo y resaltaban el modelo de individuo que pregonaba el romanticismo. En este aspecto, Ramiro, Conde de Lucena sigue estos cánones impuestos por el romanticismo.
Por todo ello, podemos afirmar que Ramiro, Conde de Lucena es el eslabón perdido entre el lánguido caminar de la Ilustración al Romanticismo español. La primera manifestación del nuevo género literario que triunfaría a finales del siglo XX, la novela histórica. En definitiva, la primera novela histórica publicada en castellano.
Bibliografía:
Ramiro, Conde de Lucena — Rafael Húmara y Salamanca, edición de Donald L. Shaw. Editorial Ágora, 1998Reflexiones sobre la novela histórica — edición de José Jurado Morales. Fundación Fernando Quiñones, 2006
Sobre una novela histórica: «Ramiro, Conde de Lucena» (1823) — artículo de Vicens Llorens. Revista Hispánica Moderna, 1965
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No hay comentarios