Diseño portada: Isabel Palacio
A Miguel Martínez-Lage, el hombre que aspiraba a la invisibilidad.
Contar historias ha sido desde el principio de los tiempos una forma de comunicarnos: los acontecimientos cotidianos se organizan tal vez dotándolos de un cierto halo de intemporalidad, los consejos y advertencias se tornan en parábolas ejemplarizantes, los mitos se transmiten para ensalzar la grandeza identitaria de un grupo. Tienen que tener necesariamente una forma lo suficientemente breve para ser contados de tirón y lo suficientemente estructurada para que su hilazón permita seguir el discurso sin distracción. Tal vez en principio dotados de unos recursos musicales como el ritmo proporcionado por la rima y la estructura de una estrofa versificada que favoreciera la incorporación de muletillas, en un mundo en el que la palabra escrita no tiene lugar.
Contados al calor de una hoguera que dotara de una ambiente cómplice y facilitara que la fantasía nos dominara, eran entretenimiento, advertencia, placer y enseñanza, todo a uno.
Cuentos narrados a los niños de ojos maravillados, poblados de hadas y princesas, de monstruos y fantasmas; poemas en prosa, cartas imaginarias, aventuras imposibles... todo tiene cabida en un tipo de narración que se renueva constantemente dejándose llevar por la ola del tiempo en el espacio de un relato fácil de transformar en palabra oral.
Como género literario, desde la Biblia, auténtico recopilatorio, ha sido cultivado con intensidad. El mundo no se entendería sin Sherezade y Las mil y una noches, sin los cuentos de Chaucer, ¿qué seria del cuento sin los hermanos Grimm, sin Perrault, Poe, sin Borges o Cortazar, sin Chejov, sin Maupassant? Desde Henry James a Papini, desde Saki a Max Aub sus formas se renuevan, se retuercen, pero su permanencia nos abruma con su riqueza y variedad de estilos, temas y formatos.
Este número de la revista va de cuentos. De cuentos que nos inspiran y que comentamos.
Miguel Martínez-Lage nos ha cedido su traducción de Ellos, de Rudyard Kipling, que comentará Diana para este número. Estábamos muy felices por ello y Miguel se implicó en el proyecto, lo que nos proporcionó una inyección de entusiasmo e ilusión.
En la introducción a este número de la revista querríamos haber transmitido lo especiales que nos sentíamos al haber podido contar con la compañía de un erudito, tan importante para nosotros lectores, como era un traductor de su categoría, pero al final queremos hacer un homenaje a su persona y dedicarle este número por el cariño con el que nos trató, y por las buenas vibraciones que nos transmitió.
Somos lectores, pero en el fondo bulle en nosotros un alma algo sibarita, que aspira a lo que algunos no somos capaces de hacer: leer en un idioma original a nuestros mitos literarios, llevados de la mano por alguien que, como Miguel, aspiró a mucho más que volcar unas palabras en el papel a través del crisol de su saber y sus conocimientos: aspiraba a la invisibilidad y a que pudiéramos ver al escritor original tal y como quiso contarnos sus historias.
Decir que era una de las referencias de la traducción a la que muy pocos llegan y que admirábamos su trabajo suena ahora a palabras huecas, pero es una realidad. A veces almas generosas nos tienden puentes como los que él construyó y nos ayudan a cruzarlos. No voy a explicar quién era este amigo en los silencios de la lectura, hay cientos de recuerdos a golpe de click, solo queremos transmitir lo que para nosotros fue y lo que significó, que estamos desolados por su ausencia y que su apoyo en este proyecto nos ha dejado el regusto amargo de su pérdida.
Fue nuestra colaboradora Diana quien tuvo el contacto directo con él y con sus palabras os dejo.
Miguel Martínez-Lage es capaz de llevarme de la mano por caminos exóticos a velocidad de vértigo, pero disfrutando del paisaje. Y él lo sabe…Hace aproximadamente dos meses, la revista Ábrete Libro me hizo una sugerente y atractiva propuesta literaria de alto nivel. Se trataba de elaborar un artículo sobre un relato que luego se publicaría en una colección.El relato que elegí fue “Ellos” de Rudyard Kipling, pero el motivo por el que lo elegí no fue otro que la maravillosa traducción con la que casualmente me encontré. A toda costa y como fuese debía conseguir que se publicase porque era sencillamente extraordinaria.El traductor era Miguel Martínez-Lage y había que conseguir su permiso para publicar esa traducción que él había hecho para la editorial Sexto Piso. Conseguí contactar con él y conseguí su autorización y también su confianza. Y él consiguió: entusiasmarme…me conmovía con sus mensajes agudos y cercanos cuando respondía veloz a todas mis peticiones. Me pidió que lo mantuviese informado puntualmente de la publicación de la revista y de los relatos, y así lo he estado haciendo, puntualmente…Hoy es un día muy triste porque lo hemos perdido.Nos pidió un ejemplar de la revista Ábrete Libro en papel con su traducción una vez publicada para la Lage Memorial Library, que consta de muchas de sus traducciones y de otras cosas de mayor valor. Aunque ahora anda repartida entre cuatro puntos, tres en Pamplona y uno en Almería, donde vivía actualmente, pensaba reunirlo todo algún día.
Ángeles (Diana)
Esta entrega esta dedicada a su memoria.
Gracias a Julia y a Diana por la estupenda presentación del número y tan cálida dedicatoria a Miguel Martínez-Lage.
ResponderEliminarPara Angeles, que además de tocar venas, tiene ella misma una gran vena literaria y en lo que hace pone gran pasión. Puse mi granito en el camino a Miguel, otro apasionado, que desgraciadamente hemos perdido.
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