El mito del vampiro en la literatura
El tema del vampirismo es uno de los mitos de terror clásico, pertenece a eso que llamamos el inconsciente colectivo. Es fácil encontrar listados de apelativos con los que se representan en todas las culturas, desde las griegas o egipcias a la precolombinas pasando por las japonesas y chinas o las centroafricanas.
En literatura, al margen de referencias clásicas, el mito se consolida a principios del siglo XIX. Aunque en el siglo XVIII se difunden noticias de epidemias de vampirismo en la Europa Oriental: zona de Serbia, Rumania, Grecia...
En 1732, Le Glaneur Historique difunde el caso de Arnold Paole, un joven campesino serbio que había vuelto de su servicio militar en una zona de Grecia limítrofe con el imperio turco y había sido atacado por los vampiros. Pese a aplicarse los remedios tradicionales para evitar convertirse, al morir en un accidente se le descubre como tal, dando lugar a una epidemia. Las autoridades intervienen y le clavan una estaca en el corazón.Se describe el caso como una verdad que traspasa los límites de la superstición y es muy difundido. A través de él se introduce por primera vez tanto en el francés como en inglés el termino Vampiro. Hasta entonces se habían ido aplicando las denominaciones locales tanto en literatura como en la tradición folclórica. Los estudios con tono serio se multiplican y el tema está de actualidad.
Hay pues un sustrato sobre el tema que servirá de terreno abonado para que empiecen a salir los tratamientos literarios, recogiendo unos rasgos y características sistematizados en los estudios desarrollados sobre el tema en el Siglo de las Luces entre los que destaca el Tratado sobre los vampiros, de Agustín Calmet en 1746, religioso francés . Pese al rechazo de los intelectuales de la figura del vampiro como un hecho real, el miedo y tema persistirán en la imaginación de la sociedad.
El primer tratamiento literario se atribuye en 1748 a Heinrich August Ossenfelder en su poema Der Vampir. Gottfried August Bürger volverá a tratar el tema en su Lenore, poema de 1773 y Goethe con La novia de Corinto de 1797. Todos estos antecedentes son de autores alemanes y de inspiración clásica, sobre todo el caso de Goethe, con claras referencias en autores grecolatinos como Filóstrato y Flegón de Tralles.
El poema de Bürger se hizo muy popular en Inglaterra con hasta siete traducciones una de ellas de Walter Scott, y sirvió de inspiración para la Christabel de Coleridge escrito en 1797, aunque se publico en 1816 sin concluir la historia. Christabel es un claro antecedente de Carmilla de Le Fanu, en ella se describe una relación lésbica. Una vampira aparece también en Thalaba el destructor, Robert Southey .
Lord Byron hizo un tratamiento trágico del tema del vampiro en 1813 El Giaour, fragmento de un cuento turco, cuando el héroe es maldecido a convertirse en un vampiro.
El auténtico origen del mito tal y como lo conocemos hoy está en El Vampiro, de Polidori, que nace en la famosa reunión en Villa Diodati, sobre una idea del mismo Byron, que reclama la autoría de la idea del cuento y del que él mismo llegó a esbozar un relato que aún se conserva.
El cuento de Polidori en principio se atribuyó al mismo Byron cuando se publicó a principios de abril de 1819 en el New Monthy Magazine con el título de Una historia de Lord Byron, confusión al identificarse con el protagonista del relato: Lord Ruthven. Al margen de los problemas sobre su creador, y de la inspiración o no en la absorbente personalidad de Byron, lo cierto es que el cuento da una forma al mito que se mantendrá a lo largo de la historia: el personaje aristocrático y noble, perverso y seductor. Crea un esbozo del mito que luego inmortalizara Stocker. Lo que es significativo es que no toma ningún rasgo de las leyendas centroeuropeas, el físico con el que le dota es el típico de los personajes góticos. Una belleza que se ha asociado a la del Ángel caído de El paraíso perdido, John Milton.
Pero es en Francia donde la figura del vampiro tiene un desarrollo literario más intenso. Charles Nodier y Alexandre Dumas padre, que adaptaron la narración de Polidori para su representación teatral, trataron el tema vampírico en sus creaciones posteriores.
De hecho, fue Charles Nodier, hoy algo olvidado y precursor del romanticismo francés, quien más hizo por la divulgación del tema. Publicó una continuación del cuento de Polidori que tituló Lord Ruthwen o Los vampiros, en 1820. Esta adaptación fue muy popular y sirvió de inspiración a comedias, ballets, óperas… en toda Europa. Nodier es también el autor de una colección de cuentos de temas sobrenaturales en la que varios de ellos se centran en el vampirismo: Infernaliana, de 1822. En alguno de ellos una curiosísima interpretación del mito en El vampiro bondadoso.
El romanticismo alemán no olvida el tema y así, E. T. A. Hoffmann, escribe Vampirismo en 1819 y el clásico Dejad descansar a los muertos, de dudosa autoría, se atribuye a Ludwig Tieck o a Ernst Salomo Raupach de 1823, son unas referencias que no se pueden olvidar.
En Francia 1836 se publica La muerta enamorada de T. Gautier que marcará un hito en el tratamiento de la mujer vampira.
Será en 1847, con la aparición del folletín Varney el vampiro o el festín de Sangre, de J.M. Rymer, donde se fijarán las características que definirán los rasgos típicos del vampiro tal y como hoy lo conocemos: los colmillos y las marcas en el cuello, la anulación de la personalidad de sus víctimas, la fuerza sobrehumana,… Es el claro precursor del Drácula de Stocker . La novela efectista y algo incoherente se prolongó en forma de folletín durante dos años. Nos presenta un personaje torturado por su condición de vampiro.
El mismo año de la publicación de Varney, Tolstoi da a la imprenta La familia del Vurdalak, escrito en francés, uno de los mejores cuentos sobre vampiros y con una imagen radicalmente diferente al del noble y decadente vampiro romántico. En Rusia sí había una persistencia del tema en el folclore muy asociada a la realidad. No es la única vez que Tolstoi escribe sobre vampiros. Hay que mencionar también el relato Upiros (1841) conocido también como El Vampiro, que se considera la primera historia moderna de vampiros en ruso, con el precedente anterior de El Viyi (1831) con una estructura de cuento popular de Gogol.
Al Romanticismo pertenece aún la Bella vampirizada de Alejandro Dumas padre, de 1849, conocido también como La dama pálida, o El castillo en los Cárpatos, Julio Verne, en la que el origen del vampirismo del personaje está a medias entre una maldición y el suicidio de este.
Feval, autor de éxito de folletines, tiene varias obras dedicadas al tema: La vampira, El caballero tenebroso, o la delirante parodia del género gótico Ciudad Vampiro. También Maupasant en su genial Horla se rendirá a un personalísimo vampirismo con una reinterpretación y tratamiento muy diferente del hecho hasta la fecha.
En Norteamérica, es indispensable recordar Berenice (1835) y Ligeia de Poe (1838), con una interpretación diferente y brillante en la que la primera esposa se apodera del cuerpo de la segunda esposa del personaje masculino.
El tema de la vampira femenina tiene su obra culmen con J. S. Le Fanu, y su Carmilla, publicada entre 1871-1872 en una revista londinense, con un tono de lesbianismo insinuado que posteriormente se ha acentuado en las versiones cinematográficas. En cuanto a la relación de vampirismo con homosexualidad, tenemos que citar Manor (1884) de Karl Heinrich Ulrichs, en el que se plantea el tema de forma abierta y clara. Ulrichs fue un militante defensor de los derechos de los homosexuales en tan avanzada fecha y la homosexualidad se plantea aquí de forma abierta y sin dejar ningún resquicio a la duda.
Tenemos pues tres líneas de expresión literaria del vampismo: La primera, la de la mujer vampira, la segunda, la del vampiro de origen noble y elegante, y la tercera, más ligada a las tradiciones populares representadas por autores de origen ruso.
Todos ellos se verán superados con la aparición de la gran novela que consagra al mito: Drácula de Bram Stocker.
Stoker se basó en las supersticiones y leyendas de la Europa oriental donde encontró un referente histórico que le sirvió de inspiración de forma muy superficial y del que tomó su sonoro nombre: Vlad Draculea Tepes, noble rumano al que se le atribuye una gran crueldad que, por otra parte, no debía ser algo fuera de lo normal en la época y en el contexto histórico del personaje. El nombre de Draculea significaba hijo de Dracul, pero en rumano también significaba demonio. Pese a que hay constancia que no conocía la historia del personaje, tomó el nombre de él.
Quien sí parece que le sirvió de inspiración más directa fue la “Condesa sangrienta”: Erzébet Barthory, de la que se contaban truculentas historias probablemente falsas inventadas a raíz de las intrigas políticas y familiares que la rodearon.
En todo caso, en los referentes literarios más directos, son conocidos la narración de Emily Gerard, La tierra más allá del bosque, mitos y leyendas en Transilvania, (entre las que se incluye la historia de la Condesa Barthory en su vertiente más sangrienta), y la novela de origen alemán El extraño misterioso, de autor desconocido.
Con Drácula, al filo de finalizar el siglo XIX, el tema queda fijado y los diferentes nombres dados a personajes paralelos se ven eclipsados.
Lovecratf hará una terrorífica reelaboración del tema en varios cuentos de los conformarán el universo de sus obsesiones, Matheson lo reinterpretará en Soy leyenda como una enfermedad para dar al final una vuelta a la tuerca, Stephen King en El misterio de Salem´s Lot, volverá en cierta forma a los orígenes.
En la segunda mitad del siglo XX nos encontramos una generación de vampiros con tintes románticos: desde la saga de Barnabas Collins (1966-1971) de la autora Marilyn Rosm, hasta que a mediados de los años 70, Anne Rice, con su Entrevista con el Vampiro, revoluciona la visión del vampiro y lo convierte en un ser cargado de romanticismo. En paralelo es la excelente Sueño del Fevré de G. R. R. Martin, de próxima reedición en castellano, convertido hoy en un libro de culto.
Adaptaciones para la literatura infantil, versiones edulcoradas para adolescentes, ucronías literarias donde se mezclan personajes literarios con reales para dar vida a narraciones en las que todo vale. El tema es tal vez el clásico de los subgéneros de terror que mas desarrollo ha tenido y que sigue estando vigente.
Bibliografía
La novia de Corinto, J.W. Goethe. (1797)
The Giauor, Lord Byron. (1813).
Christabel, S.T. Coleridge (1816).
El Vampiro, J. W. Polidori (1819).
La Lamia, J. Keats (1819).
Vampirisimus, E.T.A. Hofmann. (1821).
Dejad descansar a los muertos, J. L.Tieck o E. Raupach (1823)
Viyi, N- Gogol (1835)
La muerta enamorada, T. Gauthier (1836).
La familia Vurdalak A-K.Tolstoi (1839)
Upiro, A- K. Tolstoi (1841)
Varney el vampiro o El festín de sangre de James Malcolm Rymer y/ o Thomas Preskett Prest (1847).
La dama pálida A. Dumas padre (1849).
El extranjero tenebroso. (1860).
El caballero Tenebroso de P. Feval (1860).
El Vampiro P. Feval. (1865).
Ciudad Vampiro P.Feval (1867).
Carmila, S. Le Fanu. (1872)
Manor, K. Ulrichs (1884).
Horla, G.Maupassant (1887).
El misterio de Kent, J. Hawthorne (1887)
Drácula, Bram Stoker (1897).
Soy Leyenda, Richard Matheson. (1954)
Entrevista con el Vampiro, Anne Rice. (1973)
El misterio de Salem´s Lot, Stephen King. (1975)
Sueño del Fevré de G.R. R, Martin. (1982)
Hay que ver la cantidad de cosas que sabes sobre vampiros. ¿Y por qué será que atrae tanto este ser? Y la atracción dura en el tiempo, porque parece que ha vuelto con fuerza en estos últimos años.
ResponderEliminarUn artículo muy interesante aunque me ha sabido a poco.