Editorial
Arantza Ibergallartu
Tal vez no hubiera necesitado el escritor otro elemento que el mar para volcar desde él las inagotables razones que justifican la literatura. Toda suerte de símbolos manan del paisaje marítimo a través de fecundas imágenes literarias destinadas a acicalar, de pies a cabeza, el grosero ropaje de nuestra ruda condición. Templo de todos los matices que integran el alma humana, un sinfín de metáforas hallan su lugar en los caprichos de la marea, anfitriona de poetas, unas veces lánguida, en la orilla, melancólica en el receso, efusiva en el éxtasis, despechada, y tan jubilosa como abatida.
La fabulosa naturaleza del mar nutre y colma la creación en todas las formas que la literatura pueda abrazar: desde los renglones, sanguinarios piratas tornan real un colosal tesoro, asépticas batallas de tinta conquistan tierras prometidas, se pretenden princesas de indescriptible belleza, y aventuras de toda magnitud nos embarcan en viajes a insólitos destinos; mundos de este mundo... y de otros, cuando leyenda y mitología acampan a sus anchas, y la fantasía se desenvuelve con holgura en un mundo que atesora una fiesta para los sentidos...
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