Tras la penuria literaria de los años cuarenta, donde el panorama cultural se convierte en testimonio de una época, los autores de la generación del medio siglo se afanan en protagonizar el resurgir literario experimentando con nuevas formas en la narrativa. Esto supone una efervescencia creativa en la literatura española: Es el apogeo de la década de los cincuenta.
La novela, que en los últimos años se había replegado a las formas narrativas tradicionales, da un giro hacia una corriente social donde toma protagonismo el relato objetivo. La publicación de La colmena de Cela en 1951 abre camino a una literatura realista donde se desarrollarían las obras que hoy cimentan la más inmediata herencia de nuestra literatura. Entre este lujoso grupo de narradores se encuentra la escritora española Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925- Madrid 2000). Premio Café Gijón 1954 por la novela El balneario, su nombre irrumpe definitivamente en el panorama literario tras la publicación de su primera novela larga, Entre visillos, que fuera Premio Nadal 1957. Situarnos en el contexto social y literario donde la autora eclosiona nos ofrece la oportunidad de comprender y apreciar la repercusión de su obra, disfrutándola así desde una perspectiva más amplia y enriquecedora.
Mediante la observación atenta de los personajes y su entorno, la emblemática escritora se aplica en una permanente reflexión que ahonda en la soledad e incomunicación del individuo, lo que define su obra como una constante búsqueda del interlocutor. Algunos estudios interpretan el conjunto de su producción como si de un solo libro se tratara, teniendo en cuenta la constante temática de fondo como nexo. Se mantiene también, distintivo de su obra, un mismo estilo de narrativa dentro del registro coloquial, deliberadamente cotidiano, que logra plasmar el código del lenguaje hablado confiriéndole al texto una estratégica oralidad, clave de conversación, constante propósito que caracterizó el espíritu de la escritora.
La obra de Carmen Martín Gaite disfruta de una constante revaluación dado, además, el gran valor testimonial que contienen sus trabajos: Entre visillos (1957) narra la vida ordinaria de un grupo de jovencitas casaderas en los años cincuenta, dando cuenta en sus páginas de aquel entorno social donde discurrían sus expectativas. En esa línea testimonial se ubica el ensayo Usos amorosos de la postguerra española (1987), eco y resonancia del trabajo de investigación que constituyera quince años atrás la sobresaliente tesis doctoral de la escritora para su licenciatura enFilología Románica, dirigida por el desaparecido profesor Alonso Zamora Vicente y editada en 1972 con el nombre Usos amorosos del dieciocho en España. Numerosas citas extraídas de publicaciones, proclamas y otros pregones de los años cuarenta, sirven de guía para la exposición de este curioso ensayo que ofrece amplia muestra de las costumbres sociales que marcaron aquella restrictiva época. Las lectoras reconocerán en estos usos la estrecha vida de sus propias madres o abuelas, y las más jóvenes con ellas se congratularán de lo mucho que han variado estos usos en unas décadas que abarcan tan solo dos generaciones.
La atención que Martín Gaite dedica al espacio narrativo y al tiempo responde a la importancia que concede al contexto que enmarca cada historia. Esta constante de consignar el entorno circunstancial unida a la atención que dedicó a la situación de la mujer, donde la escritora escarbara de manera persistente, erigieron su figura como referente cultural de la causa feminista en unas décadas ávidas de líderes identificables. Leyendo su obra, hubiera sido difícil respetarle el gusto a la autora cuando manifestaba no haberse propuesto tal misión, al encontrar de por sí evidente la equiparación entre hombres y mujeres.
En cuanto al estilo literario, fueron propias de aquel realismo objetivo la condensación de la acción narrativa, la reducción del espacio y el tiempo, el paso de la figura del héroe al personaje colectivo..., características que evocan obras como El Jarama (1956) Sánchez Ferlosio, La colmena (1951) Cela... Sin embargo, siempre quedó patente que Carmen Martín Gaite tenía su mundo propio. Las diversas claves narrativas que han integrado su obra son objeto de numerosos estudios que profundizan en el significado de los elementos.
El cuarto de atrás, Premio Nacional de Literatura 1978 (Narrativa), es claro ejemplo de complejidad. El relato, de crítica social, aborda el asunto central desde la historia biográfica que concierne a la narradora-protagonista, cuyo entendimiento se halla en trámite adaptativo desde un agobiante escenario político al nuevo contexto de holgura social, en referencia a episodios de la reciente Historia de España.
La acertada orquestación de varios géneros y el salto temporal que ofrecen los distintos planos narrativos encajan el puzle del relato en esta fórmula personal con que se vale la autora para, a lo largo del texto, ir delatando la posición de la protagonista ante una desacostumbrada situación de libertad. Una valoración sobre el trabajo de la escritora-protagonista suma meta-ficción al relato que también incluye elementos del género fantástico al jugar la autora, en su manifiesta influencia Kafkiana, con cierta ambigüedad sobre la irrealidad de ciertos sucesos en la narración. La obra advierte al lector del poder persuasivo que encierran las palabras al mostrar, en un despliegue de intertextualidad, la batalla simbólica que libraban canciones, frases populares y otras terminologías, en consuelo de la voluntad inhibida.
El ensayo La búsqueda del interlocutor y otras búsquedas (1973) señala la pericia del escritor que, mediante los caminos que brinda la literatura, debe hallar ese interlocutor ideal que convenga al discurso. Para Carmen Martín Gaite la conversación es clara panacea que consuela los desvelos del individuo, si bien antes debe uno contarse a sí mismo el discurso impreso en la memoria para, desde esta toma de conciencia, trasladarlo luego al receptor. No sorprende, desde este concepto, que la propia biografía de la escritora deje trazas en muchos de sus títulos.
La expectativa con que se contempla el intercambio individuo-colectividad no es constante a lo largo de su obra, ya que el optimismo de la autora varía en un fluir tal vez paralelo a la evolución social. Desde el inconformismo y la inadaptación que caracteriza a sus personajes, la comunicación fracasa en Entre visillos (1957). En el relato realista Ritmo lento (1963), cuyo trasfondo social emparejase la crítica con Tiempo de silencio (1962) Martín Santos, se muestra la renuncia del individuo a la comunicación en un clima de frustración y angustia.
Ya en Retahílas (1964) se deja paso al diálogo como alivio a la soledad...
Pero es el monólogo el recurso más apropiado para el discurso de Martín Gaite, que desgrana la interioridad de sus personajes aun en el plano dialógico, pues los interlocutores suelen prestar una función más bien pasiva, es decir, receptora de estos reflexivos soliloquios destinados a hurgar en el subconsciente en busca de la identidad. Con forma epistolar, la autora se explaya a sus anchas en Nubosidad variable (1992), narración ficticia que contiene la correspondencia de dos amigas de la infancia a quienes la vida vuelve a reunir por sorpresa, descubriendo al tiempo, y al verse nuevamente separadas, la necesidad de comunicarse con urgencia por el consuelo que hallan en aquella entrañable relación que ambas anhelan recuperar.
Con forma de cuento, la novela Caperucita en Manhattan (1990) proporciona a la escritora un escenario a su conveniencia en una versión actual del clásico de Perrault. La polifacética autora se sirve del efecto moralizante del cuento popular a través de sus técnicas de recreación de símbolos, metáforas y parábolas, para formular desde él su propia moraleja. Como prolífica cultivadora de todos los géneros, otros cuentos y relatos se suman a su obra junto a una larga lista de novelas, ensayos, artículos, estudios históricos y guiones adaptativos para teatro y tele-visión; así como numerosas traducciones a escritores de la talla de Brontë, Flaubert, Pesoa, Svevo, Primo Levi, Virginia Woolf y Perrault, entre otros.
El lugar que Doña Carmen Martín Gaite ocupa en la literatura ha sido reconocido en numerosos premios y galardones a lo largo de su extensa producción, convirtiendo en claro referente literario de la segunda mitad del siglo XX a esta insigne autora que indefectiblemente se alía con la espontaneidad de la conversación como inestimable documento del alma.
Arantza, me ha gustado mucho tu artículo. Qué bien plasmas la figura de la gran escritora y mujer que fue Carmen Martín Gaite.
ResponderEliminarNo sabes cuánto me alegro de que te haya quedado esa sensación, Ginazul, porque es desbordante pretender acercarse un poco a una escritora tan polifacética y de tan extensa producción. Dejándose prácticamente todo en el tintero... Al menos unas líneas para invitaros a conocerla. Un abrazo.
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