Por trece razones de Jay Asher y Un beso de Ivan Cotroneo. El acoso escolar mata. Por Sebastián Fontana (Arden)






En nuestra infancia y adolescencia el mundo es mucho más reducido de lo que es cuando crecemos y nos convertimos en adultos. En aquel momento normalmente se reduce, sobre todo en los primeros años, a la familia y la escuela, y eso incluye a los amigos, que suelen circunscribirse al ámbito escolar o a la cercanía del barrio o club deportivo que es donde empezamos a socializar y a formar parte de una comunidad. Sentirse querido y seguro es una de las premisas fundamentales para crecer fuerte desde un punto de vista personal y emocional. Ese crecimiento personal se puede ver entorpecido por muchos factores, tanto familiares como personales, siendo uno de los más importantes el acoso escolar, conocido también como “bullying”, el cual afecta a muchos de los niños y adolescentes por diferentes motivos: raciales, religiosos, por orientación sexual o identidad de género, por sexo, etc... En este artículo me voy a centrar en estos dos últimos a través de dos novelas muy diferentes: Un beso de Ivan Cotroneo y Por trece razones de Jay Asher.

 LGTBfobia en las aulas

El ser humano por naturaleza es una animal social, nos sentimos más seguros y protegidos dentro de una comunidad que nos acepta en su seno. Si somos aceptados y respetados por la misma tal y como somos es obvio que el camino a la felicidad es más sencillo, y más cuando somos niños o adolescentes. Como hemos dicho, esto se produce en torno a lugares donde se desarrolla la mayor parte de nuestra vida en esa época, como la escuela o un club social o deportivo. Hay niños y niñas que tienen características físicas diferentes que les hacen destacar de la media (altos o bajos, gordos o delgados, tener pecas, llevar gafas, ser pelirrojos...), y también pueden hacerlo por sus características sociales o religiosas diferentes, expresadas en elementos como el velo en las chicas musulmanas, el turbante en los niños sijs, o diferencias de costumbres a la hora de comer, o una raza diferente a la mayoritaria en un lugar determinado.



Casi todos los niños o adolescentes pueden ser objeto de burlas o agresiones debido a alguna de las características referidas respecto a las de la mayoría, pero normalmente tienen en común que su diferencia no lo es más que en relación a un grupo concreto, pero no respecto del resto de comunidades en las que se mueven. Así, por poner un ejemplo, si un niño es objeto de burla en el colegio por su religión o por su raza, puede haber más niños con esa característica concreta dentro del mismo colegio con lo que pueden obtener cierto apoyo de ellos. También cuando llegan a casa puesto que allí sí forman parte de la mayoría, por lo que aquellos obtienen un respiro al estar integrados en un grupo aunque sea en otro ámbito que no es el escolar. Sin embargo, hay niños y niñas que no responden a los estereotipos de género, es decir que su comportamiento, vestimenta o gustos no responden a los de la mayoría o que sean los comúnmente aceptados en ese aspecto; otros que tienen una orientación sexual diferente, sean gais, lesbianas o bisexuales, o una identidad de género diferente, como los niños y niñas transexuales; y otros que, independientemente de su orientación sexual, tengan “pluma” (chicas que se consideran excesivamente masculinas o chicos que son considerados excesivamente femeninos para lo que una sociedad en un momento determinado entiende por masculino o femenino). En este caso el problema, con frecuencia, es mayor para ellos porque el desprecio o la condena puede trasladarse, además, a otros ámbitos que no son solo el escolar sino que también sufren el desprecio en el ámbito familiar, o en el de la comunidad religiosa o social, por lo que, en ocasiones, no existe un refugio seguro para ellos, ya que la vuelta a casa significa más agresiones físicas o verbales.



Ejemplos de acoso por tratarse de un niño o niña LGTB los hay incontables en la literatura, de hecho es uno de los temas más recurrentes en la literatura de tema LGTB junto con el descubrimiento y aceptación de la propia homosexualidad o el del primer amor. En este ámbito destacaríamos la novela Para acabar con Eddy Begueule de Edouard Louis, y las dos novelas juveniles de Mike Lightwood, El fuego en el que ardo y El hielo en mis venas. En estas últimas vemos adolescentes acosados y humillados por su orientación sexual, homofobia en las aulas, e incluso homofobia internalizada (autoodio) por parte de algunos de los personajes, los cuales muestran el rechazo a su propia homosexualidad atacando al protagonista por ser homosexual o para encubrir la sospecha de su homoseualidad por parte de sus compañeros. No abunda en la literatura juvenil el tema de la transexualidad en las aulas, aunque sí existen algunos ejemplos como la novela juvenil El arte de ser normal de Lisa Williamson.

La tiranía de la mayoría, de lo “normal”, hace que la persona “diferente” pueda tener problemas y no ser aceptada. Cada día niñas y niños son perseguidos y acosados volviendo a su casa no solo con su mochila cargada de libros sino con otra mochila, invisible pero mucho más pesada, que no descargan al entrar a su casa sino que continúan llevándola en la soledad de su habitación, y que resulta cada vez más pesada porque el acoso puede ser no solo físico sino también psicológico y continuar a través de las redes sociales, a golpe de whatsapp, fotos de instagram o videos que se suben a youtube, etc.... Mientras los agresores actúan, el resto se ríe o da la espalda a las víctimas.

Basándome en mi experiencia, después de centenares de charlas en institutos a alumnos de 4º de la ESO y 1º de Bachillerato, entiendo que la solución no es tanto poner el foco en el agresor o en la víctima sino en el resto de alumnos. El castigo al agresor es importante, pero una expulsión de un alumno a veces no significa nada para él, puede ser incluso un premio, y la venganza contra la víctima vendrá posteriormente fuera del ámbito escolar. Es el comportamiento del resto de alumnos el determinante, puesto que si al que se aisla es, precisamente, al agresor por parte de los demás compañeros, aquel acabará comprendiendo que su actitud no solo no le hace liderar el grupo sino que lo separa del mismo, no consiguiendo el objetivo de liderazgo que normalmente se persigue detrás de estas agresiones. También las políticas educativas y el ambiente familiar ayudan en la solución del problema, ya que cuando se educa en el respeto a la diversidad y existe, además, una respuesta más rápida por parte de los adultos y responsables ante los casos de acoso, menos dificultoso será solucionarlo sin que aquellos lleguen a un desenlace que puede ser fatal en muchos casos, y en los que, por desgracia, no hay vuelta atrás, como es el caso de la novela que vamos a comentar.



Un beso de Ivan Cotroneo

Según nos cuenta el autor en una nota al final del libro, esta pequeña gran novela está inspirada muy libremente en el homicidio de Larry King, un estudiante de instituto californiano de quince años que fue asesinado en la mañana del 12 de febrero de 2008 por un compañero de clase, Brandon McInerney, de catorce años, de un tiro de pistola en la nuca. Los días anteriores al crimen, Larry había cortejado a su compañero Brandon.

El autor traslada la novela a un pequeño pueblo rural de Italia, un lugar, como se observa a lo largo de la novela, donde el convencionalismo y la aceptación de los roles de género tradicionales son la norma. Se retrata una sociedad conservadora, machista y homófoba que manifiesta sus valores en todos y cada uno de sus pequeños gestos y comportamientos diarios, por lo que un elemento de rebelión o disensión como el que supone un adolescente gay y queer es más de lo que se puede tolerar.

La novela se divide en tres partes en las que el autor nos cuenta los hechos desde el punto de vista de Lorenzo, la víctima asesinada, de Elena Valente, la profesora de lengua, y de Antonio, el asesino, en realidad una víctima más de esa sociedad intolerante y de sus valores, así como de su propia familia.

Lorenzo acaba de ser adoptado por Michele y María, una pareja sin hijos que vive en un pequeño pueblo italiano, y que ya ha sido rechazado otras veces anteriormente por otras parejas. Es un chico al que siempre le ha faltado cariño y amor, pero que, paradójicamente, está lleno de ambos y ansía darlos. En el instituto, como ocurre muchas veces en la realidad, dado su amaneramiento, de quien se hace amigo es de las chicas, que “eran las únicas que no se asustaban y no se burlaban de mí”. Y ya empiezan las burlas:

En el colegio enseguida empezaron a llamarme Lorenza. Todos los chicos e incluso alguna chica. Una vez que llevaba pantalones de chándal, una chica me los bajó delante de toda la clase y luego se echó a reír, diciendo que quería ver qué tenía debajo. El profesor de inglés, por su parte, me mandó al despacho de la directora (…) provocaba desorden”.

A partir de ese momento Lorenzo solo tiene el apoyo de sus padres adoptivos, en un ámbito muy limitado como es el espacio familiar, y de su profesora de italiano, la Sra. Valente, aunque pronto se pasa de las agresiones verbales a las físicas: “Me dio un empujón y no me caí. Había aprendido a no caerme cuando me empujaban”. El problema surge cuando se enamora de Antonio, un chico guapo y típicamente “masculino”, y este enamoramiento acaba sabiéndose en el instituto, lo que lleva a que los compañeros se empiecen a burlar también de Antonio. La incomprensión es tal que el autor nos hace ver cómo incluso las amigas de Lorenzo no entienden la homosexualidad. Los episodios de acoso son cada vez más frecuentes y más graves, pero Lorenzo solo tiene ojos para Antonio hasta el punto de que públicamente le manifiesta su amor. Y algo tan sencillo y bonito como una simple manifestación de amor, que en dos personas de distinto sexo hubiera sido celebrado por el resto, se convierte en una repulsa y una burla por parte de todos, no solo hacia Lorenzo sino también hacia Antonio. La consecuencia es que Lorenzo es asesinado por Antonio.

La segunda parte refleja el punto de vista de la profesora Valente, es interesante porque refleja muy bien la sociedad a la que pertenece: clasista, racista, misógina, con unos valores machistas tremendos, a los que ella se ha resistido al no casarse con un pretendiente que no le gustaba. Se ha convertido en una “solterona” sin hijos, lo cual es considerado una desgracia por todos en el pueblo, que la compadecen abiertamente con insinuaciones y cotilleos. Elena intenta luchar contra el orden establecido y eso incluye defender a Lorenzo ante sus colegas y el director, pero todas sus acciones se reflejan como inútiles dentro del orden establecido.

Aquella ciudad los estaba matando a todos. Elena no recordaba si alguna vez se había escrito una novela, quizás de intriga, en la que se buscara a un asesino y, al final, en lugar de ser una persona, fuera una ciudad, con sus cuatro calles en forma de cruz y su horrible iglesia. ¿Realmente era importane saber quién había escrito aquel papelito pegado en la mochila de Lorenzo? (…) No, la verdad era que el papel lo había escrito la ciudad entera.”

Lorenzo muere delante de ella sin que pueda hacer nada para evitarlo. Estaba condenado por todos.

La última parte es más interesante, si cabe, porque el punto de vista es el de Antonio, el chico guapo y deportista que en realidad es tan carne de cañón como Lorenzo. Aquel esconde una personalidad sensible y unos sentimientos en los que el primer desconcertado es él. En su casa es despreciado por su padre porque no le parece lo suficientemente hombre al no gustarle la caza, siempre comparado a su hermano mayor fallecido, y con sus amigos siempre tiene que estar fingiendo porque en realidad no es como ellos en muchos aspectos. En realidad, Antonio vive totalmente desorientado porque se da cuenta de que le gusta Lorenzo y no sabe cómo asimilarlo. El autor de forma inteligente no nos plantea a un asesino homófobo sino a un pobre chico perdido, que sufre una homofobia internalizada impuesta por la sociedad, y que al vislumbrar algunas cosas siente pánico:

Las chicas me gustan, pero me dan un poco de miedo, y esto tampoco puedo decirlo. Según parece solo me dan miedo a mí, a mis amigos no. (…) Cuando los otros chicos hablan de ellas, siempre repito lo que dicen. Si dicen que una es guapa, yo también. Si dicen que una es tonta, yo también.”

Después de la declaración de Lorenzo, Antonio está avergonzado, y entonces ocurre un hecho clave, que no desvelo, que empeora la situación psicológica de Antonio aún más. Esto hace que realmente se dé cuenta de que sus sentimientos por Lorenzo empiezan a ser fuertes y que siente algo que no debería sentir, por lo que queda aterrado por la previsible reacción de sus amigos y de su pequeño mundo, el pueblo y su familia, sobre todo su padre si su secreto se desvelara. Y esa presión es la que Antonio no puede soportar, el verse a sí mismo como un monstruo en ese entorno. Lo siguiente es el asesinato de Lorenzo.

¿Qué nos muestra el autor? Que es la homofobia de la sociedad la que asesina a Lorenzo. Antonio es tan víctima como él. En unas circunstancias de tolerancia y respeto, Lorenzo hubiera acabado siendo pareja de Antonio y, como en los antiguos cuentos, hubieran sido felices y comido perdices, o bien no hubiera sido todo tan de color de rosa y hubieran tenido la misma vida de pareja, corta o larga, feliz o desdichada, con ruptura o continuación, pero en las mismas circunstancias que las demás parejas heterosexuales. Incluso podría haber sido un amor no correspondido pero sin mayores consecuencias. Sin embargo, nada de eso es posible en la sociedad en que viven.

Es la homofobia la que mata y la culpable es la sociedad que provoca monstruos.

En 2016, solo en Madrid, se denunciaron 230 casos de acoso escolar, los cuales son la punta del iceberg de los miles de casos que no se denuncian. De vez en cuando en las noticias se cuentan casos de suicidios de adolescentes que han sufrido acoso escolar, en muchos casos por LGTBIfobia, y resultan increíbles las respuestas de los acosadores. La justificación a sus actos suele ser que se trataba de un juego o una broma, y que en realidad no pretendían hacer daño. En muchos casos la respuesta oficial de los institutos o colegios es que no se habían enterado de nada, o bien que las medidas que habían tomado al enterarse eran correctas y suficientes. Por ello la propia Comunidad de Madrid está planteando un borrador de Ley en la que se sancione también al que no denuncie los episodios de acoso o que puedan poner en riesgo la integridad física o moral de otros miembros de la comunidad educativa cuando sea posible hacerlo “sin riesgo propio ni de terceros”. Es decir, se penalizaría el “mirar hacia otro lado”, aunque en mi opinión difícilmente se podrá llevar a cabo con buenos resultados con cláusulas tan amplias como la valoración de no existir riesgo propio o de terceros, o cómo saber cuándo un alumno considera que es un episodio aislado, una situación de acoso, o qué se puede entender exactamente por acoso. Para ello se hace necesario más información, y más campañas educativas, en definitiva más concienciación y más confianza para fomentar la empatía con el resto de compañeros, y que una agresión a un compañero sea considerada también una agresión a uno mismo.


En países como los Estados Unidos los suicidios de adolescentes LGTB son un problema de tal magnitud que se realizan programas como The Trevor project, nombre homenaje al cortometraje Trevor (ganador de un Oscar en 1994, en el que un chico intenta suicidarse al sentir el desprecio de sus compañeros, que es realmente muy recomendable), o como el proyecto It Gets Better (en español Mejorará), en la que diferentes personas, desde caras conocidas a personas de a pie que han pasado por lo mismo, realizan videos en apoyo de los adolescentes que sufren acoso escolar por su condición de personas LGTB. En España también existe esta campaña que se puede ver en la web itgetsbetter.es




Por trece razones de Jay Asher.

Esta novela juvenil trata el tema del suicidio de una adolescente debido al derrumbamiento personal, al ir quedándose aislada poco a poco del resto de compañeros. El autor lo que muestra, a través de las 13 historias que cuenta en torno al suicidio de Hannah, es cómo la suma de pequeños gestos, que de forma aislada podría no tener mayor importancia, o sí, pero puede que no fueran lo suficiente, llevan a Hannah a ese estado de aislamiento y desesperación que la llevan al suicidio. Entiendo que lo que quiere el autor es hacernos ver que todos nuestros actos tienen consecuencias por pequeños e intrascendentes que puedan parecernos.

El narrador es Clay Jensen, posiblemente el único totalmente inocente en toda la trama, el cual recibe trece cintas de grabación por correo después del suicidio de Hanna, y en las que ella, antes de morir, cuenta trece historias en las que los protagonistas de cada una de ellas podrán descubrir cuál fue su papel en su muerte. Todos son culpables, aunque ellos no fueran consciente, con sus acciones. Cada uno de ellos recibirá las cintas y las pasarán al siguiente en la lista si no quieren que se sepa toda la historia.

Hanna es una chica muy guapa, ensoñadora, recién llegada a una pequeña ciudad norteamericana y a su nuevo instituto donde, desde el primer momento, se gana la fama de “chica fácil” debido al fanfarroneo de un chico con el que se da un beso porque le gustaba. Ese pequeño gesto de amor adolescente es el punto de partida de esa pequeña bola de nieve que al rodar cuesta abajo va formando una bola más y más grande que condiciona las relaciones que ella va a tener con los demás compañeros y compañeras del instituto, incluido un acosador sexual voyeur, una examiga resentida y envidiosa, un abusador, un violador y muchas otras historias que la llevarán a un aislamiento cada vez mayor de los demás y, en definitiva, a encontrarse absolutamente sola, lo que la lleva al suicidio.

En los Estados Unidos ha sido una novela de gran éxito entre el público juvenil, sobre todo después de su adaptación como serie de televisión realizada por la cadena Netflix.



Es la angustia y la soledad, el desprecio del grupo social lo que la lleva al suicidio, en este caso se trata de un caso claro de machismo. Hanna es despreciada, usada o atacada por los otros personajes, tanto chicos como chicas, por la concepción machista inculcada por la sociedad en sus conciencias, que la convierten bien en un objeto sexual utilizable a su antojo, o bien en objeto de envidia o resentimiento.

Estos dos libros son una muestra, en definitiva, de que somos todos, como sociedad, los responsables de que el problema del suicidio o el acoso a niños y adolescentes continúe, sea por causa del machismo, la homofobia, el racismo, la intolerancia, la xenofobia, o tantas causas más. En la mano de todos está el poner nuestro grano de arena para solucionarlo educando en la diversidad, el respeto y la tolerancia hacia el “diferente” (el que sale de las normas tradicionales), y sobre todo en la empatía. Ello nos hará mejores como personas y como sociedad.

3 comentarios:

  1. Excelente e ilustrativo artículo. Me apunto los dos libros reseñado que leeré en breve. Un saludo

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  2. Tu artículo es muy bueno, Sebastián. Se nota que estás muy concienciado con estos temas, ya que lo tratas de una manera interesante.

    ¡Enhorabuena!

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