Literatura y ciudad (Imaginadas e Imaginarias) por Fedra Egea


Bergamo, Italia imagen de thisbatteredsuitcase.com

Decía Frederick Forsyth en una entrevista que leí hace tiempo que el modo de hacer que el lector acepte la ficción como si fuera algo real consiste en introducirla después de dar datos históricos conocidos y comprobables. Él daba un ejemplo entonces que no recuerdo, pero venía a ser como este:

El dos de junio de 2018, tras ganar la moción de censura, Pedro Sánchez toma posesión como presidente del Gobierno. El día 7 nombra a Maxim Huerta como ministro de Cultura y Deporte, pero este dimite el 13 de junio, después de solo una semana en el cargo. Esa misma noche, Pedro Sánchez reúne con urgencia al gabinete de crisis del PSOE y encarga a César Martín, hombre de confianza del partido desde tiempos de Felipe González, una misión

Esta última acción es inventada, pero, después de varios datos verídicos, la tendencia a aceptar que César Martín existe es mayor. La ficción está creada con verosimilitud para el lector.

Con las ciudades en las novelas pasa algo muy similar. Será más creíble si la ciudad es real y el lector va reconociendo lugares. Y aunque no la conozca, aceptará la información porque sabe que muchas otras personas sí la conocen. Si esas calles son reales, lo siguiente también.

Esta foto de Acrópolis es cortesía de TripAdvisor
Podemos verlo muy claro en novelas como las del comisario Jaritos, de Petros Márkaris. Es un personaje muy normal: se caracteriza por su vida familiar corriente; casi todos los demás comisarios que pueblan nuestras estanterías están divorciados, pero esto no encajaría con un comisario griego de esa edad. Pero sobre todo en las novelas de Jaritos, es reconocible la detallada descripción de las rutas por la ciudad de Atenas para eludir el intenso tráfico, a bordo de su Supermirafiori. Estaríamos ante un estereotipo si Márkaris no lo dotara con otras características que se descubren al conocerlo mejor.

La mitad de la población griega vive en Atenas, y siendo un país tan pequeño, es fácil que la otra mitad también conozca la capital. El lector recorre la ciudad con el comisario y reconoce las avenidas, las plazas y los barrios periféricos de la Atenas anterior y posterior a las obras de los Juegos Olímpicos. Todo es cotidiano, reconocible y facilita que uno entre en la historia y la crea.

La ciudad es un elemento tan real, que no sólo sirve para convencer al lector, sino también al propio escritor. Le da seguridad describir algo tan sólido donde situar su trama y sus personajes. Algo parecido me sucedió a mí en mi primera novela, Un frío de muerte, de trama detectivesca. No se menciona el nombre de la ciudad ni hay una descripción detallada, ni tampoco tiene importancia para la trama que esté cerca del mar o tenga un clima benigno. Sin embargo, la ciudad que sale existe de verdad y me dio algo a lo que aferrarme, sobre lo que construir, a la hora de crear la historia. La iba viendo mientras escribía, sabía por qué calles circulaba la protagonista y cuál era el supermercado en el que hacía la compra, aunque no llegué a dar detalles reconocibles, y me dio la sensación de realidad necesaria para creerme la trama. La ciudad podría haber tenido otro clima y ser de interior, y no habría cambiado nada, pero necesitaba verla, que tuviera entidad para crear la novela sobre algo sólido, real.
Cadiz: Imagen de Ruralidays.com

Más difícil resulta cuando escribo fantasía, porque las ciudades son inventadas. No deben parecerse demasiado a ciudades reales, porque lo que pretendo es alejar al lector (y a mí misma) de la realidad, y deben tener unas determinadas características: importa la estética antigua, entre gótica y bizantina, los pasadizos secretos, las murallas, los túneles, las torres… Sin embargo, aunque la ciudad sea imaginaria, también es necesario que tenga una base sólida, que se base en algo real, cambiando lo justo. Alessir, la capital del reino, se basa en Nauplio, en el Peloponeso, la primera capital de la Grecia moderna. Kraalt y Torgue, de El faro de Isqueria, son dos ciudades que se describen de forma somera y son muy distintas entre sí: me basé en Cádiz y Verona, respectivamente.

Villa Adriana, imagen de Ticketsroma

Empecé a idear mi última novela, El mapa de la ruta del viento, en Oporto, mientras recorría sus empinadas calles bajo una fina y persistente lluvia. Tal vez por eso, en esta novela la ciudad tiene aún más importancia que en las otras. La historia empezó a crecer allí, en Oporto, y a estar condicionada por ese escenario. Las cuestas, las bodegas vinícolas, la niebla que sube desde el río… La mezclé con Roma, sus foros y sus cloacas; con las catacumbas de París, que he recorrido de forma virtual en varias novelas (como Iacobus, de Matilde Asensi), y también con la Villa Adriana en Tívoli, bajo cuya superficie había una red de túneles para que los esclavos no fueran visibles para el Emperador y sus invitados. Al principio de la novela, la protagonista lleva unos documentos a la reunión secreta de un grupo rebelde que lucha contra una nigromante que ha usurpado el poder. Son los planos de la red de alcantarillado y de los antiguos pasadizos que hay bajo la ciudad, olvidados por todos, que servían para que las clases sociales bajas no se cruzaran en el camino de los nobles. Esto y el clima de la ciudad, muy lluviosa como Oporto, van a condicionar la trama.
Oporto, imagen de Condé Nast Traveler


Aunque las ciudades de fantasía se basan en el fondo en otras reales, la propia idiosincrasia de la sociedad que he inventado las condiciona. La de mis novelas es una sociedad rígida y decadente, que está perdiendo la magia; esto se tiene que reflejar por fuerza en las ciudades. Hay un antiguo mercado abandonado, rodeado de palacios derruidos, reflejo de su antiguo esplendor (obviamente, son los foros romanos). La población ha tenido que abandonar lugares en los que importaba más la estética y buscar la defensa militar tras las murallas y no tanto en hechizos y artefactos mágicos como estatuas, gárgolas y faros; aunque quedan vestigios, estos ya no se fabrican. Es también una sociedad ahogada en una exagerada burocracia que requiere de grandes edificios para albergar a burócratas y documentos.

En la ciencia ficción ocurre algo parecido: hay que inventar ciudades de una sociedad que ha evolucionado. Es frecuente que se haya llegado a la masificación: poco espacio, viviendas cada vez más reducidas, expansión subterránea, pero también aérea… Lo malo es que lo que se describió hace años ya está llegando. Pronto se venderán los primeros coches voladores y ya se habla de implantar las casas colmena en Barcelona, habitáculos de seis metros cuadrados con alquileres que los más desfavorecidos se puedan permitir, a cambio de renuncias a todo lo que no sean necesidades primarias. Aunque siempre la realidad supera la ficción y países como China, tienen esta idea esta ampliamente superada.

Casa colmena de Hong Kong, Imagen tomada del Idealista.com


La relación entre la ciudad y la literatura no acaba en la situación del lector en un entorno real o la seguridad del escritor a la hora de construir sobre bases firmes, ni tampoco en la anticipación de cómo serán las ciudades en el futuro. Existe un retorno, una devolución de lo que la literatura ha tomado de la ciudad, que sirve a esta para redefinir su imaginario. La literatura aporta a la ciudad real otra existente en un universo paralelo. Hay visitas guiadas por varias ciudades —Toledo, Segovia, Mérida…— cuyas calles son protagonistas de cuentos y leyendas; en Segovia se puede visitar la casa-museo de Antonio Machado y en Florencia la casa de Dante.

En Stratford-on-Avon se puede ir a ver la casa en la que nació Shakespeare y la escuela en la que él estudió. Si no existe ya la casa donde él vivió es porque su propietario, en el siglo XVIII, harto de que la gente quisiera visitarla, la mandó derruir. Sin embargo, se ha conservado el solar como jardín por el que se puede pasear. Se sabe cómo era la planta de la casa y, para que uno se haga una idea, se puede visitar la casa de la hija del dramaturgo, a poca distancia, que era muy parecida.

En Londres han inventado una casa de Sherlock Holmes en Baker Street cuya publicidad reza así:

El señor Holmes compartió estas habitaciones con su leal amigo y colega, el Dr. Watson, y la casa está protegida por el gobierno debido a su «especial interés arquitectónico e histórico». El estudio del primer piso con vistas a Baker Street se ha mantenido fielmente para la posteridad tal como lo hizo la señora Hudson en la época victoriana.
Imagen de la web Serlock Holmes Museum

Casa de Julieta, Italia, Traveguia.net


Recibe miles de visitas al año y es una de las numerosas atracciones de Londres. En Verona existe también una casa de Julieta, por supuesto con balcón. ¿Y qué decir de las visitas a Londres, Oxford y Edimburgo de los seguidores de Harry Potter? En la estación de King’s Cross hay un carro de equipajes embutido en la pared que conduce a un imaginario andén 9 y ¾ donde la gente hace cola para sacarse fotos. Hace poco vi un vídeo de un chico que se lanza contra el muro a ver si aparece en el auténtico andén 9 y ¾; no se abre la cabeza de milagro. Tal vez no lo logró porque no estaba en el auténtico andén 9; hubo que situarlo en un rincón tranquilo de la estación, porque las aglomeraciones entre los andenes 9 y 10 daban serios problemas a quienes solo querían tomar el tren. Y todos los años, el 1 de septiembre sobre las once de la mañana, hay una enorme concentración de gentes venidas de todas partes, vestidas con túnicas y armadas con varitas. Las pantallas de la estación informan de la salida (a su hora) del expreso de Hogwarts a las 11:30. He de confesar que yo también fui al andén 9 ¾ cuando estuve en Londres después de leer las novelas de Harry Potter. Años antes, había visitado las estaciones de Paddington y Victoria, donde tantos personajes de Agatha Christie y Wodehouse toman sus trenes. 


El Andén 9 y 3/4 imagen de Worldtravelacademy.mx

Y es que al final se le ha dado la vuelta a la situación y el lector que no está familiarizado con la ciudad en la que se desarrolla la trama de una novela desea visitarla. Nunca llegará a encontrarse con sus protagonistas, pero sí podrá moverse por los mismos espacios que ellos, conocer lo que sí es real y que tiene tanta fuerza como para hacerle viajar hasta allí.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, porque lo has planteado tan original que te va sugiriendo diferentes aspectos del tema de este número de la Revista.

    Un saludo,

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  2. Bueno.....como bien dice la letra de un tango....."la ciudad es un libro que se lee con los pies" Todos las ciudades o lugares, de libros y reales, tienen algo de fantasia, de imaginacion y de real.

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