El curioso incidente del perro a medianoche, de M. Haddon - Raquel Sáez (Eyre)


 
El curioso incidente del perro a medianoche (2003), novela con la que el autor británico Mark Haddon ganó fama mundial, es un claro ejemplo de lo delgada que llega a ser a veces la línea que separa a la literatura juvenil de la de adultos, pues la traspasa y cae en ambas categorías. Se ha convertido en lectura obligatoria dentro del plan de estudios en institutos de educación secundaria de varios países, pero, al mismo tiempo, puede ser disfrutada y apreciada por personas de mayor edad. 


La novela cosechó un éxito inmediato entre los lectores y ha recibido importantes premios, tanto en categoría de adultos como juvenil. Está narrada en primera persona desde la perspectiva de un adolescente llamado Christopher John Francis Boone. Nuestro protagonista tiene 15 años y es autista. Prodigio a nivel intelectual, está dotado de una portentosa memoria fotográfica, capaz de registrar en su mente hasta el mínimo detalle, excepto cuando se encuentra alterado. Es un apasionado del espacio, las matemáticas y la física. Conoce todos los países del mundo y sus capitales, y todos los números primos hasta el 7.507. Sin embargo, presenta dificultades para relacionarse con la gente, le incomodan las situaciones sociales, le cuesta comprender el sentido figurado y el lenguaje corporal, rechaza el contacto físico hasta el punto de reaccionar violentamente cuando alguien lo toca y se refugia en la soledad.

Christopher vive con su padre en la localidad de Swindon, situada en el suroeste de Inglaterra, y asiste a un colegio para chicos y chicas con «dificultades de aprendizaje o necesidades especiales». Lejos de sentirse en su entorno, a Chris también le cuesta encajar allí, ya que se considera diferente al resto de sus compañeros.

Además de su padre, otra de las figuras importantes en la vida del protagonista es Siobhan, una mujer que forma parte del equipo de educadores de la escuela. Chris entabla una estrecha relación con ella, es una de las pocas personas en quien confía.

A Christopher le hace sentirse seguro «eso de que las cosas siempre tengan un orden preciso», por lo que establece una serie de pautas y reglas que intenta seguir, y elabora horarios para programar su día a día. Así mismo, tiene “manías”, como la aversión al amarillo y al marrón porque son colores que asocia con cosas negativas. Tanto es así que si ve cuatro coches amarillos seguidos de camino al colegio, para él es señal de que ése será un mal día, mientras que una sucesión de coches rojos (su color favorito) significa que el día será bueno.


El deseo de soledad lleva en ocasiones a Christopher a recorrer la calle de madrugada para poder pasear sin tener que cruzarse con nadie. Es durante uno de esos paseos nocturnos cuando descubre el cadáver de Wellington (el caniche de su vecina, la señora Shears), atravesado por una horca. A Chris le gustan los perros porque opina que son más fáciles de comprender que las personas: «los perros son fieles y no dicen mentiras porque no hablan». Pese a que el chico tiene problemas para reconocer y expresar las emociones, no carece de ellas: la muerte del perro le causa tristeza, e igualmente es capaz de sentir alegría o miedo durante otros episodios de la novela.

Así pues, decide emprender una labor de investigación para averiguar quién ha matado al animal, siguiendo el modelo de su admirado Sherlock Holmes. Éste es, de hecho, el punto de partida de la historia: cuando Chris comienza a escribir su crónica detectivesca como si se tratara de una novela policíaca. El misterio del perro conducirá a otro misterio, y éste a un descubrimiento sorprendente que empujará al chico a embarcarse en una nueva aventura.

Estamos ante una conmovedora historia de aprendizaje e iniciación, protagonizada por un adolescente con dificultades para desenvolverse en ciertos aspectos de la vida. Pero también queda reflejado cómo se ven afectados sus allegados.

Los rasgos de comportamiento que se observan en Christopher son identificados con frecuencia como síntomas del síndrome de Asperger, y esta novela es considerada casi como si fuera un libro de referencia sobre la materia. No obstante, es importante hacer notar que Mark Haddon siempre ha mostrado reservas a la hora de especificar cuál es el trastorno que sufre el protagonista, probablemente para evitar controversias, y elude deliberadamente la cuestión. En su página web, y en más de una entrevista, el autor aclara que no es un experto en esos trastornos, que creó al personaje de Christopher basándose en personas que conocía, y que este libro es, más bien, «una novela sobre el hecho de ser diferente y ver el mundo de una manera sorprendente y reveladora»[1]. Por esta razón, Haddon rechaza las invitaciones que le llegan para dar charlas sobre Asperger. 


El rotundo éxito de El curioso incidente del perro a medianoche originó una versión para el teatro, con texto adaptado de la novela por el dramaturgo Simon Stephens. La obra se estrenó por primera vez en Londres en el año 2012 y debutó en Broadway en 2014. Ha sido aclamada por el público y la crítica, y distinguida con la concesión de prestigiosos premios teatrales, recibiendo siete Oliviers y cinco Tonys, entre otros galardones.
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[1] http://www.markhaddon.com/aspergers-and-autism

4 comentarios:

  1. Por fin he podido leer el artículo que tanto se alababa en el foro, y coincido con los demás, Eyre, me ha gustado mucho y me has dejado con ganas de leer la novela, enhorabuena. Me la pongo en pendientes y a ver si le hago un hueco pronto. ¡Muchas gracias! Un beso.

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    1. Gracias, Ashling, muy amable :)
      Quería hacer justicia a la novela y a este personaje tan especial, así que he intentado recoger su esencia en este articulito.
      Espero que te guste el libro.
      Un beso.

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  2. Recuerda en cierta manera al Sheldon de Big Bang Theory... aunque sin el lado jocoso...

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    1. Es inevitable la asociación, ¿verdad? Curiosamente, los creadores de "Big Bang Theory" tampoco han querido nunca especificar si Sheldon Cooper padece el síndrome de Asperger o no.
      Un abrazo, Isma.
      Eyre

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