Trasvase de admiraciones: Cervantes/Dostoievski, Clarín/Tolstoi - Meiko



Las influencias entre la literatura rusa y la española han sido recíprocas y se han nutrido mutuamente colaborando, en parte, cada una de ellas al crecimiento y desarrollo de la otra. Si bien habrá infinidad de ejemplos de esta retroalimentación literaria, quisiera exponer sólo un par de ellos que son muestra de la comprensión anímica e intelectual entre autores de distintas culturas que, partiendo de un punto inspirador, desarrollan una novela propia y original con una visión nueva y enriquecedora.


Un Quijote a la rusa

Fiódor Dostoievski
La referencia más importante y directa a la que podemos acudir de las influencias de la literatura española en la rusa es el ascendiente que ejerció Don Quijote de La Mancha en Dostoievski. La novela le enamoró hasta punto de aprender de forma autodidacta el español para poder leerla en su idioma original. Esta pasión por Cervantes se vislumbra en varias ocasiones a lo largo de toda su obra, siendo el ejemplo más representativo su novela El Idiota.

El protagonista de El Idiota, el príncipe Mishkin, está inspirado, según palabras del propio Dostoievski, directamente en el personaje de Don Quijote. Ahora, el parecido es anímico y moral más que tangible y real. Mishkin no es un Quijote a la vieja usanza peleando con molinos de viento, aunque tiene que hacer frente a muchos gigantes sociales, a los juicios y prejuicios de la gente de su tiempo. Sin embargo, no es ajeno a la realidad, la conoce y la asume, si bien se permite su propia línea de razonamiento y de moral basado en un profundo idealismo y en una desmesurada bondad.

Al igual que Don Quijote, Mishkin es un incomprendido social y un soñador. Es una persona inteligente y sensible, invadido por un sentimiento compasivo que lleva hasta los extremos. Debido a este sentimiento, la sociedad que le rodea no aprecia su inteligencia, le encuentra ridículo y estúpido porque no comprende sus motivaciones ni entiende su forma de ser. Sin embargo, hay excepciones que pueden ver más allá. Una de ellas es Aglaya, que percibe su inteligencia aunque se avergüenza de su forma de comportarse por encontrarla contraria a las conveniencias sociales. Ella le dedica al protagonista el poema del "pobre caballero", lo que evoca al conocido "caballero de la triste figura", ya que Aglaya tiende a relacionar a Mishkin con Don Quijote. Incluso guarda sin notarlo una nota de Mishkin en un ejemplar de la novela de Cervantes y ríe al comprobar la coincidencia.

Natasha Filippovna es otro personaje de la novela capaz de adivinar parte del verdadero Mishkin. Tiene cierto paralelismo oscuro con Dulcinea: es una Dulcinea perdida, impulsiva y sombría. Mishkin desea casarse con ella, pese a que ama a Aglaya, para redimirla de su pasado. Lleva la bondad y la compasión hasta el punto de renunciar a sí mismo y a otros seres queridos por salvar a una única persona. Sin embargo, Natasha no se deja alcanzar por él, no quiere que lo que ella cree una mancha moral en su vida afecte a Mishkin. Sus constantes idas y venidas son como un juego irracional y cruel. Nunca permanece junto a Mishkin, y por cada vez que parece rendirse a él hay una nueva huída igual de impulsiva que el retorno. Por ello identifico más a Natasha con Dulcinea que a Aglaya, porque Natasha es como un sueño inalcanzable. Pese a ser tangible e interactuar con el resto de personajes tiene más de fantasía que de realidad por el ideal que representa. Es el imposible, el amor platónico que defender frente a todo. Las motivaciones, pese a esto, son distintas en Don Quijote y en Mishkin, pero el sentimiento de idealizar y querer proteger a la dama es muy similar.

Y, para completar las analogías entre personajes, no podía faltar un Sancho Panza ruso que es casi una burla del auténtico: Rogochin. En la novela de Cervantes, Sancho es un hombre realista que sigue fielmente a Don Quijote pese a no entender sus motivaciones. Siempre trata de mostrarle a Don Quijote la realidad tal y como es, e intenta evitarle los problemas. Del mismo modo, Rogochin es también más realista y práctico que Mishkin, alejado totalmente del idealismo de éste. Quiere también casarse con Natasha, pero no por ninguna idea elevada, ni para redimirla ni defenderla, sino que simplemente sigue su propio instinto y deseo. No es de gran ayuda para Mishkin pero, pese a la tormentosa amistad que mantienen, tan próxima a veces al odio, y pese a que la providencia les sitúa como rivales, confía en Mishkin y le respeta aun sin comprender su forma de actuar. Ambos protagonizan uno de los momentos más impactantes de toda la novela, el cual también tiene algún paralelismo, de tinte más bien tétrico, con la obra de Cervantes.

Mientras que Don Quijote empieza su aventura velando las armas en una venta para que le armen caballero, Mishkin termina la suya velando un cadáver junto a Rogochin. La noche en vela para uno es un comienzo, para el otro un final. Don Quijote inicia así su mundo de fantasía, Mishkin concluye su intento de llevar su ideal a la realidad al enfrentarse directamente con ella. Al igual que Sancho Panza es el contacto con la realidad de Don Quijote, finalmente Rogochin también lo es para Mishkin, pero de una manera más brusca y funesta: asesino y redentor velan el cadáver de aquella a la que ambos amaron de formas tan diferentes. Y, por encima de la tragedia, de la realidad y la fantasía, del amor y el odio, resurge la amistad y la confianza de ambos. Así, finalmente, el redimido por Mishkin de sus pecados es Rogochin, y no Natasha, a la que no pudo ayudar. Al igual que Don Quijote, que lejos de poder llegar hasta su amada Dulcinea, al que finalmente ayuda es a Sancho, que se contagia y aprende de la visión del mundo y la moral de su amigo, llegando a comprender parte de sus ideales. El final es funesto para ambos: si a Alonso Quijano, desprovisto de su fantasía e idealismo, sólo le queda la muerte, a Mishkin le queda la soledad y la enfermedad.

A lo largo de El Idiota, Mishkin se asemeja muchas veces, más que a Don Quijote el caballero, a ese Alonso Quijano ya vencido al que sólo le queda aceptar la realidad o morir. Al regresar Don Quijote a su pueblo asume la idea de que no es un héroe. Mishkin, sin embargo, ya sabe desde el principio que no lo es, y la vida le demuestra que ni siquiera pudo hacer nada por ayudar a los que quería. Mishkin es un Alonso Quijano que no muere, que acepta la realidad, pero intenta cambiarla desde dentro, llevando parte de sus sueños a esa vida real. Por eso, el idealismo y las fantasías de Mishkin no sólo son compatibles con la realidad, sino que son parte de ella, participan de ella siendo igual de tangibles. Mientras que Don Quijote transformaba y deformaba la vida real en pos de sus fantasías, la de Mishkin es una utopía moral que puede habitar en las mentes de los que le rodean, es algo que intenta engarzar en el subconsciente de los demás. A ambos, el mundo los encuentra “idiotas” por vivir consecuentes sus respectivas utopías , por ser personajes histriónicos que sólo inspiran compasión a sus contemporáneos. Y, sin embargo, ambos tienen una inteligencia y una moral superior a la del resto, aunque pase inadvertida para la mayoría.

Dostoievski se inspira en El Quijote para crear una novela con un mundo propio pero impregnado del trasfondo de la obra de Cervantes. En su historia persiste algo del ridículo de su modelo, pero desaparece la comicidad más directa y sólo queda una sombra burlesca y trágica. Por otra parte, fantasía y realidad no aparecen diferenciadas, no se confunden ni son dos mundos distintos, sino que las ilusiones de los personajes afectan a la realidad, la modifican y participan de ella.

Si Don Quijote de la Mancha inspiró a Dostoievski y, gracias a ello, hoy podemos disfrutar de su obra El Idiota, éste también posteriormente ha sido fuente de inspiración con la creación de ese profundo análisis psicológico que el autor ruso logra de los personajes. El tratamiento del idealismo admite unas visiones apasionantes, inagotables y con multitud de enfoques posibles. A fin de cuentas, todos somos humanos. Todos somos un poco soñadores y tenemos un poco del noble caballero, ya sea pobre o de triste figura, que cabalga en pos de una quimera defendiendo un ideal.



Anna VS. Ana

Lev Tolstoi
La literatura rusa también ha sido fuente de inspiración para la española. Un ejemplo de esto, es la influencia de Tolstoi en Clarín, sobretodo de Anna Karenina en su obra La Regenta. Lo primero que llama la atención es la coincidencia en el nombre de las protagonistas, Anna Karenina y Ana Ozores. Este es sólo el primer hecho observable, a partir de ahí hay múltiples detalles que acercan a ambos autores. Las influencias de Tolstoi sobre Clarín van más allá de lo puramente literario llegando a terrenos mucho más espirituales. Clarín, además, fue admirador de la obra de Tolstoi, hasta el punto de que incluso escribió el prólogo a la primera traducción española de Resurrección, y un claro defensor de las ideas anímicas y morales que el autor ruso desarrolla en esta novela más que en ninguna otra de sus obras. Por otro lado, ambos autores tienen en común los conflicto espirituales y religiosos que atraviesan a lo largo de su vida y se reflejan en sus obras.

Sobre La Regenta se ha hablado mucho, es un libro que permite innumerables análisis y opiniones, una lectura abierta llena de detalles dignos de mención y debate. También se la compara a menudo con Anna Karenina y con otras novelas europeas de su época debido al tema principal, el de la infidelidad de la protagonista. Sin embargo, la relación entre Anna Karenina y La Regenta va más allá de la mera infidelidad: son novelas que reflejan una época, una sociedad y unas costumbres. Además, ambas entran en los terrenos de la crítica social y de las reflexiones éticas, morales y existenciales. Esto une a ambas novelas y las aleja definitivamente de obras como Madame Bovary, con las que son comparadas tan a menudo pese a sólo tener en común la mera circunstancia del adulterio. Porque, dada la profundidad y amplitud de miras de dichas novelas, dicho tema es una mera circunstancia que les permite desarrollar su historia, transmitir las ideas, críticas y emociones. Es un hilo conductor común que les hará llegar más allá del hecho en sí y sus consecuencias, profundizando y analizando las motivaciones de cada personaje respecto a esa situación.

Por una parte, y esto sí lo tienen en común con otras novelas de adúlteras de la época, existe una crítica al orden y las conveniencias sociales. Tanto Ana como Anna son mujeres frustradas atadas a un marido más mayor que ellas al que no aman. En ambas, dejarse llevar por el amor o la pasión desemboca en una mancha social, una fatalidad, que no existe en el caso de los hombres que se dejan arrastrar por los mismos motivos. Además de esta desigualdad entre sexos, se pone de relieve también en ambas novelas la hipocresía de unas sociedades que fomentan la misma infidelidad que critican. En el caso de La Regenta, aparecen varios personajes femeninos que, a su vez habían tenido amantes en el pasado, e intentan que Ana ceda a la pretensión de Álvaro Mesía. Y, en el caso de la Karenina, se pone de relieve cómo muchas damas de la sociedad también tienen amantes, e incluso siguen aceptando a Anna cuando ésta comienza sus relaciones con Vronski. Sin embargo, cuando ella decide romper el matrimonio con Karenin para vivir con su amante el rechazo social se hace patente para Anna, mientras que Vronski sigue estando igual de bien considerado.

A raíz de esto, el tema principal de Anna Karenina deja de ser el adulterio y pasa a ser una lucha anímica y existencial que no sólo se centra en la protagonista, sino que se extiende a otros personajes de la novela. Anna anhela una vida real, profunda y auténtica junto a su amante rechazando una existencia vana, hipócrita y superficial junto a Karenin. Más tarde, la realidad de entonces vendrá a demostrarle que su vida junto a Vronski no era como la imaginaba, ella deberá sufrir el rechazo del resto de las personas de su entorno. A partir de ahí vemos a otra Anna que peca de exceso de nervios, excentricidades y romanticismo extremo, y que incluso llega a sentirse poco querida e insegura frente al propio Vronski al comprobar la diferencia de la aceptación social de éste. Todos estos sentimientos se van desarrollando en Anna, desembocando finalmente en una profunda zozobra que la conduce a la tragedia.

Foto: Noemy García García
Del mismo modo, también siente esta angustia existencial Ana Ozores cuando se plantea si debe seguir con su vida monótona junto a Víctor Quintanar, al que ve más como un padre, o entregarse a los amores de Mesía, vivir de forma frívola o perseguir el fervor religioso. Para Ana el término medio de desvanece cayendo en extremos, necesitando de ellos para equilibrar sus dudas. Porque más allá de una disyuntiva moral o amorosa Ana se pregunta por qué vivir de cierto modo en lugar de otro, cuál es la forma correcta de vivir y con la que ella se pueda sentir a gusto, realizada. Esta es una de tantas diferencias con la protagonista rusa, ya que en Ana Ozores el existencialismo tiene además un alto componente místico que, a lo largo de toda la novela y a través de varias crisis, tiene picos y valles que afectarán a su carácter y su comportamiento, y que serán avivados por su otro pretendiente y confesor espiritual Fermín de Pas.

En la novela rusa también existen las crisis religiosas y las dudas morales, pero aparecen separados de la protagonista, centrados en otro de los personajes principales: Lievin. Él y Kitty son el contrapunto de Anna y Vronski. Frente a la pareja atípica que se deja llevar por las pasiones y que, a consecuencia de ello, acaba en desdicha, se erige la pareja convencional y reflexiva que se pliega a las exigencias sociales incluso sin compartirlas, pero intentando vivir según sus deseos dentro de dichas limitaciones. Al igual que Tolstoi pone en boca de Lievin sus propias ideas y experiencias, Clarín hace lo propio con Ana Ozores, a la que reviste con sus propias crisis y sentimientos, haciendo incluso que ella quiera escribir, como él en cierto momento de su vida, poesías religiosas. El contrapunto de Ana sería Obdulia que, pese a sus devaneos amorosos, no tiene duda moral ninguna ni cargo de conciencia y además disfruta de estar más o menos bien relacionada. Carece de la profundidad de Ana para analizar los problemas, para buscar su lugar o buscarse a sí misma, pero tampoco parece afectarle esta carencia ni repercutir negativamente en sus actos. Tanto en Anna Karenina como en La Regenta hay personajes como Obdulia, despreocupados, que haciendo lo mismo que las protagonistas no se dejan arrastrar a nivel emocional y saben seguir siendo parte de la sociedad sin llevar los hechos a grandes tragedias, conservando las formas. Es esta una muestra y una crítica de la doble moral y la hipocresía de la sociedad, lo que llevaba en la novela rusa a Karenin a tolerar que su mujer hubiera tenido un amante mientras guardara las apariencias.

Tanto en la obra de Clarín como de Tolstoi hay multitud de críticas, no sólo a la hipocresía social comentada, sino a otros muchos campos, ya que cada uno repasaba y exponía los males de su momento. Así, en Anna Karenina y, a través del personaje de Lievin, nos encontramos amplias reflexiones sobre la tierra, el trabajo, la educación, la religión y la familia. Clarín, por su parte, incluye también amplias críticas a la Iglesia como institución que desembocaron en cierto rechazo inicial a la novela en su momento.

Más allá del contenido, ambos autores consiguen dotar de realismo y emoción a sus novelas. La gran cantidad de personajes secundarios de ambas no viene sino a enriquecer aún más la maraña de conciencias, personalidades y actos que tejen el entramado de la historia. Por todo esto, pienso que el mérito de ambos autores radica en su capacidad para dar tal profundidad espiritual y psicológica a los personajes que consiguen que los sintamos como reales, personas de carne y hueso a las que cogemos cariño u odiamos como si de viejos conocidos se tratara.

6 comentarios:

  1. Una gran idea para el artículo sobre la literatura rusa y española. ¡Excelente! como diría el personaje de los Simpson. Un artículo con cuatro grandes de la literatura universal. Interesante comprobar paso a paso las influencias que los literatos pasados realizan sobre las nuevas generaciones,esa generación que influye en la actual, como los tatarabuelos influyeron en los abuelos y estos influyen en los nietos. Me ha gustado mucho.

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  2. ¡Maravilloso artículo, Meiko!. Muy interesante y sugerente, había leído algo sobre estos paralelismos, pero nada tan precioso y con esa lírica como la tuya.

    ¡Muchas gracias, por esta agua tan fresca que nos das en este verano!

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  3. Andrómeda, Topito y Aben: Siento no haberos contestado antes (no lo había visto), ¡¡muchísimas gracias!! Me ha hecho mucha ilusión leer vuestros comentarios. La verdad es que me costó bastante y me alegra que os guste el resultado, gracias mil a los tres ^^

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  4. Realmente agradezco tu publicaciòn, màs aùn si en ella se hace menciòn a la màs maravillosa creaciòn literararia surgida del alma humana, asì como tambièn se haga menciòn , segùn mi humilde opiniòn, al màs grandioso escritor como es Dostoievski. Gracias nuevamente.

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  5. Recién he terminado El idiota y me he venido a leer este artículo. Me parece maravilloso. Analiza los personajes y uno a uno les encuentra su contrapartida en El Quijote. Dulcinea es lejana como Natasia, es verdad, y Sancho es la versión siniestra y trágica en Rogochinm como la sombra de Mishkin en ese final espeluznante. La forma de expresar todo esto, además, es exquisita, correctísima y limpia, tan aguda que a mí como lector me queda la pena de no haber sabido profundizar tanto en El idiota como podría.
    Muchas felicidades y gracias por esta lectura.
    Isma

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