Nadezhda Teffi, la escritora rusa a la que ni un mosquito le tocaría la nariz – Miguel Ángel Maroto (topito)




Nadezhda Teffi (1872-1952) fue una gran dama con talento para el humor, un talento que la encumbró al éxito en época pre-revolucionaria, un talento que mantuvo en el exilio, un talento que llega a España en puertas de cumplirse el sexagésimo aniversario de su muerte. Sin embargo, ¿quién fue Teffi? Esa mujer tan popular en su patria como desconocida en la nuestra.


En el relato Educación Política, escrito por Nadezhda Teffi, el protagonista dice sobre una mujer que «es una dama con talento, un mosquito no le tocaría la nariz». Pudiera ser que, a principios del siglo XX, ésta misma frase fuera pronunciada por Nicolás II sobre la escritora Nadezhda Teffi. Saben a quién me refiero, ¿no? Ese hombre con barba, bigote y uniforme militar que algunas personas mostraron en cuadros y carteles por las calles de San Petersburgo tras la caída del régimen soviético. O, cambiando «dama» por «camarada», fuera pronunciada a principios de los años veinte por Vladímir Ilich Uliánov después de leer las publicaciones «clandestinas» de numerosos relatos sobre la vida de los rusos exiliados escritos por Nadezhda Teffi. Puede que, a Vladímir, le conozcan más por su apodo: Lenin. Sí, ese hombre con perilla, bigote y una frente muy despejada, cuyo cadáver embalsamado se puede visitar en la plaza roja de Moscú. No obstante, todo esto son conjeturas y no visiones como las que tenía Grigori Yefímovich Rasputín. ¿Le recuerdan? Ese hombre místico de pelo lacio, larga barba descuidada y del que sentiríamos temor si nos lo cruzáramos en un callejón oscuro parcialmente iluminado por la luz de una farola. Aquél que encandiló a Alejandra, la mujer de Nicolás II, al mejorar al pequeño Alexis de la hemofilia que padecía.

Pero ¿qué tuvieron en común Nicolás, Lenin y Rasputín? La respuesta es sencilla: una mujer. Estas tres figuras históricas de gran importancia política a principios del siglo XX admiraron el talento de Nadezhda Aleksandrova Buchinskaia, conocida en el mundo periodístico y literario como Teffi, su seudónimo como escritora. Y, no sólo ellos lo hicieron, la adoraron tanto burgués como proletarios, zaristas y bolcheviques, hombres y mujeres; en definitiva, toda una nación se rindió ante sus sátiras, parodias y epigramas publicadas a lo largo de tres años en la edición dominical de un periódico petersburgués, los mismos años que duro aquella agitación de masas luchando por una mejora del proletariado ruso: la primera Revolución Rusa (1905-1907). Una revolución que no dejó indiferente a Nadezhda Teffi colaborando en Novaia Zhiirí y Zvezda, revistas de tendencias izquierdistas, y manifestándose junto a sus compatriotas. Podemos afirmar de Nadezhda Teffi que «un mosquito no le tocaría la nariz». Puede que si les dijera que Nadezhda Teffi «sabía lo que hacía», castellanizando el dicho popular ruso, comprendan mejor mi afirmación. Porque, Nadezhda Teffi, lo sabía tan bien que desde aquellas publicaciones que la popularizaron hasta nuestros días es la escritora rusa más leída en su país natal.


La zarina del humor ruso.

Nadezhda Teffi fue una experimentada campesina literaria, cultivando con maestría diversos géneros literarios y logrando halagadoras críticas por ellos. Una mujer que supo adaptar la literatura a un lenguaje periodístico más directo, sin endulzar y de fácil comprensión.

El 2 de septiembre de 1901 se publicó en el diario Norte un poema de la autora. El poema lo publicaron sin avisarla, lo que provocó su enojo. En aquellos años su hermana Mirra Lokhvitskaia (1869-1905) era una de las poetisas más queridas y populares en Rusia; actualmente, considerada una de las voces de mayor influencia en el género poético de la Edad de Plata de la literatura rusa. Por lo tanto, se entiende el temor a publicar un poema y que fuera comparada con Mirra. ¿Lo comprenden? Ser comparada con tu hermana tan popular y querida por sus poemas. ¡Vamos!, para no enojarse. Años después, Nadezhda Teffi, reconocería que una vez recibido el pago por su poema la experiencia de verlo publicado fue más gratificante.

Aunque siguió escribiendo poesía —publicó más de treinta colecciones de poemas a lo largo de su vida— el reconocimiento y popularidad llegó a través de su prosa ácida, con humor y tintada de tristeza de sus escritos publicados, a partir de 1908, en diversas revistas satíricas. Sus colaboraciones en la revista Satirikón, de 1908 a 1913, y Novyi Satirikón, de 1913 a 1918, fueron las más destacadas.

En 1908, Arkady Averchenko (1881- 1925) se convirtió en editor de la revista satírica más importante de San Petersburgo, cambiándola el nombre por el de Satirikón en honor a la primera novela picaresca de la literatura europea. En poco tiempo, Averchenko forjó una gran amistad con Teffi, y con los años, sátiro y sátira, se convirtieron en zar y zarina del humor para sus contemporáneos, y, aunque se usó la palabra «rey» para Averchenko, me tomaré la libertad de usar el título que adoptó Iván IV al evocarnos Rusia con gran facilidad. Nunca existió rivalidad entre ellos a pesar de la gran popularidad que alcanzaron. La forma de presentar el mundo que les rodeaba eran muy diferente: Averchenko, un humor que provocaba la risa; Teffi, un humor envuelto en tristeza incitando una sonrisa culpable en el lector.



Suscripción a la revista Satirikón de 1913




A principios del siglo XX en San Petersburgo se vivía una gran actividad cultural: reuniones literarias, conciertos, obras de teatro, tertulias en cafés. Y, por supuesto, Nadezhda Teffi participó enérgicamente en aquel movimiento cultural. Lo hizo tan enérgicamente que no perdía la oportunidad de frecuentar las veladas nocturnas del café más concurrido por poetas, escritores, músicos y actores desde su inauguración en 1912: El Perro Rabioso. Un café donde se leían sus poemas, donde se veían espontáneas actuaciones teatrales, donde se escuchaban improvisados conciertos de música. Un café que resurge de sus cenizas como ave fénix de la cultura rusa apenas un siglo después de su clausura, promoviendo el arte gastronómico y artístico ruso del siglo XXI.


Su voz en castellano.

A pesar de ser tan popular en tierras eslavas, los únicos cuentos de la autora traducidos al castellano se encuentran recopilados —un siglo después de su publicación en Rusia— en el libro El duende del hogar de la editorial Nevsky Prospects, una selección de relatos publicados en la revista Novyi Satirikón en aquellos últimos años de esa época plateada de la literatura rusa.

Nevsky Prospekt es la «Gran Vía» petersburguesa con una extensión cuatro veces la madrileña. Una avenida tan conocida en Rusia como lo fue Teffi, tan conocida que hasta la editorial que ha traduccido a Teffi la adoptó. Una avenida que apreció el explorador del alma humana, Dostoievski, y el mayor sátiro de la literatura escrita en ruso, Gógol. Dos escritores de gran influencia que se dice y se escribe sobre la autora; pero, una vez que conoces su obra, sólo oyes una única y flexible voz, flexible por su capacidad de adaptación del estilo narrativo según el argumento del escrito, expresando la manera de ver la sociedad de su época: la voz mordaz e inconfundible de Nadezhda Teffi.

Gógol utilizaba los sueños como una pértiga para saltar la barrera de la censura, sin embargo, en los quince relatos recopilados en El duende del hogar no existe los sueños sino la dura y verdadera realidad plagada de soñadores, cínicos, inocentes maduros e infantes derrotados.

Soñadores como la protagonista de El examen escribiendo «Ayúdame, Señor» cientos de veces para poder aprobar el examen de Geografía; o la soñadora Kátenka, del relato del mismo nombre que la protagonista, una adolescente fantaseando con quién se casaría y, lo más interesante, con quién engañaría a su marido.

Cínicos periodistas como en La carrera de Ecipio Africanus, una maravillosa y feroz crítica a cierto tipo de prensa de la época, un cinismo tan actual ahora como entonces; o cínicos amantes como en Amor dichoso, porque ¿quién ha dicho que el amor no puede ser una mentira?

Inocentes maduros en situaciones irónicas como en Un abogado de moda. ¿Se imaginan que contratan a un abogado para defenderles en un caso nimio y su abogado se convierte ante sus ojos en el fiscal del caso? O, como en el relato La liebre, puesto que es irónico que sea «robada» una inocente y madura mujer por un saltarín de largas orejas. Y ya no hablemos del cuento A caballo regalado…, y terminando el dicho diré: no le mires el dentado. Sin embargo, en esta ocasión, debemos mirárselo, puesto que, la inanición nos puede jugar una mala pasada. Pregúntenle sino a Nikolái, el protagonista del cuento.

Infantes derrotados como en el sublime relato Nuevos Valores donde un grupo de críos debaten en asamblea las normas establecidas, una ingenua asamblea de anarquismo juvenil condenado al fracaso, un reflejo de la vida misma; o el infame relato La Bestia no-viva, infame por sus serviciales personajes no tanto a los quehaceres del hogar sino a la destrucción de la inocencia de la jovencita Katia.

Por último, no podemos dejar de nombrar Las Brujas, una buena representación del ocultismo que arraigó con fuerza a principios del siglo XX en la población rusa; y El duende del Hogar, relato que da nombre a la recopilación en castellano, una mezcla de ocultismo, lucha matrimonial y desazón infantil.

No obstante, Nadezhda Teffi era una mujer compasiva con el ser humano y crítica con las actuaciones sobre ellos. Por esta razón sabía mostrar con ternura el alma humana de sus protagonistas y satirizaba las situaciones políticas, sociales y costumbristas de la sociedad que los asediaban.


El alma del exiliado.

Nadezhda Teffi, al tiempo que colaboraba en las diversas revistas humorísticas, escribió varias obras de teatro, publicó diversos recopilatorios de sus cuentos y realizó dispares ensayos. Una época seguramente muy gratificante para Teffi desde sus inicios en 1901 hasta la Revolución de Febrero de 1917. Una revolución que aún siendo valorada positivamente por la autora, un mes después, comenzó a escribir sátiras políticas reprochando las actuaciones del gobierno provisional y la política bolchevique y ensalzó los héroes anónimos de aquel alzamiento revolucionario. En Julio de 1917 escribiría que la esperanza para un desarrollo pacífico de la revolución en Rusia se había extinguido. La confianza de hacer realidad la libertad soñada por los literatos liberales se desvaneció ante la caótica realidad. Aquellos años difíciles culminaron con la Revolución de Octubre de 1918, y, un año después, Nadezhda Teffi abandonó su patria para no regresar jamás. En el libro Memorias, una autobiografía novelada, relata que un día paseando observó un hilo de sangre tiñendo de rojo el gris pavimento frente a la puerta de una comisaria. Ante la visión de aquel rojizo liquido escribiría la autora que lo único que se podía hacer era darse la vuelta y salir corriendo. Una carrera cuya meta fue París: la ciudad de las luces. Luces que nunca iluminaron el alma de Nadezhda Teffi, un alma ensombrecida: el alma del exiliado.

La voz de Nadezhda Teffi, una voz madura que con el tiempo se impregnó de nostalgia, siguió oyéndose entre la emigración rusa. Su «Ke fer?», se gritaba como lema del exilio. «¿Qué debo hacer?», preguntaba el viejo general en el cuento de Teffi. Solo había una respuesta ante esa pregunta: sobrevivir. ¿Qué sino podían hacer los desterrados? Y aquellos sobrevivientes fueron retratados con ironía por Teffi, esos mismos cuentos que Lenin permitió que se publicaran en la Unión Soviética. Retratos de burgueses y aristocráticos convertidos en proletarios: mariscales trasformados en taxistas, bellas damas aristocráticas vestidas de gitanas sirviendo cafés en las terrazas parisinas… Historias alabadas por los exiliados que veían reflejado su intrepidez ante una emigración forzada, y aplaudidos por el régimen soviético que veían reflejado la derrotada vida de los «blancos» expulsados; uno ve lo que quiere ver, como bien dice el dicho.

La resistencia cultural rusa se fraguó, junto a Nadezhda Teffi, bajo la pluma de consagrados literatos rusos en el exilio: Vera Muromtseva, Nina Berbérova, Georgi Adamovich, Dmitry Merezhkovsky, Vladislav Khodasevich, su amiga Zinaida Gippius y, por supuesto, su sincero amigo y premio nobel de literatura en 1933, Iván Bunin. Teffi continuó su etapa periodística en las diferentes publicaciones dirigidas a la emigración rusa con la esperanza de regresar algún día a su patria; sin embargo, en 1922 recibió su último pasaporte, el mismo año que se fundó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. A partir de entonces supo con certeza que no regresaría, y, desde ese momento, la nostalgia se convertiría en el pilar que sostendría tanto sus escritos periodísticos como literarios. No dejó de trabajar hasta la entrada de las tropas alemanas en París: obras de teatro como No hay nada igual tan aplaudida por la emigración rusa; continuó publicando colecciones de sus poemas; su única novela publicada en 1931; una serie de retratos literarios sobre personajes políticos y literarios que se cruzaron en su camino como Rasputín, Lenin, Gippius, Bunin, Averchenko

Sin embargo, los años no perdonan la energía de la juventud y lentamente nos abandona para permitir establecerse las enfermedades de la vejez. En 1940, Nadezhda Teffi, una anciana enferma de 70 años, no pudo abandonar París ante la eminente entrada del ejército alemán. Aquellos años de frías noches en los refugios y hambruna debilitaron aún más su precaria salud. Siete años después del final de la contienda, en 1952, la cubrieron de tierra al lado de su admirador Iván Bunin, enterrando para siempre su deseo de escribir sobre sus ídolos literarios Tolstoi y Cervantes.


Bibliografía:
El duende del hogar – Nadezhda Teffi. Nevsky Prospects, 2010

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3 comentarios:

  1. Que buen artículo, Topito, me encanta el tono que le has dado.

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  2. Perfecta reseña. Un modelo que lo que es ¡¡Abrete Libro!!

    Ahora, a buscar algo que leer de Teffi (de quien nunca había oído, todo hay que decirlo)

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  3. Gracias por vuestros comentarios.
    Imation, intenté buscar un tono cercano, como si se lo contara a un amigo y posiblemente Juan Jose Millás fuera un referente en mi subconsciente

    jumareva, si al final lees algo de la autora me alegría saber que te ha parecido.Yo estoy deseando que publiquen más en castellano (en inglés,francés y, claro, en ruso puedes encontrar más escritos de ella).

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