Max Aub, genio y figura - Chubbchubb



Cuando me propusieron escribir algo sobre Max Aub en el marco temático de esta revista de autores olvidados, lo primero que me planteé fue qué podía escribir sobre él. Al fin y al cabo, desde el centenario de su nacimiento, en 2003, ¡se ha escrito tanto!... Además, yo soy una gran apasionada de su obra, pero también una gran ignorante, si se me compara con cualquiera de los expertos que han escrito tantos artículos y han editado sus obras posteriormente. De modo que ahí ya se me presentó el primer problema. Pero para solventarlo, aclaro ya desde un principio que ésta no es la opinión de una experta, sino simplemente un punto de vista de alguien fascinado por el genio y figura que fue Aub, y por su variada obra.

El segundo dilema fue el plantearme si realmente era Aub un escritor olvidado… Cierto es que la mayoría de autores pertenecientes al exilio han pasado inadvertidos durante muchos años, por razones obvias, en nuestro país. Pero eso no quita que en sus nuevos destinos fueran unos desconocidos, o que al acabar el régimen o en los últimos años de éste no se les conociera aquí.

Pero tras reflexionar un poco sobre el caso, aprecié algo que siempre me había llamado la atención. ¿Por qué alguien de la calidad literaria de Aub se ganaba la vida con artículos periodísticos o como colaborador cinematográfico? No tengo nada en contra de ello, al contrario, pero no deja de sorprenderme que lo más conocido de Aub en esos momentos fueran sus guiones, o sus clases en la Academia de Cinematografía.

Sus obras, puesto que no dejó de escribir, publicadas allí en Méjico mayoritariamente por la editorial Tezontle, no debían tener demasiada tirada, ya que eran impresiones de 200, 300, 500 ejemplares,… ¿Y qué son 500 ejemplares de un libro? Lógicamente, de esos 500, los que llegaban aquí España eran pocos. O bien los mismos que mandaba Aub a sus amigos que se habían quedado aquí, como Ayala, por ejemplo, o los que pudiera traer un familiar que viviera allí y viniera de visita, o algún caso por el estilo.

A partir de finales de los sesenta se empezaron a publicar aquí ya algunas obras del genial escritor, aunque como él mismo indicaba en La gallina ciega,
«[…] Las buenas intenciones, La calle de Valverde se venden poco.
– A la gente no le interesa demasiado la guerra.
Sender se vende mejor.»

(Max Aub, La gallina ciega, Alba, Barcelona, 2003, pp. 138)

Las obras de Aub no tenían demasiado público, y pasaron sin pena ni gloria durante muchos años. Demasiados, seguramente. Durante este tiempo su estilo varió notablemente, marcado sobre todo por la Guerra Civil.

Aquel joven comerciante que a la edad de 19 años decidió que él quería ser escritor, y escritor español, a pesar de su nacionalidad franco-alemana, que se incluiría con su producción en esa vanguardia deshumanizada del momento, y que escribiría obras como Yo vivo, -la cual pensaba que sería su gran novela, y que se publicó años después-, poco iba a imaginar que en poco menos de tres años iba a estar escribiendo El cojo, relato que forma ya parte de ese realismo tan duro y desgarrador del que se impregnó durante y después de esa guerra contra el totalitarismo que fue la Guerra Civil. Mucho tuvo que sufrir en esos tres años de guerra, y en los tres años sucesivos de cautiverio en un campo de concentración en el norte de África para que pasara de ser un joven que tiraba casi al impresionismo lírico literario a convertirse en el escritor que hay detrás del Laberinto mágico. De hecho, la fuerza de una guerra, esa fuerza que no se ve pero que está presente en todo momento y que logra transformaciones tan grandes como las bombas, nunca dejará de sorprenderme y de estremecerme casi por igual.

Con los años, entrados ya en los cincuenta (tanto de siglo como vitales), en su exilio mejicano, volvió a dejar entrever cierta técnica vanguardista en el “fraude” de Jusep Torres Campalans, ese pintor del que se lo inventó todo y con el que tuvo engañada a la crítica durante un tiempo. ¿Quién iba a imaginarse que alguien tan serio y pesimista como Aub inventara toda una vida y toda una obra, llegando incluso a exponer en una galería de Nueva York los cuadros de Torres Campalans, cuando en realidad no existía nadie con ese nombre, ni con esa profesión, ni con esa vida, y que esos garabatos vanguardistas no eran sino de Aub, y formaban parte de la gran telaraña ficticia que había creado alrededor de esa figura que sólo él conocía y a la vez alababa? Después de esas obras le siguieron otras por el estilo, como Juego de cartas (1964), que es una genialidad en sí misma, tanto en el planteamiento como en el formato de la novela, puesto que se trata de una baraja de cartas real, donde encuentras unas reglas del juego que te indican cómo debes leer el reverso de las cartas para lograr ganar el juego y a la vez estar leyendo la novela.

A pesar de que Aub es indiscutiblemente un gran novelista, sería un feo muy grande por mi parte ignorar su faceta teatral en este pequeño artículo, puesto que lo que él siempre deseó fue ser dramaturgo. Quizás por eso acabó como guionista de cine. Desgraciadamente, su obra teatral representada es muy, muy escasa… Tiene un fabuloso ciclo de teatro judío, del que sobresale (sin menospreciar en absoluto el resto de obras) San Juan. Tragedia, caracterizado también por ese realismo que impregna su prosa de postguerra, pero con el detalle de expresarlo en boca de distintos personajes con sus distintas personalidades y puntos de vista. La obra que acabo de citar, por ejemplo, no fue estrenada hasta 1998, muchos años después de la muerte de Aub, a pesar de haber sido escrita en 1943. Y no se ha vuelto a representar.

Como dijo Manuel Aznar Soler, uno de los expertos en el universo aubiano,
«el paso del tiempo está evidenciando que Max Aub es, sin duda, uno de los grandes escritores de nuestro exilio republicano de 1939 y del siglo XX español. […] las numerosas ediciones y reediciones de sus obras evidencian con claridad el creciente interés que, entre la inmensa minoría de lectores españoles, ha ido suscitando en los últimos años, por su vigencia y calidad, la vasta, valiosa y compleja obra literaria de Max Aub.»
Y yo, sin duda, no podría haberlo dicho mejor.

Y como colofón, más que una sugerencia o recomendación, es casi una petición o incluso una súplica: leed a Max Aub. La Fundación que lleva su nombre y que dirige su hija está haciendo mucho por recuperar y preservar su patrimonio cultural, pero un escritor, al fin y al cabo, por muchas fundaciones dedicadas que tenga, sólo sigue vivo si hay lectores que le leen. Y, en este caso, sin lugar a dudas, y tan objetivamente como me es posible, os digo que vale mucho la pena conocerle.


4 comentarios:

  1. Chubb, ya te lo he dicho en privado, pero me ha encantado tu artículo. Espero leer más cosas tuyas por aquí sobre este u otros autores.

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  2. ¡Mil gracias, Gabo! Espero yo también poder ir dejanado más cosas por aquí, sea del autor que sea, siempre y cuando valgan la pena ser conocidos, comentados, y sobre todo leídos.
    ¡Un abrazo enorme!

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  3. Me ha encantado, Chubb! Sobre todo ese entusiasmo tan tuyo que transmite:).
    Qué ilusión verte por aquí ;).

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  4. Chub, ya te lo he dicho, pero solo ese entusiasmo que transmites hace que Aub tenga que pasar de manera obligada a la lista de pendientes ;)
    Tati

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