Hellboy o la tematización del terror - Eduardo M.

Hellboy o la tematización del terror

Eduardo M.


Quince años después de la primera aparición del personaje, las aventuras de Hellboy ejemplifican la reconstrucción del género terrorífico según los principios de la ficción posmoderna: proliferación de referencias, cruce de géneros e ironía en abundancia.



En la década de los 90 fueron muchos los autores del mercado norteamericano del cómic que, conscientes de su influencia en las ventas de las cabeceras en las que trabajaban y disconformes con las condiciones que les imponían Marvel y DC, emprendieron proyectos de creación propia alejados de las grandes compañías1. Los resultados fueron muy desiguales tanto en lo comercial como en lo creativo y son pocos los títulos surgidos en aquel momento que se recuerdan hoy como memorables o que han gozado al menos de una cierta continuidad editorial.


Una de las más notables excepciones a este principio es Hellboy, la cabecera creada por el dibujante Mike Mignola, cuyo primer capítulo vio la luz en el año 1994. Por aquel entonces Mignola era más una promesa que una realidad. Su labor como dibujante de superhéroes para Marvel y DC había dado resultados más bien discretos (ni el género gozaba de sus preferencias, ni su estilo gráfico se ajustaba al canon propio de su tiempo) y sólo al ensayar otros registros, como el fantástico o la ciencia ficción (Corum, Fafhrd y el ratonero gris, Ironwolf), podía intuirse su verdadero potencial. Antes de emprender su carrera como autor completo, Mignola ilustró la adaptación al cómic de la película de Francis Ford Coppola Bram Stoker’s Dracula, que constituye el primer trabajo en el que se perciben las que posteriormente se reconocerían como sus peculiares señas de identidad como dibujante: su maestría en el uso de luces y sombras, un perfecto tratamiento del color y una especial habilidad para la representación de los escenarios del terror más clásico. El resultado fue tan brillante que Coppola lo invitó a colaborar en distintos aspectos de la producción del film.


Es en ese momento cuando Mignola se incorpora con Hellboy al catálogo de Legend, el sello de creación propia fundado en el seno de la editorial Dark Horse por varios autores de renombre2. Este contexto creativo no sólo le permite desplegar su indiscutible talento como dibujante, sino que además le brinda la oportunidad de abordar con total libertad sus intereses temáticos. Semilla de destrucción (2004, I)3, la primera miniserie del personaje, contiene ya las ideas básicas que serían desarrolladas en sucesivos arcos argumentales4. En ella se narra cómo un Grigori Rasputín que ha sobrevivido a la revolución rusa invoca, en plena Segunda Guerra Mundial y con la ayuda de una división esotérica del ejército nazi, a una criatura infernal para que cambie definitivamente el curso del conflicto. La criatura, apenas un bebé de aspecto demoníaco, se materializa en una isla de Escocia, donde es capturada por el ejército aliado. Hellboy, nombre con el que es bautizado por el que será su tutor, el profesor Trevor Bruttenholm, es educado en diversas bases militares norteamericanas antes de unirse a la Agencia para la Investigación y Defensa Paranormal (A.I.D.P.), en la que desarrollará una larga carrera como investigador de fenómenos sobrenaturales.


La miniserie de presentación del personaje tuvo una buena acogida tanto entre el público como por parte de una crítica que destacó no sólo el soberbio trabajo gráfico de Mignola, sino la honestidad de su propuesta, una aproximación al imaginario terrorífico clásico desde una perspectiva desenfadada, abiertamente referencial y, en buena medida, desmitificadora. Las sucesivas aventuras del personaje no hacen sino incidir en las líneas allí trazadas, evidenciando que la pretensión de Mignola no era tanto formular una propuesta original en el plano terrorífico cuanto acometer un reciclado de los lugares comunes del género con una finalidad primordialmente lúdica.


En su recorrido por los escenarios, personajes y mitos que constituyen el sustrato de las ficciones terroríficas, el autor se refiere a múltiples tradiciones e incluye homenajes explícitos a obras y autores, siendo probablemente la de H.P. Lovecraft la influencia más inmediatamente perceptible. Mignola explica el origen de Hellboy mediante la exposición fragmentaria de una cosmogonía cuya formulación más lineal y completa se recoge en el relato La isla (2007). En él se narra cómo en un tiempo inmemorial unos espíritus primordiales crearon en la Tierra al dragón Ogdru Jahad y cómo éste alumbró a una descendencia, los Ogdru Hem, que aquellos vieron como una abominación. Los espíritus guardianes destruyeron a los Ogdru Hem y aprisionaron al dragón en piedra, arrojándolo a un abismo interdimensional. Los Ogdru Hem permanecen desde entonces sepultados en el subsuelo, pero un día se levantarán y reclamarán la Tierra, propiciando el retorno del dragón. A este relato tan nítidamente emparentado con el ciclo de Ctulhu de Lovecraft debemos añadir la abundante presencia en las páginas de Hellboy de monstruos de estirpe inequívocamente lovecraftiana5 y el uso de una nomenclatura que recuerda igualmente a la empleada por el autor de En las montañas de la locura.


Pero el caso de Lovecraft no es el único. Mignola confiesa en la introducción al mencionado relato La isla (2007) que el mismo se inspira en las narraciones de William H. Hodgson ambientadas en el mar de los Sargazos y en su novela Los botes del “Glen Carrig”6, lo cual no debe extrañarnos, conocida la influencia de este autor sobre el propio Lovecraft. De igual manera, El gusano vencedor (2004, V) no sólo toma su título del poema homónimo del Edgar Allan Poe, sino que en cierta medida puede considerarse una interpretación sorprendentemente literal de su contenido. En La caja del mal (2004, IV) Mignola recurre de nuevo a Poe, incorporando a la narración un fragmento de La caída de la casa Usher.


Pero el cruce de referencias no se limita a los clásicos de la literatura de terror, sino que incluye también alusiones a las diversas tradiciones culturales que han alimentado al género. Dos personajes secundarios con cierto peso en la historia son Baba Yaga, figura del folclore ruso con presencia en Despierta al demonio (2004, II), Baba Yaga (2004, III), El tercer deseo (2007) o La oscuridad llama (2008), II7; y Hécate, divinidad de la mitología griega a la que vemos en Despierta al demonio (2004, II), El gusano vencedor (2004, V), El tercer deseo y La isla (2007). Además, Los lobos de San Augusto, El cadáver y Zapatos de hierro (2004, III) contienen adaptaciones de narraciones irlandesas; El rey Vold (2004, IV) y La bruja Troll (2008, I) son versiones de cuentos populares nórdicos; las leyendas africanas tienen cabida en El tercer deseo (2007) y Makoma (2008, I) y la mitología griega en La hidra y el león (2008, I); Cabezas (2004, IV) recoge un cuento tradicional japonés mientras La naturaleza de la bestia y La caja del mal (2004, IV) hacen lo propio con sendas leyendas de raíz cristiana.


No es de extrañar que, incorporando este amplio y heterogéneo bagaje referencial, casi todas las criaturas vinculadas al género terrorífico hayan hecho su aparición en las páginas de Hellboy. Así, encontramos vampiros en Despierta al demonio (2004, II), El vârcolac (2004, IV) y El vampiro de Praga (2008, I), brujas en La oscuridad llama (2008, II) y licántropos en Los lobos de San Augusto (2004, III) y El rey Vold (2004, IV). En Despierta al demonio (2004, II) hace su primera aparición un golem, bautizado como Roger, cuyo origen conoceremos posteriormente en Casi un coloso (2004, III) y que se convertirá en secundario habitual de la cabecera y co-protagonista de varias de las miniseries que se le han dedicado a la A.I.D.P. Incluso encontramos una momia, narradora del relato Makoma (2008, I), e infinidad de fantasmas, espíritus, duendes y criaturas demoníacas.


Asistimos, así pues, a un fenómeno que excede el guiño casual o la adaptación literal. Hellboy se construye como un texto hipercodificado, un vastísimo collage que incorpora gran parte de las tradiciones que componen el género terrorífico. De ahí que, para poder participar en la construcción de la narración más allá de su literalidad, el lector deba conocer los códigos que el autor maneja, articulándose la narración en torno a un doble diálogo: el del autor con la tradición literaria; y el del autor con el lector informado8. Es difícil (o imposible) interpretar Hellboy como una obra que se refiera de alguna manera a lo que conocemos como realidad; por el contrario, es la ficción, concretamente la ficción terrorífica, sobre lo que Hellboy se vuelca, haciendo del género mismo su contenido esencial, esto es, tematizándolo.


Es tan obvio que los relatos de Hellboy entran en la órbita de lo terrorífico cuanto que las pretensiones de su autor difieren claramente de las propias del género. Ni la lectura más ingenua puede situar entre los propósitos del autor el de infundir miedo, inquietud o desasosiego en el lector. Por el contrario, la mirada de Mignola es irónica, distante y desmitificadora, la única posible cuando la comunicación con el lector se sirve de sobreentendidos. La actitud irónica tiene como principal vehículo la paradójica personalidad de un Hellboy cáustico e irreverente, de actitudes típicamente terrenales a pesar de su naturaleza demoníaca y cuya aproximación a la realidad siempre es física, nunca sobrenatural. Su socarronería funciona siempre como contrapunto devaluador frente a la solemnidad de sus oponentes y su única respuesta al artificio mágico es la simple violencia9.


Aunque los contenidos de Hellboy giran en torno a lo terrorífico, su creador no renuncia a incluir elementos propios de otros géneros. Si las estructuras narrativas son muy semejantes a las del tebeo de superhéroes, la composición del A.I.D.P., con sus integrantes dotados de habilidades variopintas, recuerda poderosamente a los equipos superheroicos. A ello debe sumarse la cada vez más evidente deuda de Mignola con una figura tan esencial para este género como Jack Kirby, tanto en la construcción del personaje de Hellboy10 como en el recurso a soluciones gráficas cada vez más semejantes a las empleadas por aquel. También la literatura pulp tiene su espacio en la cabecera, desde el reconocimiento explícito por parte del autor11 hasta el homenaje implícito que suponen personajes como Bogavante Johnson12. La explotación de la imaginería nazi recuerda a la serie B (incluso a la serie Z) cinematográfica, a lo que debemos añadir algunos retazos de ciencia ficción, género bélico o policíaco (no olvidemos que Hellboy es un investigador de lo paranormal). De este modo, Mignola diversifica el cruce de códigos y el diálogo con la tradición, convirtiendo la cabecera en un punto de encuentro entre géneros con el terror como principio rector.


Tras las dos películas dirigidas por Guillermo del Toro, seguidor entusiasta de la obra de Mignola, Hellboy ha alcanzado su más alta cota de popularidad. La cabecera se ha consolidado como una de las pocas alternativas de autor viables dentro del mainstream norteamericano, siendo su mayor acierto el de haber sido capaz de canalizar la peculiar mirada de su creador a través de un cómic de vocación popular. Individualmente consideradas, las narraciones que conforman la obra resultan un divertimento simple y directo; observadas en conjunto se revelan como una realidad más compleja, un sofisticado tapiz mediante el cual se somete a revisión el género terrorífico al tiempo que se explora su viabilidad en el contexto actual.


Bibliografía


Mignola, Mike y Byrne, John (2004, I): Semilla de destrucción. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike (2004, II): Despierta al demonio. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike (2004, III): El ataúd encadenado y otras historias. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike (2004, IV): La mano derecha del destino. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike (2004, V): El gusano vencedor. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike (2004, VI): Historias extrañas 1. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike et al. (2005): Historias extrañas 2. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike (2006): Hellboy Jr. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike (2007): Lugares extraños. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike et al. (2008, I): La bruja troll y otras historias. Norma Editorial. Barcelona.
Mignola, Mike y Fegredo, Duncan (2008, II): La oscuridad llama. Norma Editorial. Barcelona.


1 Hasta ese momento se daba por buena la idea de que el público seguía a unos personajes titularidad de las compañías sin importarle los equipos creativos que desarrollaban sus historias. El arrasador éxito cosechado en los años 90 por algunos guionistas y especialmente por ciertos dibujantes los espoleó para demandar de las grandes compañías no sólo mejoras salariales (fundamentalmente, participación en beneficios) sino también la propiedad intelectual sobre sus creaciones, lo que ponía en cuestión uno de los pilares sobre los que éstas habían alcanzado su posición privilegiada. El inmovilismo de Marvel y DC condujo a la fundación, por parte de un grupo de autores superventas, de la editorial Image Comics, y a la creación en otras compañías de diversos sellos editoriales que ofrecían a guionistas y dibujantes mejores condiciones.

2 Arthur Adams, John Byrne o Frank Miller, entre otros.

3 Dado que las aventuras de Hellboy han sido objeto de sucesivas reediciones en nuestro país, se tomará como referencia para la cita la edición en formato cartoné de Norma Editorial.

4 Conviene aclarar, no obstante, que Mike Mignola no fue el autor del guión de Semilla de destrucción, sino solamente de un argumento que sería desarrollado por John Byrne. Animado por éste, Mignola se decidió a escribir él mismo los guiones a partir de la siguiente aventura de su personaje, Los lobos de San Augusto (2004, III).

5 En Semilla de destrucción (2004,I), Adios, señor Tod (2004,IV), El gusano vencedor (2004,V) o La isla (2007), entre otros capítulos.

6 Para ser exactos, lo que Mignola reconoce en el prólogo es que, tras varios intentos infructuosos de adaptar algún texto de Hodgson, escribió y dibujó La isla (2007), relato inspirado de una forma más vaga en las obras de este autor.

7 La oscuridad llama (2008, II) es una miniserie especialmente centrada en el folclore ruso, con la aparición de un domovoi o de un personaje como Koschei.

8 Así, por ejemplo, en el relato El experimento del Dr Carp (2008, I), que recrea el tópico de la casa encantada, Hellboy pregunta a una compañera del A.I.D.P.: “¿Está [la casa] muy encantada?”, a lo que aquella responde: “No demasiado, lo normal…”. La alusión a un parámetro de normalidad en lo que a casas encantadas se refiere sólo puede entenderse como una apelación a la tradición del género, tanto dentro de la ficción (entre los personajes) como fuera de ella (respecto al lector). Ni aquellos ni éste necesitan más explicaciones puesto que todos ellos están revisitando un cliché que conocen perfectamente.

9 Son muchas las escenas que retratan el grado de autoconsciencia, la ironía y el anclaje terrenal del personaje. A modo de ejemplo, en Despierta el demonio (2004, II) Hellboy dice, antes de emprender una pelea a puñetazos con la diosa Hécate: Tía, no quería pasarme contigo porque eres una figura mitológica…

10 Si el aspecto de Hellboy guarda cierta semejanza con Etrigan, el personaje demoníaco creado por Kirby para DC cómics, su mano pétrea y especialmente su carácter lo emparentan con otra de sus creaciones: La Cosa, miembro de Los 4 Fantásticos.

11 Casi un coloso (2004, III) está inspirado en El coloso de Ylourgne de Clark Ashton Smith, escritor con parte de su obra publicada en la revista pulp Weird Tales; por su parte, el autor dedica El gusano vencedor (2004, V) a “Doc Savage, the Shadow, the Spider, G-8 y los hombres que los escribieron”, esto es, la aristocracia del pulp.

12 Este personaje, construido a imitación del arquetipo de héroe pulp, aparece en El gusano vencedor (2004, V) y en La gran vibro-máquina del doctor Hollow (2005), en varias de las historias amparadas en la cabecera del A.I.D.P. y ha llegado a protagonizar su propia miniserie.

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