Somerset Maugham, el olvido y la marginación del talento - Luis Ángel Oliva París / Fley



Hablar de Somerset Maugham supone hacerlo del paradigma del autor contemporaneo prematuramente olvidado. Casi podría afirmarse que ningún escritor gozó de una popularidad semejante a la que disfrutó Maugham durante su cenit, llegado en los años treinta, para caer después tan bajo, hasta un incomprensible silencio que ha durado hasta nuestros días.

Maugham nació en París y a pesar de su ascendencia y pasaporte de Inglaterra, es un dato que le gustaba recordar a sus semejantes; todo intelectual inglés hubiese deseado para sí a primeros del siglo XX haber nacido en la capital francesa. Este detalle resulta el primero de una larga serie de circunstancias que harían de él un personaje anacrónico a partir de su edad adulta. Viajero incansable, gozador de primera, elitista y elegante, vivía de una manera hedonista que sin embargo huía de excentricidades que le hicieran objeto suspicacias.

El desarrollo de los temas tratados en su obra a lo largo de su vida van acorde con la evolución natural del hombre pleno de principios de siglo, y sin embargo se respira en ellos un eterno aroma adolescente como el de quien descarta evolucionar o envejecer como su entorno, pero se esfuerza en mantener los mecanismos literarios de un autor perpetuamente maduro, algo que denotaba una predisposición inteligente para la escritura a la vez que una férrea disciplina que chocaba con los disimulados excesos de su vida privada.

Maugham fue el escritor mejor pagado durante la década de 1930, ganancias que transformó en obras de arte por las que tenía verdadera pasión, y convirtió en lo que hoy llamaríamos best-sellers obras como El velo pintado, Servidumbre humana y El filo de la navaja, todas con adaptaciones cinematográficas que le supusieron importantes réditos. Merecería la pena detenerse brevemente en estos tres títulos pues ejemplifican la obra novelística del autor.

El velo pintado, publicado en 1925 y llevada al cine en 1934 y más recientemente en el 2006, cuenta la historia de Kitty Garstin, que ante su miedo a quedarse sola se casa con el doctor Walter Fane. Tras la boda emprenden un viaje científico a China, donde ella se enamora del vicecónsul Charlie Townsend, con quien inicia una aventura hasta que se entera su marido. El matrimonio parte al interior de China para controlar una epidemia de cólera con la sombra de la confusión y la ira producidas por la mentira. Maugham hace honor a su conocida pasión por Flaubert presentando a un personaje femenino repleto de dudas y de incipiente sexualidad.

En Servidumbre humana se narra la vida de Philip, un joven con una tara física en el pie y criado entre clérigos que se hace médico y viaja por todo el mundo. Consigue hacer fortuna y se enamora de una camarera por la cual está dispuesto a hacer cualquier cosa, que le rehuye por su pie deformado y por la que acaba perdiendo todo su dinero, encontrándose con ambas caras del éxito. No es complicado encontrar similitudes entre esta obra y la propia biografía del autor. Maugham fue tartamudo hasta bien entrada la adolescencia, algo que se podría relacionar con el pie del protagonista, así como la infancia del autor, criado entre mujeres y su tío, un pastor anglicano rudo y severo que personifica la decepción y el patetismo que le supusieron las figuras paternales que llenaron su juventud. Su relación con las mujeres pone de manifiesto una no siempre aceptada homosexualidad por la que Maugham no llegó a estar del todo cómodo en su vida pública. Los personajes femeninos de sus historias son fuertes y de un carácter sexual muy pronunciado, como la protagonista de Rosie, traducción de Cakes and Ale, de cuya edición no hemos podido disfrutar en España desde hace más de cuarenta años, considerada por la crítica contemporánea como su obra más perfecta, o la antes nombrada Kitti Garstin, protagonista de El velo pintado, aunque como veremos más adelante, no serían los únicos personajes femeninos con carácter que saldrían de la pluma de Maugham. Servidumbre humana fue aclamada por la crítica y ha sido reeditada recientemente en nuestro país por RBA, recuperando la obra más monumental y amplia de este autor, que sería llevada al cine en 1964.

Punto y aparte supone echar un vistazo a la que es en nuestro país su novela más veces reeditada, El filo de la navaja. Publicada en 1944, significó un punto de inflexión en la carrera de este autor, que iría declinando en cuanto a popularidad hasta llegar al olvido en el que lleva inmerso durante décadas. Si bien esta novela fue rechazada por la crítica, tuvo un éxito de público arrollador, siendo la única obra que ha llegado a ser relativamente leída de manera continuada hasta nuestros días y contando con dos adaptaciones cinematográficas, una de ellas con un gran elenco de actores y gran éxito. En ella, contada como una historia verídica en boca del propio autor interviniente en la trama, se nos cuenta la historia de Larry Darrel, un joven ejemplar que decide cambiar su modo de vida al ver la cercanía de la muerte durante la primera guerra mundial. Romperá con su prometida y dejará un puesto de trabajo relacionado con la incipiente economía estadounidense para viajar por todo el mundo buscando el sentido de su existencia, en lugares tan dispares como París o el Tibet. Los personajes secundarios de esta novela son sostenedores de la trama con tanta fuerza como la que derrocha su principal protagonista. Ninguno de ellos, ni la que iba a ser su esposa, ni su excéntrico y memorablemente retratado tío, ni todo su entorno, entenderán que Larry huya de una vida sosegada y prolífica para sumergirse en civilizaciones y conocimientos espirituales milenarios, que nada tienen que ver con la emergente vida social de la américa anterior al 29. Sin duda es sencillo adivinar por qué la crítica del momento la tachó de hilarante y desubicada, pero también es muy fácil darse cuenta del atractivo de la obra para el público desacostumbrado a salidas de tono cercanas a la metafísica. Esta, a juicio del que escribe este artículo, es su obra de mayor calado, que despide ese aroma de adolescencia inconformista oculta en la obra del autor como en ninguna otra hasta el punto de convertirla en casi una declaración de princpios, y que se ha convertido en una ineludible pieza de toque para juzgar la novela inglesa del siglo XX, tanto por su estilo como por su temática.

No deberíamos olvidar sus obras teatrales, representadas hasta la saciedad, que a pesar de no ser obras excelsas resultaban igualmente extraordinarias, llegándose a contar más de una veintena de ellas.

Sin embargo, no fueron sus novelas lo que a Maugham le llevó a ser aclamado por sus coetáneos, si no por su producción de relatos en una época en la que estos se consideraban las muestras de calidad intelectual de los escritores y cuyo valor, el del relato en sí, estamos viendo revalorizado en esta última década. Varios de ellos se ejemplifican hoy como cuentos excelentes. Destacaremos aquí La lluvia, un relato furioso en el que se contrastan dos maneras de ver el mundo totalmente dispares. Ambientado en una isla en cuarentena por la gripe donde se conocen un matrimonio de misioneros y otro relacionados con la medicina y la ciencia, y una chica, oveja descarriada, a la que ambas partes querrán acercarse con la excusa de recuperarla para la sociedad, pero con el velado propósito de impedir que sea el matrimonio contrario a sus creencias el que lo haga. Cabe comentar en este apartado algo que ya habíamos citado antes y que es la vena viajera de Maugham que le llevó a escribir gran número de libros de viajes y artículos, y quizá con ello contemplar el potencial colonial de su país con ojos diferentes. Fruto de ello sin duda sería la diversidad de nacionalidades de sus personajes (en El filo de la navaja, por ejemplo, cuyos personajes son ingleses, americanos, franceses y asiáticos) y su proclividad a desligarse de sus lugares de arraigo.

Como hemos comentado Maugham no se sintió del todo cómodo con su homosexualidad que le llevó a desengaño en numerosas ocasiones. Por ejemplo cuando quiso legar toda su fortuna a su amante, un joven londinense al que el escritor quiso adoptar como hijo y que le valió el escarnio público de su hija biológica. Por aquí podría comenzar a buscarse la respuesta al rechazo que le legó aún en vida la sociedad y el mundo literario de la época en general, tachándole de escritor de segunda, etiqueta que llevaría con aplomo hasta su muerte. Ya en sus últimos días de vida, negado ante la torpeza de la vejez, se vio envuelto en algunos escándalos, incomprensibles de haber sido el joven autor despejado, brillante e irónico que fue, y que le valieron la enemistad con grandes intelectuales y amigos. Moriría en Niza en 1965.

Maugham ni supo ni quiso adaptarse a los tiempos de la posguerra, y fue estigmatizado y presentado como símbolo para su sociedad cambiante como el tipo de escritor inadaptado e incapacitado para reciclarse. Sus libros autobiográficos no dejaban títere con cabeza, incluido él mismo, que constantemente se burlaba por todo lo que consideraba impropio de su comportamiento y que en un pasado, más astuto y certero, hubiese sabido arreglar. El cinismo que utiliza y su lejanía forzosa del romanticismo, algo en poco aúge en la actualidad, donde ha pervivido el misticismo romántico derivando en modas y excesos literarios de gran calado hoy en día, pueden ser otro de los motivos que le han relegado a un segundo plano. Cada uno de sus cuentos tiran a dar, son narraciones en el más puro sentido de la palabra, escapando de soliloquios y filosofía embrollada que reaparecería con fuerza en el panorama literario décadas después.

Además, las ediciones en España han sido castigadas por sus traducciones, como además de los desmanes de ediciones desaparecidas ya citados, The moon and sixpence se tradujo como Soberbia y el relato Julia a sido confundido en varias ocasiones con otro cuento de distinto título. RBA está actualmente y de manera recentísima haciendo un esfuerzo por recuperar a este autor apostando por la vigencia de sus textos.

Y es ahí, desde la actualidad a la que llegan los ciclos temporales que se suceden de manera reiterada en la historia de la literatura, donde desde aquí queremos hacer fuerza para revitalizar el interés por este inexcusable escritor y hacer comprender que toda su obra resulta refrescante leída en nuestro actual contexto, así como desterrar de una vez por todas los prejuicios vertidos sobre un autor al que nadie se atrevió a tomar en serio.

Declarada influencia de autores como Borges, Echenique, Orwell o Burguess, Maugham estaba dotado de un pulso narratorio vibrante pero a la vez sobrio que creo queda demostrado en este pequeño texto, que contempla sus más destacadas pulsiones, la universalidad globalizada de sus temas y personajes, el cinismo marca de la casa, su toque directo y el carácter pretendidamente no forzado y descarado del autor :

Había un banquero europeo...

Había un banquero europeo que estaba amigado con un japonés de dieciocho años. El muchacho lo quería, y vivían juntos. Pero sus relaciones produjeron tal escándalo que los empleados del banquero le dijeron a éste que debía romper para siempre con su amigo. El banquero se lo comunicó al muchacho y lo invitó a una cena de despedida. Después de cenar fueron al piso del banquero. El muchacho le preguntó: “¿Es seguro que tenemos que separarnos?” “Sí”, respondió el europeo. “¿Para siempre?”, volvió a preguntar el joven. “Me temo que sí”. Entonces el muchacho sacó un cuchillo y se suicidó hundiéndoselo en el estómago… ¿No era eso verdadero amor?



2 comentarios:

  1. Extraordinario, Fley. Te lo dice una devota de Maugham, que empezó a leerlo a los catorce años. Creo que precisamente esa ausencia total de romanticismo en su obra, que en décadas pasadas sirvió para descalificarla, puede ser hoy uno de las grandes razones para una nueva vigencia. Maugham se adelantó a su tiempo...en más de dos o tres décadas. Me admira cómo has captado la verdadera esencia de un escritor aparentemente superficial. Sólo aparentemente.

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  2. Un gran autor. Sólo me ha sucedido con "Liza de Lambeth" el volver a la primera página desde la última para releerlo.

    Creo que todo lo de Somerset Maugham lo leí en Plaza y Janes y las traducciones me parecieron correctas.

    Ahora bien, me fastidió sobremanera leer en la solapa de una nueva edición de "El filo de la navaja", que habían añadido pasajes censurados. ¿Sabe alguien qué es lo que se eliminó? Me da mucha pereza recomprar libros por estas cuestiones y a la vez uno se siente engañado por no haber leído la obra íntegra.

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